Tokio, ciudad de otro mundo
Crónica de una chica que visitó la capital de Japón, un viaje alucinante y desmitificador, primera parte…
Por Lilith
18 horas me tomó llegar a mi destino: Tokio. Un vuelo de 16 horas con escala en Tijuana y un tren que me trasladó desde Narita hasta la capital japonesa, fueron el inicio de un viaje al futuro y al pasado. Al futuro porque se trata de una de las ciudades más avanzadas tecnológica y socialmente (con sus pros y sus contras); y al pasado porque es también uno de los lugares más tradicionalistas en los que me he encontrado.
Justo apenas llegué, la ciudad echó abajo una de mis principales creencias de los japoneses: que todos hablan perfecto inglés. ¡Error! NADIE lo habla, salvo quizá, el personal de los hoteles, y eso, dos, tres. Un tanto aterrorizada por el hecho, decidí hacer uso del idioma universal, las señas. Sin embargo, me di cuenta que es increíblemente frustrante y difícil darte a entender sólo mediante gestos y lenguaje corporal, así que decidí acudir a la tecnología de mi celular para ayudarme un poco.
Una vez “librado” este inconveniente, me aventuré por las calles del barrio de Akasaka, donde se encontraba mi hotel. Muerta de hambre, decidí buscar un restaurante económico en el cual saciar mi apetito. Segundo mito derrumbado: en Japón no comen sushi. Por más que intenté encontrar un equivalente a Sushi Itto, obviamente, no lo hallé. Entré a un acogedor restaurantito plagado de japoneses con traje. Así es, había encontrado el equivalente a la fonda Godínez de nuestro país. Así que, tanto para llenar mi estómago como para guarecerme del frío (fui a finales del invierno), entré a la fondita japonesa dispuesta a ordenar. Ahí aprendí que en Japón la mayoría de los restaurantes –gracias a Dios– tienen menús con imágenes, así que el no entender absolutamente nada de lo que decía la carta, no fue problema, pues dejé que mis ojos me guiaran, y no me equivoqué, la comida estaba deliciosa… bueno, si es que te gustan las cosas crudas.
Así empezó uno de los viajes más alucinantes y extraños que he hecho en mi vida. Rascacielos lujosísimos, travestis suizos, personajes de caricatura y videojuegos de carne y hueso, el paraíso de los otaku, templos y rezos… Apenas algunos capítulos de toda una experiencia muy japonesa.
