Viajar en carretera siempre tiene sus riesgos… pero si a eso le sumamos que la compañía no es precisamente tu “oficial”, la adrenalina se multiplica. Así que, por si la mala suerte aparece en forma de llanta ponchada, aquí te compartimos un manual exprés para salir bien librado.
Nada de gritar o rezongar, que los nervios delatan más que el lipstick en la camisa. Respira, estaciona el carro con cuidado y sonríe: todo es parte de la aventura.
Recuerda: la carretera tiene más ojos que un vecindario chismoso. Baja el volumen de la música, guarda los abrazos y evita escenas románticas que después alguien podría describir “con lujo de detalle”.
Gato hidráulico
Llanta de refacción
Llave de cruz
Y, sobre todo… un buen pretexto listo para cuando llegues tarde.
Aquí aplica la regla de oro: el que no sabe, sonríe y hace como que ayuda. Siempre habrá un alma caritativa en la carretera que “casualmente” llegue a echarte la mano. Solo procura que no sea alguien conocido de la familia.
Mientras cambias la llanta (o finges que lo haces), piensa rápido en tu explicación para la hora de llegada. “Tráfico pesado” o “se descompuso el coche” funcionan… pero ojo, no abuses, que luego la novela no cuadra.
Si la situación ya es de risa, ríete primero. A fin de cuentas, los ponchados se arreglan; lo complicado es que no se entere quien no debe.
Una llanta ponchada en carretera puede ser un problemón… pero con ingenio, calma y una buena historia en la bolsa, hasta la aventura más arriesgada puede terminar siendo anecdótica.