Las fiestas patrias llegaron a su fin, pero la gastronomía mexicana es ideal para disfrutarse en cualquier momento del año. Es tan variada y vibrante como la selección de vinos Hilo Negro, que con su amplia gama de etiquetas puede complementar sabores intensos como el mole, así como la frescura de un aguachile de camarón.
Hace más de 12 años, un grupo de amigos con el gusto en común por los vinos se juntó para crear uno propio. El proyecto se encargó a la Universidad Iberoamericana, quienes dieron nombre e identidad a Hilo Negro. En un inicio solo tenían una etiqueta y, conforme crecieron, se sacaron otras puntadas, o botellas de vino, recuerda Jorge Muciño, socio fundador de Hilo Negro.
Es en Ensenada donde se lleva a cabo la confección de estos vinos. Las nueve etiquetas que conforman cada una de las puntadas de Hilo Negro reflejan la evolución y el amor con el que nació esta marca 100% mexicana.
Y qué mejor que degustar uno de estos vinos en Maíz Tinto, el gastrobar a cargo del chef Ulises Palafox, donde la vanguardia y la tradición de la cocina mexicana se fusionan con los diferentes sabores que ofrece Hilo Negro.
Además, es importante destacar que los 14 años de trayectoria del chef mexicano le han permitido conocer diversos rincones del mundo y colaborar con colegas como Enrique Olvera y Martín Berasategui, diseñando así menús que, además de ser un placer para el paladar, crean ambientes y resultan ser un viaje sensorial.
Así, como bienvenida a Maíz Tinto, todos los comensales reciben una cortesía del chef: unos esquites tatemados con ceniza de cebolla. Y para disfrutar de esa primera puntada de Hilo Negro, nada mejor que el aguachile de camarón meridano con Invisible, el cual aporta un sabor fresco a cada bocado.
El aterciopelado del vino Rigrac es ideal para acompañar uno de los platillos mexicanos más emblemáticos: el mole. Su sabor tostado y el picante de este platillo crean una armonía de sabores que celebran la gastronomía de nuestro país.
Por supuesto que no pueden faltar los tacos, y los de rib-eye acompañados del vino Tiara combinan a la perfección gracias a sus toques de frutos rojos y vainilla, los cuales resaltan el sabor de la carne y las salsas que acompañan cada mordida.
El postre no puede faltar, y el crème brûlée de mamey encuentra su acompañamiento en el Zigzag Magnum, el cual, gracias al largo añejamiento en barricas, en su mayoría de roble francés, ofrece notas suaves y toques de vainilla que equilibran la dulzura y cremosidad.
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La experiencia gastronómica de Maíz Tinto se eleva al máximo cuando se marida con los vinos Hilo Negro. Ambos proyectos reflejan la pasión y dedicación de sus fundadores, así como el respeto que tienen por el producto mexicano, el cual encuentra en ellos el escaparate perfecto para llegar al paladar y corazón de los comensales.