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Padre Alejandro Solalinde. Dios puede hacer santo hasta a un Zeta

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Sin remordimientos, reconoce que no es célibe. Estuvo con una mujer, experiencia que califica como milagro y lo ayudó a […]
Padre Alejandro Solalinde. Dios puede hacer santo hasta a un Zeta

Sin remordimientos, reconoce que no es célibe. Estuvo con una mujer, experiencia que califica como milagro y lo ayudó a humanizarse. Célebre es su labor al frente del albergue Hermanos del camino, donde acoge a migrantes centroamericanos que se encuentran de tránsito por México. Por eso y sus incendiarias declaraciones, sobre su cabeza penden amenazas de muerte de parte del crimen organizado. Incluso, en mayo pasado salió del país por razones de seguridad. Él no tiene miedo, y aunque va custodiado por la vida, reconoce que cuando lo quieran asesinar, lo harán. Pero ni así dejará de ser un sacerdote rebelde.

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PLAYBOY: Padre, o usted tiene una vida muy agitada o sus colegas se la pasan muy a gusto en sus parroquias.

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SOLALINDE: ¡Híjole! A lo mejor son las dos co­sas. No soy el único, pero llevo una vida muy agitada porque la mies es mucha y los obreros, pocos. Me angustia que haya tanta necesidad.

PLAYBOY: ¿De dónde viene esa inquietud por hacer de la fe un trabajo más de cam­po que de escritorio?

SOLALINDE: Toda mi vida sacerdotal he si­do un rebelde. Hasta la fecha, no sigo lo con­vencional. He hecho mi propio camino. Fui al Seminario, luego fui al noviciado con los Car­melitas, pero por ser como era, por concebir la libertad como la concibo, ¡me corrieron! No encajaba. Los Carmelitas son excelentes, pe­ro yo no cabía en un sistema hecho. Ingresé entonces a un sistema más abierto, un Ins­tituto secular, pero tampoco me gustó. Así que opté con otros Seminaristas por hacer una experiencia aparte: me fui a vivir a una vecindad en la colonia Portales y comencé a tener un acercamiento real con la gente que trabaja, con la clase media baja. Ahí aprendí a ser un seminarista diferente y después un sacerdote distinto. El problema vino cuando me ordenaron. Académicamente, yo asistía a clases al Instituto Superior de Estudios Ecle­siásticos del Cardenal Miguel Darío Miranda, pero cuando los demás se iban a sus comuni­dades, a su vida segura, yo me metía al ries­go de la vida de la calle, con los laicos, la gen­te común (risas). Pero me pregunté: “¿y cómo me ordenarán, qué Obispo me va a recomen­dar?”. Y sucedió un milagro. Vino un Prepósi­to general que promovió mi ordenación des­de Roma. Ese día hubo rocanrol, mariachi, bailé hasta que me cansé y me dolieron las quijadas de tanta alegría. Dios avaló mi cami­no de búsqueda y no me pongo como el para­digma al que todos deben seguir, para nada, porque entonces me hago dogma y la vida no es dogma. La vida es fresca y se va constru­yendo, no hay por qué ajustarse a los carta­bones de otros. Contra eso me rebelé. Yo no quería una vida acomodada porque de niño siempre tuve una vida pobre con mi familia. Una vez ordenado, de pilón me llevaron a vi­vir a La Herradura, ¡no friegues!, cómo iba a soportar la vida con puro riquillo.

PLAYBOY: ¿Y cómo lo tomaron los ricos?

SOLALINDE: Ahí empezaron los problemas, porque todos los domingos iba a Misa do­ña Chole Ávila Camacho (viuda del ex pre­sidente) y como el Evangelio se tiene que aplicar, yo lo apliqué a su caso. Se trataba de la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. Yo dije: “Doña Chole es como el rico Epulón y el pobre Lázaro es Palosolo”, una colonia muy pobre que quedaba del otro la­do. Me corrieron también de la iglesia y me mandaron a San Isidro, una zona muy po­bre. O sea, que Dios sabe cumplir. Mi mayor rebeldía fue dejar el riel y buscar mi propio camino, ser iglesia a mi manera. Y soy muy feliz, me saqué la lotería estando entre la gente. Más allá de juzgar a nadie, porque Jesús no vino a juzgar a nadie, se trata de aceptar a la gente como es. Después estuve en la Diócesis de Toluca, me negué a vivir en una iglesia y puse un departamentito don­de recibía a la gente.

