Oda a ti…

Todos caemos rendidos ante sus encantos. Por eso, con la desfachatez que lo caracteriza, nuestro columnista nos obsequia un “homenaje” a esa parte del cuerpo de la mujer.
Por: Facundo
Ati… a quien tantas veces he sentido deslizarte junto a mí, mustia, vibrante. A ti… que has guardado en tu interior mi esencia convertida en una mezcla perfecta de proteína, agua y amor. A ti… a quien la sola cercanía de mis dedos decididos representa un atisbo del paraíso. A ti que me has envuelto en tu calor, me has humectado con tu emoción y me has regalado la caricia cálida de tu oscuridad insondable. A ti te dedico este artículo… A ti… a quien he dado más vida que la que el mundo entero puede crear.
A ti… pucha querida.
¿Cuánto agradecimiento tengo para esa parte de la anatomía femenina? Las maneras de nombrarla son infinitas: desde la aburrida vagina, hasta la graciosa cococha, pasando por panocha, desviándose hacia el coño, posándose en el chocho. Algunos prefieren bollo, otros verija, los más penosos jijina, los gourmets bistezuda. Pay de pelos, raja, flor, paloma, cucaracha, morena o turrón.
Todas las palabras llevan a una misma promesa: placer. A veces también olor a marisquería, pero casi siempre placer. Y es que es innegable que llegar a conocer esa parte de una mujer siempre es precedido de un proceso casi místico, un camino empedrado de pequeños triunfos: El beso, el abrazo, el arrimón, la búsqueda del pezón aun bajo el brassiere. ¿Cuántas historias no concluyen aquí ante la negativa de la dama? Pero si ella no culmina ahí la danza, después viene ese momento de victoria donde la pasión evidencia la urgencia y el siguiente enemigo a vencer es el tibio calzón.
El calzón en contacto siempre con esa meta que es el artilugio de nuestros sueños más caldufos. ¿Cuántos de ustedes, lectores masculinos, me pueden negar que el momento en el que la mano comienza a bajar poco a poco el calzón descubriendo el tesoro que recompensa el esfuerzo o en algunas ocasiones el gasto, no es uno de los más emocionantes que un macho puede vivir?
Son emocionantes los goles conseguidos en el campo de juego, las buenas calificaciones en la escuela, un regalo ocasional, las noches de navidad cuando eres niño y recibir un jugoso cheque en el trabajo. Pero la inminencia del placer carnal y la conquista de una humectada cueva proveedora de sensaciones inguinales, ése es punto y aparte.
Y en búsqueda de ese momento es que se comienzan guerras, se proclaman enemistades perpetuas y hombres toman la decisión consciente de cambiar su vida con la esperanza de llegar a ese túnel que está tras la luz al final del túnel de la anticipación.
En el sentido estricto, su belleza no es franca. No es de que la veas y digas: “¡Oh, pero qué hermosa figura!”. Es más bien medio deforme y supurante, pero lo que está detrás, la promesa que guarda tras capas y capas epiteliales, es lo que le confiere su poder.
Nada es tan enigmático como la posibilidad de ver más allá de la última frontera, espiar una visión sólo reservada para la dueña y unos cuantos escogidos. (A menos que sea una teibolera o la más facilota de la prepa abierta o la oficina.)
La sociedad durante años la ha mantenido como un tabú… lo que a mí me parece fue muy útil, muy afortunado, pues esto sólo abonó a la construcción de su mito.
Tal vez no debería revelar este dato, pero lo voy a hacer porque es muy pendejo empezar un chisme y no terminarlo quesque por prudente: Cuando una revista negocia el varo que le va a dar a una modelo, celebridad o buenota para enseñar su anatomía en sus páginas, el factor “muestra de cococha” es determinante para fijar el precio, el cual sube si hay pelambre involucrado.
Nuestra sociedad, nuestro morbo, nuestro deseo, todo se ha juntado alrededor de una idea hecha de carne y tapizada de pelo. Una realidad de la que es fácil enamorarse, pero también puede representar la perdición y la desesperanza cuando se pierde.
Los adolescentes sueñan con ella, los viejos la extrañan, los niños la ignoran, pero dentro de ellos se está cocinando, sin entenderlo, un anhelo hacia ella. Y llegará el día en el que descubrirán su olor, su calidez y su misterio y caerán irremediablemente en su embrujo. Las mujeres hablan de su poder, lo ostentan y lo utilizan.
El mundo gira y gira gracias a ella. ¿No gira en torno al dinero? No… El dinero sólo se quiere para llegar a ella. ¿No gira en torno al poder? No… El poder sólo se quiere para llegar a ella. ¿No gira en torno al amor? No… el amor es sólo una representación caramelizada del deseo hacia ella.
¿Y los gays?
¡Ay cabrón! Pues ahí no sé. A esos güeyes sí que no los entiendo.
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