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JULIO GLOCKNER: “Cuando los ojos se voltean a tu subjetividad”

Por: Jafet Gallardo 31 May 2018
Peyote, hongos, cohoba. Conversamos con el antropólogo mexicano sobre el consumo de plantas sagradas en el mundo amerindio, así como […]
JULIO GLOCKNER: “Cuando los ojos se voltean a tu subjetividad”

Peyote, hongos, cohoba. Conversamos con el antropólogo mexicano sobre el consumo de plantas sagradas en el mundo amerindio, así como las ideas y los prejuicios de experimentarlas en una actualidad desacralizada y bajo un esquema prohibicionista.

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Por Adán Medellín (@adan_medellin) Fotografías de @playadura

Julio Glockner ha probado seis o siete veces el peyote y los hongos en una experiencia que, como él mismo confiesa, le ha cambiado la vida. Con la motivación de terminar los prejuicios que rodean el consumo y ahondar en la comprensión de diversas plantas sagradas en el mundo indígena americano, el antropólogo mexicano especializado en ritualidad indígena escribió La mirada interior. Plantas sagradas del mundo amerindio, un ensayo historiográfico que confronta las perspectivas de la cultura occidental con la cosmovisión de algunas culturas amerindias sobre los enteógenos, abarcando desde la llegada de Cristóbal Colón hasta las experiencias de Gordon Wasson en la sierra mazateca. Playboy charló con Glockner sobre la vivencia y el consumo de las plantas sagradas en su contexto originario, la ambigüedad en su tratamiento como drogas y las consecuencias del esquema prohibicionista y el contexto desacralizado para sus actuales consumidores.

PLAYBOY: El fin espiritual es fundamental en el consumo amerindio del peyote, los hongos y otras plantas sagradas. Tú escribes: “todo encuentro de carácter espiritual es un encuentro con diversos aspectos de uno mismo”. ¿Qué lado de nosotros nos aterró tanto para demonizar a los enteógenos?

GLOCKNER: Yo creo que la ignorancia, refiriéndome a los frailes del periodo virreinal, porque hicieron una lectura teológica de un mundo religioso que no comprendieron, a pesar de los enormes méritos que tienen cronistas como Fray Bernardino de Sahagún, Motolinía o Fray Diego Durán. Ninguno de ellos se atrevió a comer los hongos. Por la descripción que hace Sahagún, a lo mejor los probó, porque dice que tienen un sabor amargo, pero no lo sabemos. Hubiera sido maravilloso que hubiera comido una buena dosis para enfrentar al diablo en su propio terreno y que nos hubiera dejado su versión de esa experiencia.

PLAYBOY: Hay un largo trecho entre la idea de una planta sagrada y la de una droga. ¿Por qué hay una visión tan contrastante entre el mundo amerindio y el mundo europeo?

GLOCKNER: En ese sentido, el libro aboga para que dejemos de considerarlos como drogas. El concepto de droga tiene en la actualidad una connotación moral que lo vincula con el mundo delictivo, del hampa, del narcotráfico. Necesitamos sacar a esas plantas de esta categorización porque vamos a profundizar su incomprensión. Por eso el neologismo “enteógenos”, que pone el centro en los aspectos culturales de estas plantas. Enteógeno quiere decir “generar dentro de sí lo sagrado”. El énfasis está puesto en el acto sacramental no en términos cristianos, sino vivir una experiencia sagrada, seas creyente o no, consumiendo estas plantas respetuosamente, con inteligencia, con mesura, con responsabilidad.

PLAYBOY: ¿La concepción dualista del bien y del mal tenía relevancia en el consumo de la sociedad amerindia?

GLOCKNER: Hasta donde entiendo, estudiando la cosmovisión indígena, en toda deidad existía lo bueno y lo malo; no el bien y el mal como principios éticos que definieran la conducta humana ni el destino de los hombres después de la muerte. Existía lo benéfico y lo perjudicial, porque todo el mundo indígena vive en una dualidad. La deidad máxima de los mesoamericanos es Ometéotl, el dios-dos. Por ejemplo, un dios como Tláloc es benéfico cuando las lluvias ayudan al crecimiento de las plantas y puede ser perjudicial si piensas en una tormenta con granizo que echa a perder las milpas. No hay esta polarización del cristianismo, donde Dios es bueno y el diablo es malo.

PLAYBOY: ¿Lidiaban mejor las culturas amerindias con los enteógenos sin un esquema prohibicionista de la droga?