PLAYBOY: ¿Un sacerdote que se negaba a vivir en una iglesia?

SOLALINCDE: Sí, por las estructuras y los este­reotipos. Eso no servía para llegarle a las nue­vas generaciones.

PLAYBOY: Padre, muchas de las cosas que dicen me saltan, ¿un sacerdote que dice que la vida no es dogma?

SOLALINDE: No, la vida surge. Te voy a con­tar algo maravilloso. Creo mucho en nuestra condición humana, me encanta ser humano y falible, defectuoso, me encanta tener errores, estar limitado, equivocarme. En esos años aprendí algo, yo tenía 32. A ver, yo platico con Dios como platico contigo. Trato todos los asuntos, hasta los de índole sexual, con Dios. No me inhibo de nada. Yo le decía: “ya tengo 4 años de ordenado y nunca he tenido relación con una mujer. No sé lo que es eso. Soy céli­be por obligación, porque si no lo era, no me ordenaba, pero… ¿cómo voy a entender a un matrimonio o las mujeres, si no conozco na­da de eso?”. ¡Y sucedió el milagro, sin buscar­lo! Entre las jóvenes con las que yo trabajaba, sucedió… eso. Lo descubrí y fue maravilloso, descubrí una dimensión increíble que me hi­zo sentir más humano, más hombre. Y lejos de sentir culpa, ¡para nada!, ni me confesé. Le di gracias a Dios y andaba como niño con jugue­te nuevo, porque descubrí a la mujer como es y me descubrí a mí como hombre. Estuve en la disyuntiva de continuar mi camino o dejar el sacerdocio y casarme. Ella estaba muy ena­morada, pero yo solamente la quería. Así que mi vocación fue más fuerte. Decidí estar con la gente, con los pobres y ser sacerdote. Ahora soy célibe. Ahora (risas).

PLAYBOY: ¿No le causa problemas contar­me que estuvo con una mujer?

SOLALINDE: No, porque cuando me orde­naron era célibe. Hice todo lo que me pedían ellos, aunque me reprimiera. Le fui fiel a Dios, pero después pude humanizarme. No puede ser que uno como sacerdote intente orientar a los jóvenes, que hablan tanto de sexo, estan­do en la inopia. Tampoco estoy diciendo que todos los seminaristas deberían pasar por ahí, como yo, pero a mí me dio resultado. Ya soy una persona normal. Cuando veo a una mujer que me llama la atención, lo comento con Dios y esa experiencia me enseñó a va­lorar a la mujer, a no verla como un objeto se­xual. La admiro muchísimo, la mujer es la ex­presión más bella del rostro de Dios.

PLAYBOY: ¿No le da miedo que sus supe­riores se enteren de esto?

SOLALINDE: Hay que entender que el celibato no es un dogma de fe, sino una medida discipli­naria nada más. El sexo no es malo, ni tampo­co casarse o tener una relación con una mujer. Jesús fue célibe, libre, pero fue un ser sexua­do. Nunca rechazó tener una relación con una mujer desde su ser de hombre. Él veía todo con mayor naturalidad. En cambio, en cuestión de sexo la iglesia sigue muy cerrada. Jesús escogió de entre sus discípulos a un casado para irse a vivir a su casa. Y para acabarla de amolar, eligió como primer jefe de la iglesia católica, a un ca­sado, a Pedro, y conoció a su esposa. Él nunca dijo que para seguirlo había que ser célibe. Eso empezó a imponerlo la iglesia católica cuando los hijos de los sacerdotes, los papas y los obis­pos empezaron a exigir derechos de herencia. ¡Les dolió en la administración! Por lo demás, no tarda el tiempo en que la iglesia vea el celi­bato como algo opcional.

PLAYBOY: Me suena un poco descabella­do que sea “pronto”.

SOLALINDE: La iglesia no es un monolito, es un conjunto de realidades. Una parte de la je­rarquía está dando el cambio, pero no lo dice en público. En Francia, la iglesia ya están orde­nando a casados como diáconos. El siguiente paso es ordenarlos sacerdotes. Hay una dióce­sis, pero no te voy a decir cuál porque me en­canta el chisme pero no tanto (risas), donde el 75% de los sacerdotes son casados, por el civil y por la iglesia, y viven con su esposas. Esto lo sabe Roma, desde hace muchos años.

PLAYBOY: Pero nosotros no.

SOLALINDE: Y lo que tampoco sabemos es que hay miles de sacerdotes anglicanos que han retornado a la iglesia católica con todo y sus familias. Por eso te digo, llegará el mo­mento en que se revise el celibato y se vol­verá opcional.

