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SEAMOS EL CAMBIO QUE EL MUNDO ESPERA

Por: Luis De Cristobal 06 Jun 2018
España, año 2011. Un terremoto de 5.1 en la escala de Richter provocó nueve muertos, decenas de heridos y numerosos […]
SEAMOS EL CAMBIO QUE EL MUNDO ESPERA

España, año 2011. Un terremoto de 5.1 en la escala de Richter provocó nueve muertos, decenas de heridos y numerosos daños materiales en la localidad murciana de Lorca, en el sureste del país. Creo que esa era toda mi consciencia acerca de lo que es un terremoto en el mundo hasta llegar a México en el 2014. Bueno, eso y una curiosa anécdota con un amigo japonés que hasta hace unos meses me parecía más de película que de realidad.

Y es que cuando mi amigo Hideki me visitó en el 2009 en Madrid, fuimos a un restaurante tradicional gallego, donde hacen un conjuro mágico con una bebida espirituosa, y para ello, repentinamente, apagan la luz. Hideki tardó milésimas de segundo en colocarse bajo la mesa del restaurante en postura fetal con los brazos sobre la cabeza. Evidentemente, para él era algo normal la relación entre que corten la luz y que haya un terremoto. Para mis amigos y para mí, ciencia ficción en estado puro.

Llegó el 2015 y viví un par de alertas sísmicas en la Ciudad de México, una en la Juárez y otra en la Condesa. Me sorprendía cómo mucha gente mantenía la calma, o incluso ignoraba una situación que para mi era terrible: identificaba la alerta con los sonidos que se dan en las ciudades que van a ser bombardeadas y sentía que se empezarían a caer los edificios tras de mí. Poco a poco, y con el paso del tiempo, la alerta sísmica empezó a convertirse en un factor más de la vida en esta urbe. Ya no me espantaba. Tanto, al menos.

Debo reconocer que no creo en las casualidades y sí en algunas teorías de la conspiración. El temblor del pasado 7 de septiembre que arrasó parte de Chiapas y Oaxaca, fue precedido por una falsa alerta sísmica el día 6. Un error, dicen. El día 19, cuando sonó el simulacro, automáticamente pensé que iba a haber un sismo seguido, era como una perfecta ecuación en mi cabeza; la única incógnita era cuándo. Les invito a reflexionar sobre ello.

Lo cierto es que desde que llegué a México en 2014, y hasta la mañana del 19 de septiembre, no había sentido temblar ninguna vez. El día 7 salí de casa y vi cómo las lámparas de la tienda de abajo se movían, pero yo no notaba nada. Es importante señalar que mi colonia, cercana al Bosque de Chapultepec, es geológicamente estable y que era tierra firme cuando esta ciudad era un lago, dato vital en lo que me sucedió el día 19, pues fue el primero que percibí en toda mi vida, una sensación extraña, difícil de explicar, pero por fortuna tuve el tiempo y la energía para salir de casa, donde estaba trabajando.

En la colonia todos volvieron a sus casas, unos más asustados, otros más tranquilos, pero nadie en pánico. No fue hasta que hablé con el editor web de este medio que empecé a comprender la gravedad del asunto. Recuerdo sus palabras como si fueran hoy: “Estoy en el piso 40 y estamos viendo como se caen edificios, pensaba que nuestra torre colapsaba”. Sentí como si esas palabras fueran grabadas por un empleado de las Torres Gemelas allá por el 11 de septiembre de 2001. Algo mucho más grande estaba sucediendo de lo que yo había vivido.

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Fotografía Román Gómez @Playadura

Durante las siguientes horas y según avanzaban las noticias, decidí ir a comprar fruta, conseguir cajas y todo lo que pensaba que podía ser útil y me lancé a Parque España, en la Condesa, con el fin de apoyar al Centro de Emergencia que allí se había puesto. La absoluta oscuridad de la zona, sin electricidad, ponía los pelos de punta. Sirenas y alarmas, eran lo único que mitigaban un silencio sepulcral que erizaba la piel.

A la mañana siguiente, varios medios de comunicación españoles me habían contactado para narrarles en vivo o en diferido lo que estaba sucediendo y, de paso, ayudar a familias españolas a encontrar a algunos de los suyos que no localizaban. Decidiendo aprovechar esa voz, lancé una campaña de crowdfunding solidario en España, con el portal Kukumiku, para recaudar fondos en Europa y colaborar o bien con los topos, o con alguna asociación civil. A lo largo del día 20 y en la mañana del día 21, todos esos medios me dijeron que el sismo de México ya no importaba, que toda la atención nacional era para el referéndum ilegal convocado en Cataluña. Primero sentí una profunda rabia. Posteriormente, recordé por qué no consumo medios masivos y por qué tenemos que ser las sociedades civiles quienes se levanten entre ellas.

En consonancia con lo anterior, me lancé a la calle, como pollo sin cabeza, como tantos otros pollos sin cabeza, a ayudar a levantar escombros, cargar acopios, abrazar personas que no encontraban a sus familiares, lo que fuera necesario. No sé si en ese momento algo de lo que hacíamos era útil, pero sí me quedó una cosa clara: el ADN colectivo de todos los que estábamos allí se modificó, nuestro comportamiento y nuestra manera de ver el mundo y a los demás nunca volverá a ser como antes.

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Fotografía: Román Gómez @Playadura

Entonces comprendí que lo que decía un comercial español hace varios años era cierto: “Potencia sin control no sirve de nada”. Y es que, poco a poco, día a día, fuimos viendo cómo la ayuda iba minorando y que, en realidad, las necesidades “puntuales y urgentes” estaban más que cubiertas. Mi pregunta era entonces, ¿qué pasaría con las comunidades de las zonas rurales en mediano y largo plazo? Porque, de hecho, y es importante señalarlo, sucede que las ayudas en productos que no son urgentes destruyen las economías locales. El panadero, el del abarrotes o el médico dejan de vender, por el exceso de ayuda del exterior.

Es por ello que decidimos hacer un doble plan: un centro de acopio selectivo para enviar los materiales pasada “la ola de solidaridad” que llevaremos a una comunidad en la Mixteca Poblana, donde un español lleva seis años apoyando voluntariamente como médico y dirigir el dinero obtenido en el crowdfunding (aproximadamente $6,500 al cambio) para asociaciones que garanticen su labor y transparencia con una perspectiva en el mediano y largo plazo.

Además, en el plano personal, decidí lanzar dos videos de apoyo y concientización. Apoyo a todos esos pequeños comercios que han dado todo en esta situación, frente a otros que decidieron hacer negocio con la desgracia. Concientización a toda la población acerca de qué tan importante es su labor, acerca de cómo cada uno de nuestros actos son relevantes, fundamentales para iniciar el cambio social que queremos ver. Porque, sin duda, todo lo acontecido es una oportunidad histórica para relanzar un nuevo concepto de cooperación y desarrollo social.

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Fotografías de Román Gómez @Playadura

Por todo lo acontecido, quiero aprovechar estas líneas para agradecer a la sociedad mexicana esta lección de vida que me ha dado, en la que cada uno ha sacado lo mejor que tiene de sí, en la que ha demostrado que está preparada para afrontar crisis con toda la voluntad. Y también quiero pedirles que la utilicemos como parteaguas para crear una sociedad más justa, eficiente y generosa. Ya no hay que seguir el grito de “sí se puede”. Ahora tenemos que seguir el grito de: “ya hemos demostrado que sí se puede, carajo”. Seamos el cambio que el mundo espera. ¡Gracias México!

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