En múltiples ocasiones yo he mencionado que la cocina es un lenguaje. En más de 8 años entrevistando personas sobre sus gustos y costumbres alimenticias he podido observar que el 90% puede ligar un recuerdo de alguna(s) persona(s) con algún platillo, y a su vez, casi todos mencionan en primera instancia un recuerdo y platillo con su figura de amor más importante, quien lo haya criado pues. Mamá la mayoría.
Dice Joël Robchon: “Cuando mi madre nos daba el pan, repartía amor”. Yo a mi madre la recuerdo tratando de combinar una sana alimentación y darnos gusto a mi hermana y a mí.La verdad sea dicha y pocas veces el platillo cumplía las dos condiciones, pero el amor que le ponía ese sí era fácil de notar en cada bocado.
Y en cada “no te levantas hasta que te lo acabes”… Y en cada “a ver, ya hice lo que te gusta pero no va a ser diario eh?”… Y en cada “a ver prueba estas galletas y si te gustan hago más”. Qué hostia de galletas, las más simples: manteca vegetal, harina y azúcar. He intentado hacerlas cien veces y nunca se acerca el sabor que ella les pone. Cada vez que la visito las pido, y OBVIO me consiente.
Pero no solo el gusto por comer ciertas cosas, “sanas” y no sanas, deliciosas y que me dan sabores básicos en mi día a día, le debo a doña vizcondesa, también le debo el gusto por cocinar. La primera vez en mi vida que cociné fue un 10 de mayo, yo tenía unos 6 o 7 años, yo quería darle un regalo hecho por mí y que no fuera un jarrón chino miniatura pintado a mano… por la maestra… sino algo original que disfrutara y que se me prende el foco y me pongo a recordar ¿cómo era que prendía la estufa? Sartén lista, huevitos en el refri: menganche pa’cá y creo que se abren así. ¡BIEN!
Ahora frijolitos, ya están hechos, solo hay que calentarlos y el problema es que el horno de microondas aún ni existía en México, así que: otra sartén. Todo en una charola y a sorprenderla. En ese momento ella claro que dijo que era el más delicioso desayuno que había tenido en la cama y así lo pensé durante años.
A poco no recuerdas a tu mother con esas 10 recetas de base que eran los platillos que comían constantemente, cíclico. Sí muy buenos, ahora hasta los extrañas. Y no me vayan a dejar de lado el sábado de quedes, sobrinas, guardaditos o como sea que le llamaran ustedes. Uno de mis favoritos era un chilito relleno de frijoles, bañado con crema, cebolla y jitomate, horneado, de un sabor tan simple pero con tanta carga de amor y recuerdos que llegué a compartir la receta en mis épocas en el matutino con Esteban Arce.
Yo aún me preparo de vez en cuando un sándwich con mayonesa, poquita mostaza, jitomate y jamón horneado, acompañado con un licuado de plátano con miel, huevito crudo (chit.. a mí me gusta ¿y qué? Pos ma..) y si llega a coincidir con alguno de esos días en que tengo que ir de carrerita a algún llamado y voy sorteando baches cuidando que no se me vaya a caer el licuado… Bueno, maná caído del cielo.
Haciendo conciencia de todos los recuerdos que pueden provocar los sabores y aromas, quiero concluir con dos cosas. La primera es invitarlos a crear recuerdos con sus hijos, su pareja o con quien quieran, pero esos son los verdaderos tesoros.
La segunda es felicitar a todas las mamás. A mi madre, que a través de esos tesoros me has hecho pasarla un po- co mejor en las muy malas, y tremendamente bien en las muy buenas.
Gracias por esos tesoros Madre. Gracias por enseñarme a crearlos. Te amo.