PLAYBOY: ¿Hace cuánto no oficia una boda?

SOLALINDE: De repente me invitan, pero las misas que menos me gustan son las de XV años. En general, las sociales. Las misas que más me placen –y te va a parecer muy raro– son las de cuerpo presente y ésas son a las que muchos de mis compañeros no quieren ir por­que no les pagan, son gratis. A mí me encanta porque es el momento en que la gente, en su dolor, está más dispuesta a escuchar la palabra de Dios. Los agarro crudos y desvelados, pero dispuestos. Cuando hablan de dinero, ésas son las misas aburridas.

PLAYBOY: Por lo que me cuenta, no pare­ce haber muchos curas dispuestos a en­suciarse las manos.

SOLALINDE: Sí, pero ellos no son los culpables. Son buenos, pero los obispos los han converti­do en ministros en riel, ¡qué aburrido! Y ellos no se atreven a salirse del riel.

PLAYBOY: Dicen que a todo se acostum­bra uno, menos a no comer. ¿Usted se acostumbró a las amenazas de muerte?

SOLALINDE: Sí, ya me acostumbré. Son se­cundarias, no tengo miedo porque confío en Jesús. Dice él, creo que en Juan 8:29: “El que me envió, está conmigo”. Yo no soy “El envia­do”, pero soy un enviado y el que me envía está conmigo. Ayer estuve en la Secretaría de Gobernación y me dijeron: “como usted no cambiará ni dejará de dar declaraciones, ten­dremos que implementar las medidas de se­guridad de la magnitud de su actitud” (risas). Así. Y no, no cambiaré. Me siento muy feliz de servir a la verdad. A mí no me importa el pin­che dinero, ni creo en el poder ni en la fama.

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PLAYBOY: ¿También se acostumbró a traer escoltas como ángeles de la guarda?

SOLALINDE: Es como traer los lentes. Siendo sinceros, el día que los malos me quieran que­brar lo harán sin reparos. Y si no lo han hecho, es porque no han querido. Entiendo que mis agentes de seguridad personal portan armas largas y se sometieron a un entrenamiento especial, pero el día que de verdad quieran matarme no servirán ni 20 agentes. Por eso los tomo como una medida de respeto y obe­diencia a la comunidad internacional que me dice: “no eres el Mesías, pero cuídate porque nos haces falta”. Pero no temo a que me des­pachen. No creo en la muerte, es sólo un pa­so de una dimensión a otra. Esta vida es her­mosa y la disfruto, pero la que viene es mejor. Aunque tampoco quiero ser mártir, ¡si está re bueno este bailongo!

PLAYBOY: Qué ironía que siendo un hom­bre de paz su apellido sea Guerra.

SOLALINDE: ¡Qué voy a ser de paz! Me la paso haciendo la guerra a la gente que lucra con el ser humano. Soy un foquito rojo que ilumina lo que hacen en lo oscurito. Antier estuve con el equipo de transición de Enrique Peña Nieto. Se portaron muy amables y yo no me cierro al diá­logo, pero ellos se imaginan que Solalinde será su incondicional. ¡Ni se imaginan en la que se metieron! ¡Yo no voy a ocultar nada! No soy un incondicional ni hay manera de que me com­pren. He recibido atenciones de gente muy de arriba, poderosas, pero no necesito ni dinero ni poder. Lo que necesito lo tengo y soy el hom­bre más rico y feliz del mundo. Si me meten en un círculo acepto, porque Jesús debe entrar en todos los ambientes, pero siendo libre e incon­dicional. Por eso voy a ser una guerrita para ellos (risas). Si creen que haré la paz, no, ¡Jesús trajo la guerra!

PLAYBOY: ¿Cuál es su primer recuerdo asociado a un migrante?

SOLALINDE: Cuando estuve en la Parroquia de la Santísima Trinidad en Juchitán (Guerrero). Llegaron cuatro migrantes muy jóvenes y me dijeron: “fíjese, padre, que nos acaban de asal­tar”. Los llevé en mi carrito adonde los habían asaltado. Descubrí que habían sido judiciales y los enfrenté. Ahí empezó esta vida. “Lo que les robaron, se los tienen que regresar”, les recla­mé. Obvio, no lo hicieron pero yo los acusé con los superiores.

PLAYBOY: ¿Y el albergue, cómo nació?

