Sobre la calle Vuelta de Obligado al 3165 -un pasaje que atraviesa el barrio de Belgrano de modo zigzagueante y profundo como una cicatriz- dos chicas adolescentes parecen arribar a destino después de una larga peregrinación. En medio de esta zona arbolada y residencial ubicada a 20 minutos en subte del microcentro porteño, el calor intenso y pegajoso lubrica la superficie de una postal signada por la emoción. Delante de la fachada negra de la clínica alcla, una de ellas se detiene a contemplar su estructura como delante de un templo milenario; la otra, visiblemente más conmovida, saca de su mochila un marcador, cruza la calle y se dirige hacia una de las dos gigantografías con la imagen de Gustavo Cerati que reposan en las paredes externas de un estacionamiento, justo enfrente del centro médico. Sobre esas lonas -que de cerca resultan ilegiblemente pixeleadas, pero que desde la otra vereda se proyectan con una nitidez enorme- se superponen un sinfín de mensajes de aliento y esperanza de todos puntos de Latinoamérica. Es como un muro de Facebook analógico, artesanal y espontáneo.
“Vos podés hacer cosas imposibles. Desde Venezuela te seguimos esperando, Gus”, rezará minutos más tarde la última plegaria.
Desde el 24 de octubre del 2010, cuando el cantante de Soda Stereo fue trasladado a este edificio después de casi cinco meses de permanecer en el Instituto fleni, esta secuencia se repite día tras día como un ritual silencioso. La clínica alcla -un centro de internación subaguda, recuperación y rehabilitación general en las áreas de neonatología, pediatría y adultos-, es el punto de encuentro y descarga de cientos de fanáticos que se acercan mensualmente para dejar sus mensajes de esperanza y aliento, o, simplemente, observar conmovidos el lugar donde reposa su héroe dormido. “Es impresionante lo que recibimos día a día”, confiesa a Playboy Lilian Clark, la mamá de Gustavo. “Digan lo que digan los científicos, esa energía de alguna manera llega, porque es impresionante”.
“Parece que está dormido”
A cuatro años del accidente cerebrovascular que sufrió tras el show brindado en la Universidad Simón Bolívar de Caracas, Venezuela, el 15 de mayo de 2010, Cerati se encuentra sumergido en un viaje incierto, un sueño profundo del que todavía no logra despertar. Desde aquel momento hasta ahora, muchos fueron los rumores y las especulaciones acerca de su estado de salud, pero las palabras de la ciencia siguen siendo determinantes: “Continúa sin cambios neurológicos, clínicamente estable, sin intercurrencias agudas, y sin lesiones agregadas”, detalla el último parte médico firmado por el doctor Gustavo Barbalace, Director Médico de la clínica.
Actualmente, el músico de 54 años se encuentra alojado en estado de coma, y con respirador artificial, en el laberíntico primer piso del edificio, en la única habitación que cuenta con un dispositivo de seguridad que exige el registro de huellas dactilares para lograr el ingreso. Su mamá Lilian, su tía Dora, sus hermanas Estela y Laura, y sus hijos Lisa y Benito, son algunas de sus visitas habituales. Durante el día, Gustavo permanece acostado en la cama o sentado en un sillón, donde es asistido por todo tipo de profesionales. Además de los cuidados habituales que requiere un cuadro de su gravedad -donde se le realizan chequeos y se le ejercitan sus músculos-, Cerati es también sometido a distintas terapias alternativas como la reflexología, la homeopatía y, sobre todo, la musicoterapia, con la que una mujer trabaja a diario con Gustavo y sus respuestas, aseguran, son muchas. Según Lilian, todo ese trabajo conjunto es tan efectivo, que su estado físico permanece intacto; tanto su masa muscular como el color de su rostro. “Vos lo ves y es una persona que está perfecta, está muy entero físicamente”, indica. “La verdad, cuando se lo ve con su carita así de fresca, es como si estuviera durmiendo, nada más”.
Al lado de su cama reposa una imagen de la Virgen de Guadalupe, unas fotos de sus hijos Lisa y Benito –fruto de su relación con la actriz, modelo y artista chilena Cecilia Amenábar-, y un iPod con música que le cargan sus amigos –como su inseparable sonidista desde la época de Soda, Adrián Taverna- y el mismo Benito, que en el último tiempo se había convertido en uno de sus socios musicales más cercanos. Suenan temas suyos, de Michael Jackson, de los Beatles, y de otro manojo de artistas, tanto argentinos como internacionales, que Gustavo siempre admiró. “Todo menos cumbia, eh”, aclara Lilian, con gracia. Desde el pasillo del primer piso, a mitad de camino entre el bufet y la capilla de la clínica, es habitual escuchar el murmullo de la música que brota desde dentro de la habitación.
