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Sexo, smartphones y videos en la red

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Pornografógrafo, como él mismo prefiere que le llamen, el escritor chilango avecindado en Nueva York, Naief Yehya, acaba de publicar […]
Sexo, smartphones y videos en la red
Pornografógrafo, como él mismo prefiere que le llamen, el escritor chilango avecindado en Nueva York, Naief Yehya, acaba de publicar el libro “Pornocultura”. Playboy aprovechó su visita a la Ciudad de México para entrevistarlo…
 
Hay un tono diferente de tu libro anterior (Pornografía, obsesión sexual y tecnología) a este. ¿Se debió a razones personales o que la situación actual ha cambiado?
– Definitivamente el tono es distinto. Escribí Pornografía en un estado casi de euforia. Me interesaba poner en evidencia el absurdo de los argumentos de quienes denunciaban a la pornografía como si se tratara de la perdición de la sociedad y el veneno de la cultura. En particular quería confrontar al movimiento de feministas antipornografía, de Catherine McKinnon y la desaparecida Andrea Dworkin. Sin embargo, más allá de un alegato a favor de la existencia de la pornografía decidí escribir sobre su historia, su economía, su filosofía, su iconografía y su industria entre otras cosas. Me parecía muy claro que el pánico moral era una respuesta ignorante y absurda al fenómeno pornográfico. En gran medida lo sigo pensando pero el panorama de la pornografía ha cambiado de muchas formas y la proliferación descomunal de teléfonos inteligentes en manos de todo mundo, especialmente de usuarios muy jóvenes, que comienzan a descubrir la sexualidad a través de sus pantallas y de la posibilidad de convertirse en directores, productores, actores y distribuidores de pornografía, ha dado lugar a nuevos fenómenos pornográficos increíblemente complicados que debemos comprender y poner en contexto pero por el momento son motivo de confusión y a veces de preocupación.
 
¿Cuál es planteamiento general de “Pornocultura”? 
– Parto de dos ideas: 1) la noción de la pornificación de la cultura —es decir que los valores, estética, convenciones, clichés, vocabularios y semántica de la porno se han filtrado a la cultura pop, haciendo nuestras vidas un poco más pornográficas— y 2) la idea, o el espectro, de que la pornografía se vuelve cada día más violenta, lo cual es el motivo de una renovada epidemia de pánico moral.
 
El cine es siempre la columna vertebral de la pornografía. En especial destacas en tu libro dos películas que compartieron espacio y tiempo y que son ya, dos hitos en la historia del cine: Una película serbia y La centrípeda humana, (la primera secuencia). 
– Sí, decidí elegir unas cuantas cintas que considero emblemáticas de este momento histórico y creo que esas dos obras, delirantes atroces y extremas reflejan de manera acertada el caos moral, la descomposición cultural y la muerte del afecto que vivimos en la era de mayor sexualización de la historia tras más de una década de guerra contra el terror.
 
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Podríamos decir que también hay pornopolítica. El affaire Clinton-Lewinsky es tratado en tu libro como preámbulo para los videos filtrados de las cárceles en medio oriente. 
– Así es. La cultura popular se ha sexualizado de manera evidente y subliminal desde la década de los sesenta. Sin embargo en nuestro tiempo no hace falta buscar pornografía para encontrarla (y con esto no me refiero a cuerpos desnudos en posiciones de provocación o vulnerabilidad sino en situación claramente codificadas en el léxico visual de la pornografía hardcore). Y en efecto la pornopolítica ya no es patrimonio de Berlusconi ni de la Cicciolina. Hoy está entre nosotros determinando nuestro destino y haciendo de la exhibición de los cuerpos un espectáculo grotesco.
 
Tal parece que con los smart phones la pornografía somos todos. Uno de los capítulos más destacados es como “los videos caseros” pueden pasar a ser pesadillas mediáticas, con la “pornovenganza”. Lo mismo tocas los videos de la resistencia árabe, los del ejército de ocupación norteamericana y los narcovideos. ¿Qué tiene en común? 
– Tienen en común una especie de falsa espontaneidad que radica en una crudeza estudiada, una estética calcada del cine porno, del horror y del reality show; géneros que a su vez han tenido toda clase de vínculos incestuosos. Todos tratan de ir más allá de lo mostrado previamente, todos buscan estímulos límite sin precedentes ya sea al mostrar imágenes de muerte y tortura o de sexo amateur con características semiolímpicas.
 
Una cosa que me parece interesante y viene a colación con tu libro, es que la biopic de Linda Lovelace sea tan pudorosa. La biografía cinematográfica de la reina porno es gazmoña y aleccionadora. ¿Qué piensas de ella?
– Creo que es parte de este fenómeno de deserotización que ha venido como efecto secundario a la más intensa epidemia de imágenes sexuales explícitas. Es una pena que un icono, como Linda Lovelace que fue explotada por su agente-marido-padrote y luego por la feministas antiporno se vuelva ahora caricaturesca lección moralizante deshumanizada.
 

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Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo Digital Editor Periodista de formación. Creador de contenidos, analista, especialista en viajes, entretenimiento y estilo de vida.
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