SOLALINDE: Empezó el 26 de febrero de 2007, cuando llevaba un año dando comida en las vías del tren. No era suficiente, por­que lo que los migrantes más necesitan es seguridad. Un día estaba yo dando comida de un lado del tren y del otro, los empeza­ron a asaltar. Me voy de aquel lado y del que yo estaba, lo mismo: asaltos. Era una burla. Por eso necesitaba un lugar donde estuvie­ran, para que no anduvieran como ovejitas sin pastor. Me siento honrado de servirlos, pero me indigna la ceguera humana. Yo no divido el mundo el mundo en buenos y ma­los, porque estamos, como dicen en Oaxaca, entreverados. Me da tristeza que las institu­ciones no hayan hecho nada para formar se­res humanos: le reclamo al PRI, que estuvo tantos años en el poder y no hizo nada para formar personas; le reclamo al PAN, porque a pesar de ser tan católicos, no hicieron un México más humano; le reclamo a todos los partidos que se han corrompido, pero le re­clamo también a la Iglesia católica, con todo y que es una institución con autoridad mo­ral, no fue capaz de formar personas, ¡por­que no me digan que los judiciales y los mi­litares que han desertado del ejército para entrar en el crimen no son católicos! ¡Que no me digan que las personas del capital fi­nanciero, empezando por Carlos Slim, no son católicas! ¿Cómo pueden hacer lo que hacen siendo católicos? Porque los han engañado, les dijeron que la fe es la religión. No es cier­to, la fe es seguir a Jesús. Pero ellos hacen lo que hacen, van a misa y reciben su bendición bien tranquilitos de un obispo y hasta le dan su limosnita.

PLAYBOY: Por declaraciones como ésta fue que lo tuvieron que sacar de México, ¿cómo fueron esos días lejos del país?

SOLALINDE: Duros, porque extrañaba el al­bergue, pero yo no pierdo el tiempo. Soy misio­nero las 24 horas del día los 365 días del año. En Europa rechacé ir como turista. ¿Arriesgo el pellejo y por eso merezco vacaciones? ¡No! Aproveché los espacios que las brigadas in­ternacionales de paz me dieron y tuve a par­lamentos, cámaras de diputados y senadores escuchándome, con un 90% de asistencia. Cuestioné lo que hacen con los migrantes allá. Como ayer les dije a dos diplomáticos europeos con los que comí: “Ustedes son ejemplares en los derechos humanos de las personas a secas, pero los repruebo en derechos humanos a los migrantes”. México es un estado que simula: firma tratados internacionales y dice que res­peta los derechos humanos, pero la realidad es que los pisotea.

PLAYBOY: ¿Qué le parece Estados Uni­dos, ese lugar al que quieren llegar los migrantes?

SOLALINDE: ¡No me gustaría vivir ahí! Físi­camente es precioso, ordenado y civilizado, aparentemente, pero existen muchas injusti­cias. Es el principal santuario donde se adora al dinero y se sacrifican vidas humanas en su honor. Es el país al que no le importa destruir otras ecologías con tal de proteger las suya. No existe ni siquiera democracia electoral. Son los primeros en no respetar las democracias en el mundo, imponen y apoyan crímenes como el de Salvador Allende. Apoya dictaduras como las del cono sur. Es un país que se dice formado por migrantes, pero es el primero en rechazar a los migrantes. ¡Es xenofóbico! ¿Qué tienen es­tos migrantes centroamericanos que no tienen los que venían? ¿Dinero? Los primeros tampo­co lo tuvieron, llegaban con una mano adelan­te y otra atrás. Pero luego viene lo más triste; los migrantes que llegan se vuelven anglos y rechazan a los nuevos.

PLAYBOY: Si no supiera que es usted sa­cerdote, pensaría por momentos que en­trevisto a un marxista.

SOLALINDE: Admiro a todos los seres huma­nos, a los marxistas también, pero Jesucristo es mucho más que eso: siempre cuestionó cual­quier sistema injusto y abogó por un sistema al servicio del hombre y no un sistema al servicio de los pinches sistemas.

PLAYBOY: Como crítico de la iglesia, ¿qué opinión le merece Marcial Maciel?

