Sírvase bien frío

La venganza es un plato que se sirve frío, dice un proverbio klingonés que Quentin Tarantino colocó como epígrafe en la primera Kill Bill (2003), la épica película en la que una ultra sexy Novia vestida de látex amarillo interpretada por Uma Thurman comienza a cortar las cabezas de quienes intentaron asesinarla el día de su boda.
Para ello, tuvo que despertar de un coma de cuatro años. Su venganza no estaba fría cuando comenzó a saborearla, sino de verdad helada.
En 2009, Quentin asesinó a Hitler. El director nacido el 27 de marzo de 1963 (este año cumplirá medio siglo de haber venido al mundo) se dio la licencia de torcer la historia para vengarse del autor intelectual del genocidio judío. Recientemente, contó en medio de una entrevista otorgada a Playboy en su residencia en Los Angeles, que la noche antes de escribir la escena en la que el führer alemán perecía acribillado, se había ido a dormir luego de garrapatear en una hoja de papel que dejó encima de su buró, similar a la lista que Uma lleva consigo para ir tachando a sus deudores una vez que los asesina: “matar al hijo de puta”.
A la mañana siguiente, Tarantino observó la nota y pensó que era una buena idea, así que salió al balcón de esa Mansión, en la que conserva entre otras cosas el Pussy Wagon, aquel Chevy Silverado SS amarillo que conducía la Novia en Kill Bill, “y escribí la escena: maté al hijo de puta”.
La venganza es el leitmotiv (vocablo paradójicamente alemán) de buena parte de su filmografía. Lo es en Pulp Fiction cuando Marsellus Wallace amenaza a Zed con “practicar el Medievo con su culo” después de que el segundo lo violara y lo es cuando el Especialista Mike es perseguido por las hermosas pero letales chicas de Death Proof.
Esta vez le corresponde a un afroamericano (Jamie Foxx), cuya esposa (Kerry Washington) es convertida en esclava sexual de un adinerado hacendado algodonero interpretado por Leonardo DiCaprio.
8 y contando
Django sin cadenas, la película número 8 en la filmografía de Taratino como realizador (si contamos los dos volúmenes de Kill Bill por separado), también es una historia de venganza servida a muy bajas temperaturas. Jamie Foxx interpreta a un esclavo negro liberado, quien junto al Doctor King Schultz, un cazarrecompensas disfrazado de dentista, buscará al millonario hacendado Calvin Candie (Leonardo DiCaprio) para ajustar cuentas, toda vez que el primero ha convertido a la esposa de Django (Kerry Washington) en su esclava sexual.
En la charla con Playboy, Tarantino explicó por qué deseó brindar a los esclavos afroamericanos del sur de Estados Unidos la posibilidad de cobrar una revancha –aunque se tratara de una fantasía cinematográfica– contra los blancos que los sobajaron hace ya muchos años. “Es liberador no saber qué es lo que vendrá a continuación (…) ¿por qué no contar esas historias desde mi punto de vista, rudo y tosco, pero gratificante al final?”.
Al final, Django sin cadenas es un largometraje de 165 minutos que reúne los ingredientes que han hecho de cada una de las piezas del director una pieza de culto: mucha violencia, mucha sangre, grandes coreografías (al parecer, lo que en Kill Bill fueron las espadas en esta ocasión lo serán las pistolas) y mujeres hermosas, ahora teniendo como marco la realización de un spaghetti western que, en palabras de su autor, se trata más de un sounthern, pues está ubicado en un rancho algodonero de esa región de nuestro vecino del norte.
“Matar blancos y que te paguen, no hay nada como eso”. Seguramente, muchas de las frases pronunciadas por sus protagonistas pasarán a engrosar el vocabulario de los fanáticos del cineasta que se inició trabajando en un videoclub de Manhattan Beach en su juventud. Tarantino es, además de productor y actor, un guionista excepcional, poseedor de un sentido del humor que punza como la peor de las agujas. No en vano obtuvo el Oscar en 1994 por el guión de Pulp Fiction y ha dicho que una vez que dirija 10 filmes se retirará del cine para dedicarse a la confección de novelas.
No obstante, aún quedan un par de historias en el tintero de este soltero empedernido que no ha logrado encontrar a la mujer que entienda que el cine siempre será lo más importante en su vida. Aunque Quentin ha salido con hermosas mujeres como Mila Sorvino y Julie Dreyfus, a sus 49 años no tiene un compromiso estable ni ganas de ser padre. Es en cambio, es cinéfilo empedernido, coleccionista patológico de películas y música, propietario del New Beverly Cinema en donde, de acuerdo con sus órdenes, se proyectan sólo películas rodadas en 35mm y un realizador que, reconoce, no fue a la escuela de cine, sino al cine per se.
Una vez más el chef Tarantino nos ofrece una nueva presentación de su especialidad: la venganza. Esta vez viene servida con guarnición de caballos, sombreros y botas. Pero no se apresure a comer, que de cualquier manera el platillo está servido muy, pero muy frío.
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