Para que Beas desde Brasil: Maracanazo
Por:
Jafet Gallardo
05 Jun 2018
Desde Río de Janeiro. La vida se puede dividir en ritos y política. Las palabras pueden esconder entornos y el […]
Desde Río de Janeiro. La vida se puede dividir en ritos y política. Las palabras pueden esconder entornos y el futbol siempre regala momentos. Ahí hay ritmo. Espacio. Tiempo y son. Paz y guerra. Sudor y talento. Un balón y poesía, una potencia y su despertar. Un mítico recinto y sus nuevas butacas, su historia, su pasado, presente y futuro. Lo rítmico y lo glamoroso, lo virtuoso y lo sustancial. Mucha glosa en mis palabras, poco análisis, mucha caipiriña. Un Reimar, un Felipao y el Maracaná.
Pongamos a un lado la euforia que se vivió en el Mario Gomes Fihlio, arropemos el trabajo de campo. Brasil fue una sede extraordinaria y pasional que no sólo sigue festejando el baile que le puso a España, sino que saben que han dado un paso muy grande para confiar en ellos en la cancha. El Jogo Bonito le dio una lección de humildad y trabajo a la multi ganadora furia roja. Llegó con un 9 desamparado y se va con un goleador letal (Fred), con un portero en decadencia y ahora tiene un guardameta de elite (Julio Cesar), un lateral de arrabal y hoy un cotizado contrabandista por la banda (Paulinho), un central torpe y hoy un salvador en la línea de fuego (David Luiz), muchos jugadores de los torneos caseros que seguro todos terminarán de nuevo en Europa en el mercado veraniego. Los penta campeones del mundo llegaron como el equipo de las dudas, del juego rocoso; y se van como siempre, por la puerta donde sale usualmente Brasil, la que sólo ellos conocen, la que les permite gritar todo el tiempo en las calles que son brasileños con mucho orgullo y con mucho amor, en gran medida por el futbol y hoy por su juventud más preparada, ese deporte-fenómeno que tiene loco al planeta y que en estas tierras ya preparan una fiesta inmortal para nuestros tiempos, para homenajear semejante locura pasional a la pelota.
¡Ojo! no quiero que se mal interpreten mis líneas, ya que no sólo me quedo con el ámbito futbolero, acá la razón del título en mi columna final en tierras amazónicas. Me explico: Brasil no vivió un Maracanazo en la cancha, lo vivió y lo seguirá viviendo en las calles, el Maracanazo de la Copa Confederaciones fue el de los jóvenes y sus protestas sociales. Piden explicaciones del dinero invertido, quieren medios menos controladores, más lectura, educación y salud. Gobernadores honestos y un país más tecnológico. Los reclamos no son contra el futbol, lo llevan en la sangre, lo aman más que cualquier otro país. Por lo mismo han aprovechado la coyuntura para hacerse notar, saben que el mundo estará pendiente de sus cracks pero hoy también de sus calles, de sus reclamos y manifestaciones. Por más que Blatter y esa corruptela de entes y papadas parlantes de la FIFA omitan durante un año, todos los que venimos a Brasil sabemos que este país no es el mismo, no será el mismo.
Así como en 1950 el monstruo de las 245mil gargantas se quedó silente, murió en vida y dejó que los charrúas se llevaran la Jules Rimet, para luego despertar y ser el gigante de todo el mundo jugando futbol, hoy, en ese mismo espacio, la vida y el despertar de un grande parece repetirse y no sólo en la cancha, el progreso y el orden como dicta su bandera, la alegría y sabor que tiene su música, comida y bebidas, la belleza que tienen en sus caderas como en su naturaleza verde y azul, la salud que gozan gracias a su cultura atlética, y el vigor que tiene su juventud han provocado el nuevo Maracanazo. Ese que los hará despertar como campeones de la Copa Confederaciones y como una nación consciente, activa, en desarrollo y crecimiento en todos los ámbitos sociales que levantan la mano no sólo para albergar mega eventos deportivos, no sólo para ser la eterna potencia balompédica del orbe, sino para ser una potencia mundial y no sólo una economía emergente. ¡Brasil nos vemos en 346 días, prometo no fallar, nadie puede fallar a esa cita! ¡Bienvenidos, bienvenidos! Al nuevo Maracanazo, ese que respira entre gas lacrimógeno y futbol en las calles y los estadios; ese que grita ¡Neymar campeón! Y ¡un profesor vale más que un Neymar!
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