GLOCKNER: Desde luego, porque son plantas que no son vistas con un prejuicio moral, sino con mucho respeto porque se trata de plantas sagradas que sirven para fines curativos, adivinatorios, terapéuticos, para propiciar las lluvias y la fertilidad. Su empleo está asociado con la presencia de espíritus auxiliares, deidades o muertos. No puedes llamarlos por cualquier cosa, como si llamaras a unos amigos. Esta cosmovisión hace que la planta sea muy delicada en su utilización. En el relato de María Sabina, cuando ella los come de pequeña con su hermana y empiezan a tener visiones que les provocan risa o lágrimas; los padres de ellas no las regañan, entienden que tienen contacto con una planta importante, que revela verdades y aceptan eso como una anticipación de un destino. Es algo muy distinto a lo que ocurre en nuestra sociedad, en un contexto desacralizado, en que si un niño llega con la conciencia alterada, los padres se preocupan y lo van a llevar con un psicólogo, lo van a tratar como un loco o un adicto.

PLAYBOY: La visión de lo sagrado permitía un consumo integral y regulado del peyote o los hongos. En el ambiente desacralizado que vivimos, ¿podemos consumirlas equilibradamente sin una reglamentación espiritual?

GLOCKNER: Hay dos posturas de dos autores que a mí me interesan mucho. Gordon Wasson ve un uso irresponsable en el hombre occidental, en los hippies de su época. Él condena ese uso desordenado de las plantas, porque es una manera irrespetuosa de acercarse a ellas, y sobre todo si lo haces en un contexto indígena. Pero también está la apreciación de Mircea Eliade, que ve una búsqueda legítima en los jóvenes de la época en los años 60 y 70, porque el hombre contemporáneo perdió el camino de contacto con estas plantas debido al cristianismo. Eliade ve como un renacimiento legítimo la vivencia de una experiencia sagrada. Yo comparto el punto de vista de los dos: no estaría de acuerdo con un uso desordenado como el mencionado por Wasson y también concuerdo con Eliade en que el hombre contemporáneo no tiene por qué sentirse marginado de experiencias de este tipo. No tienes que ser creyente de algún dios, son experiencias que tienen que ver con tu subjetividad, que te dan un gran placer estético oyendo música o mirando un paisaje. Eso es lo que no entiende la gente que prohíbe estas sustancias.

PLAYBOY: ¿Qué consecuencias ha tenido la implantación de un esquema prohibicionista para las comunidades que aún consumen plantas sagradas?

GLOCKNER: El prohibicionismo no llega ahí por el descuido y la ignorancia de las autoridades. El prohibicionismo opera sobre todo en las ciudades; tradicionalmente el mundo indígena y campesino está demasiado lejos. Pero ahora, cuando estas plantas adquieren una importancia para la gente de la ciudad, la ley es muy ambigua. Tienes por un lado el convenio 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) que obliga a los estados que suscriben este convenio a reconocer los derechos religiosos de los pueblos indígenas y, entre otras cosas, el uso de plantas psicoactivas. Pero por otro lado, la Ley General de Salud tiene esas mismas plantas en su listado de plantas prohibidas. Tenemos que decidir dónde estamos, porque lo segundo provoca las extorsiones. Cualquier judicial se siente con el derecho de detener a un peregrino huichol o a un joven que va a tener una experiencia de este tipo a una comunidad mazateca.

PLAYBOY: ¿En qué punto nos hallamos como sociedad para aceptar y convivir con la expansión de la conciencia que nos propone el uso de estas plantas?

GLOCKNER: No creo que convenga que el uso sea generalizado. No toda la gente tiene por qué experimentar con esto. Pienso en Borges: cuando le preguntaban si él había probado alguna sustancia psicoactiva, él decía que se conformaba con las pastillas de menta. Esto nace como una inquietud personal en algunos, como un cuestionamiento existencial. Hay infinidad de caminos para llegar, pero esos caminos deben estar abiertos. Pueden o no ser seguidos. No son una obligación. Si aparecen hay que atenderlos con responsabilidad y cuidado. Yo coincido con Ernst Jünger, creo que son plantas para minorías, sin que eso implique ningún elitismo, sino una búsqueda individual que no tiene que ser la de toda la sociedad.

PLAYBOY: ¿Qué podemos aprender del consumo y la visión sagrada de estas plantas en los pueblos amerindios?

GLOCKNER: Cada uno debe decidirlo. Para mí fueron experiencias estéticas muy placenteras, clarividentes, en el sentido de que se te presenta tu propia vida y tu relación con el mundo y con la gente de una manera tan transparente, tan intensa, que te enriquece mucho. Son experiencias que han sido decisivas en mi vida, tengo un modo diferente de ver las cosas después de haber experimentado las seis o siete veces que lo he hecho con hongos o peyote. Por eso el libro se llama La mirada interior, cuando los ojos se voltean a tu propia subjetividad para mirar cosas interesantes.

Bibliografía: Julio Glockner, La mirada interior. Plantas sagradas del mundo amerindio, México, Debate, 341 págs.

 

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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