A pesar del diagnóstico de los médicos, que por cuestiones lógicas se niegan a arriesgar pronósticos, todos los que estuvieron en contacto con Gustavo aseguran que los avances son lentos pero sostenidos, alimentando la idea de que, algún día, pueda volver a abrir sus ojos. Gustavo reconoce voces, responde a estímulos, mueve sus ojos cerrados, ladea la cabeza cuando alguien entra a la habitación, o sus pulsaciones se disparan cuando percibe la presencia de viejos amigos. “Dentro de él sabemos que está despierto. Yo fui para mi cumpleaños y me apretó la mano”, dice Leo García, amigo y colega que participó del regreso de Soda Stereo en el año 2007. “Nosotros ya superamos el profundo dolor que implicaba que él esté grave, digamos. Así que cuando hay ganas de mi parte, voy, llevo la guitarra y canto. A veces da la casualidad que va otro amigo más y otro y otro, y están la mamá, las hermanas, y ahí nos ponemos a hablar todos y nos reímos y compartimos del mismo modo que si Gustavo pudiera estar hablando. Su presencia sigue siendo muy fuerte”.
Colegas cercanos como Luis Alberto Spinetta (fallecido en febrero del 2012), y Ricardo Mollo, cantante de Divididos, fueron algunas de las figuras que se acercaron a la clínica para llevarle música y palabras de aliento. Sus compañeros de Soda, Charly Alberti y Zeta Bosio, en cambio, adoptaron un perfil mucho más bajo que terminó por dar lugar a algunas especulaciones. “La gente cree que tenemos que actuar como fans, o como algunos que lo único que quieren es figurar yéndolo a visitar y al salir cuentan que lo fueron a ver y las cosas que hicieron. Cuando vamos, tratamos de que nadie se entere, cuanto menos se hable del tema mejor. Más respeto hacia la situación y la familia, y por sobre todo a Gus”, dice Alberti cuando es consultado para esta nota. El baterista, que también confirma que pensaban reunir a Soda Stereo cada cinco años (“Sí, ese era el plan”), meses atrás, en una entrevista televisiva para un medio argentino, había confesado su profundo dolor para con toda esta situación y sugirió que a Gustavo había que “dejarlo ir”.
Un disco muy premonitorio
Cerati ya había tenido algunas advertencias físicas, como aquella trombosis que sufrió en sus piernas en 2006 y que lo habían obligado a dejar el cigarrillo. Pero su ritmo de vida seguía siendo vertiginoso, sumamente exigido por esa constante búsqueda de la perfección. Lilian dice que el caso de su hijo tiene que servir de ejemplo. “Era muy exigente y fueron muchos años de un ritmo muy elevado. Así no se puede vivir”, evalúa.
Una de las cosas que todavía más sorprenden dentro del círculo íntimo de Gustavo Cerati son las señales premonitorias que, al parecer, el músico fue soltando sobre todo a través de Fuerza Natural, su último disco. “Si yo me retirara ahora, en este momento, me iría contento por Fuerza Natural”, había dicho en una de sus últimas notas. Su madre todavía se estremece cuando habla de los mensajes de aquel disco, un viaje en el cual no había que tener miedo al perderse en el camino. “Es muy premonitorio, es impresionante. Y no lo digo sólo yo, hay muchos que vienen y dicen “¡no lo puedo creer, es como si Gustavo hubiese planificado todo!”. Hay muchas cosas muy llamativas. El mismo título del disco, Fuerza Natural… Es lo que tiene Gustavo y lo que está demostrando ahora. Eso y muchas cosas más, pero preferimos guardárnoslas para nosotros”, se disculpa.
Mientras puertas afuera el legado de Cerati sigue floreciendo (su estudio Unísono, ahora a cargo de su hermana Laura, es un punto clave de la producción musical de Buenos Aires; Benito se lanzó decididamente con Zero Kill, su nueva banda; y su hija Lisa prepara un proyecto musical que, prometen, será revelador), Gustavo atraviesa su momento más importante con una energía y entereza sorprendentes. “Creo que si él estuviera sufriendo muchísimo, tomaría la decisión de irse”, dice Leo García. “Él está luchando y nosotros esperando que pueda despertar. Gustavo es una súper estrella, es un tipo que está más allá, siempre estuvo más allá, entonces lo veo en esa situación y por el respeto y por esa cosa de grandeza que él tiene, jamás pienso que está en la mala. Está atravesando un viaje, le está pasando algo en la vida que desde acá nadie quisiera que nos suceda, es un momento de mucha valentía. Él sigue vivo y con mucha fortaleza”.
Por su parte, Lilian Clark, que ya superó los 80 años y luce fuerte y decididamente aferrada a la fe, todos los días repite la misma rutina hasta la clínica alcla para acompañar a Gustavo. Dice que el cerebro humano es un misterio, y que su único sustento en todo esto es Dios. “Además de tener confianza en la ciencia, porque si no fuera por ella Gustavito no estaría ahí, está también la otra parte que es a la que nosotros apostamos muchísimo: la fe”, afirma Lilian. “Este es un proceso muy difícil, así que hay que tener paciencia porque él la está luchando. Yo siempre le digo que entiendo que en la clínica lo tratan muy bien, pero que tome todo ese cariño de la gente y que se despierte de una vez”.