SOLALINDE: Fue un pobre hombre adicto, en­fermo, un criminal, pero también víctima de un sistema que no se ha preocupado de for­mar personas, otra vez. Fue víctima de un sis­tema coludido con el dinero. ¿Cómo es posible que no vieran la vida oculta de Maciel? Claro que lo sabían, pero no lo decían porque apor­taba mucho dinero. Había que salvar el pinche capital en vez de salvar a las personas. Qué terrible. Si yo fuera un alto jerarca de la iglesia no tendría alma administrativa, así que salva­ría a las personas. A veces Dios escribe dere­cho sobre renglones torcidos. Les diría a quie­nes quedaron a cargo de su instituto: “¿cómo se sienten?” ¡Pues de la fregada!, dirían, nues­tro fundador no era un santo, ¿ahora cómo nos libramos del estigma? Les propondría for­mar un nuevo instituto, del que ellos fueron los iniciadores. Pero no, ¿qué hicieron?, man­daron dos cardenales de Roma para tapar el sol con un dedo y salvar la razón social para salvar la lana. En México pasa eso, el ser hu­mano no ocupa el primer lugar de las inver­siones. Ahí está el campo muriéndose, los in­dígenas relegados, los rechazados de las Uni­versidades, los ninis.

PLAYBOY: ¡Pero tendremos un nuevo avión presidencial!

SOLALINDE: Sí, esas son las grandes contra­dicciones. No entendemos nuestro drama. Nos damos lujos como si fuéramos de pri­mer mundo.

PLAYBOY: ¿Está de acuerdo en la separa­ción Iglesia-Estado?

SOLALINDE: Me encanta, así debe ser. En la Edad Media, la iglesia usurpó dinero para con­vertirse en poder. Pero gracias a Dios, la Re­volución francesa, al Renacimiento y el licen­ciado Benito Juárez, ahora la iglesia está en su lugar. La iglesia no tiene por qué ser una instancia de poder. Ojalá el Vaticano dejara de ser Estado para convertirse únicamente en la Santa Sede.

PLAYBOY: ¿Usted votó?

SOLALINDE: Claro, siempre he votado. En 1992 se reconoció a la Iglesia católica, pero yo desde antes votaba porque soy ciudadano; yo sí mar­ché y tengo mi cartilla. ¡Votaba porque, aun­que la ley no me lo permitía, a mí me valió! Voté porque tengo derechos.

PLAYBOY: ¿Se considera parte de la Teo­logía de la liberación?

SOLALINDE: Más bien soy descendiente de ellos. La teología de la liberación tuvo su mo­mento y evolucionó. Por ejemplo, para hacer la opción preferencial por los pobres se tiene que hacer primero la opción fundamental por el ser humano, en contraposición del dinero.

PLAYBOY: Estudió Letras, ¿escribirá sus memorias?

SOLALINDE: Pienso escribir algo pero no pa­ra que me recuerden, me magnifiquen o me hagan santo de estampita, sino para que vean que Dios puede actuar en cualquier tontín como yo. Mentira que Dios escoge santos desde la cuna, Dios puede hacer san­tos de cualquiera de nosotros, así sea de un Zeta, con tal de que se arrepienta y quiera tomar una vida diferente. Creo en tu santi­dad, la del fotógrafo y la de los lectores de Playboy. La santidad no es santurronería, sino pequeños actos de amor que represen­tan destellos de santidad.

PLAYBOY: Ya que lo menciona, imaginé que un sacerdote no querría aparecer en Playboy.

SOLALINDE: ¿Por qué no? La palabra de Dios tiene que llegar a todos los niveles. Y los lectores de Playboy son un tipo de so­ciedad que existe, son personas que tratan de vencer tabúes y si hiciera una encuesta entre ellos, quizá no encontraría mucha re­ligión pero sí mucha fe.

LA OVEJA NEGRA

El padre Alejandro Solalinde es uno de los personajes retra­tados por el periodista Emiliano Ruiz Parra en el libro Ovejas negras: rebeldes de la iglesia mexicana del siglo XXI (Océano, 2012), en el que dibuja un perfil de personajes que, por sus ideas revolucionarias o su contraposi­ción a los dogmas religiosos, han ocupado la atención de la sociedad. Otras “ovejas ne­gras”, son Javier Sicilia, Pedro Pantoja, Ser­gio Méndez Arceo y José Barba, entre otros.

DE PELÍCULA

Cientos de migrantes centroamericanos se trazan un camino para llegar a Estados Unido sin saber lo que conlleva el tren. El documental María en tierra de nadie, de la directora Marcela Zamora, expone el viaje de tres mujeres a través del territo­rio mexicano y paralelamente revela otros testimonios y escenarios de la suerte que padecen quienes buscan llegar a Estados Unidos. En el filme aparece el padre Ale­jandro Solalinde.

Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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