Compartir
Suscríbete al NEWSLETTER

Grandísimo hijo de Buda

Por: Arturo Flores 02 Mar 2021
Un lunes, mi amigo llegó y me puso en la cara la pantalla de su teléfono. Reprodujo un video en el que aparecía un paneo bucólico.
Grandísimo hijo de Buda

Los sueños no se hacen realidad solos. Pero una buena forma de comenzar a trabajar por ellos, es escribir una buena descripción en Twitter.

Tengo un amigo que en su descripción de Twitter ponía: “soy periodista, pero algún día seré un campesino feliz”.

Se ganaba la vida escribiendo. Entrevistaba políticos. Su trabajo le permitía viajar. Flotó bocarriba en el Mar Muerto y atravesó Francia en helicóptero. Publicó un libro que documentaba un escándalo económico y hasta podía presumir que recibió amenazas de muerte. Anduvo unos meses a la sombra de un guardaespaldas y con un dispositivo de vigilancia sujeto al tobillo por si acaso (lo) desaparecía(n).

Este video te puede interesar

Me contó una vez mi amigo que cada vez que hablaba con su hermano para contarle algo que lo aquejaba, el otro le contestaba: “tú no tienes problemas de gente normal”.

Un lunes, mi amigo llegó y me puso en la cara la pantalla de su teléfono. Reprodujo un video en el que aparecía un paneo bucólico. Hierba, árboles, cielo azul y el inconfundible sonido que hace el viento cuando se mete por el micrófono.

—Es mi terreno. Lo acabo de comprar.

Brindamos con café y me hizo prometer que una vez que lo arreglara, quitara la hierba mala y construyera lo que pensó sería su “casa de descanso”, me invitaría y tendría que ir a conocer su pequeño latifundio.

A partir de ese día, a veces mi amigo llegaba más cansado que de costumbre los lunes. En parte porque lo ascendieron y sus nuevas responsabilidades, mucho más administrativas y menos creativas, le consumían las horas que antes dedicaba a escribir. Pero también porque cada fin de semana que se escapaba a Jilotepec, que es donde estaba el pedazo de tierra que adquirió, trabajaba bajo los rayos de sol para ponerlo en forma.

Durante ese tiempo publiqué un par de novelas. Mi amigo me platicó que tenía una idea para incursionar por primera vez en el terreno de la ficción, pero que hasta el momento no se atrevía.

Hace ya 10 diez años desde esa vez que llegó a mostrarme aquel cuadro de Luis Nishizawa en 4D. Tiempo después, dejamos de trabajar juntos y yo pasé a ocupar la silla que mi amigo dejó. Porque si no lo había mencionado antes también era mi jefe.

El terreno se transformó tanto como los planes que tenía su dueño. En vez de una casa de descanso se convirtió en un hotel boutique. Ahora son los fines de semana cuando más trabaja su propietario. Aunque tampoco se queja.

Hace un par de semanas cumplí con la promesa hecha aquella tarde y lo visité.

Me encontré con una propiedad con nombre de mujer, enclavada en un pueblito. Además de las cinco cabañas, se erige en medio del terreno una cocina casera que es el único punto en el que los huéspedes se reúnen. Aunque mi primer acercamiento a Casa María fue a través de la pantalla de un teléfono, ahí los teléfonos se mueren. Al llegar te advierten que existe una débil e inútil señal de Internet.

Para quienes hacemos home office se agra- dece semejante grado de detox.

—No hay mucho que hacer o qué ver por aquí— me dijo mi amigo. Me propuso disfrutar de un masaje o sumergirme en el infierno del Temazcal, comer hasta hartarme (parte de la comida se cultiva en el huerto o son huevos que se recogen a diario de los corrales de las gallinas) o sentarme a meditar delante del estanque, desde donde te vigila una figura rocosa de Buda.

Al final de mi estadía, me di cuenta de que mintió. Me dijo que no había nada y en realidad lo tenía todo.

Contemplé cosas que hace tiempo no veía. Cielos azules y estrellados, una luna llena que es- taba a punto de desplomarse sobre la tierra y un nebuloso amanecer casi sacado de un cuento de H. P. Lovecraft.

Pese a que no paró de trabajar durante mi estancia, sirviendo platos, comprando insumos (lo acompañé al mercado a buscar hongos para preparar la cena) y reuniendo leña para la fogata nocturna, le alcanzó el tiempo para compartir un mezcal y contarme que ya casi acaba su novela. Escribe un poco todas las noches.

—Cuando quieras algo, tienes que hacer un poco de eso todos los días para que pase —me dijo cuando me despedí.

Tengo un amigo que ya cambió su descripción de Twitter. Hace tiempo que ya es un campesino feliz. Un grandísimo hijo de Buda.

Te recomendamos
Foto perfil de Arturo Flores
Arturo Flores arturo.flores
Descarga GRATIS Calendario Revive el Poder 2024
Calendario
Descarga AQUÍ nuestro especial CALENDARIO REVIVE EL PODER 2024.
Suscríbete al Newsletter
¡SUSCRÍBETE!
¿QUÉ TEMA TE INTERESA?