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Mujeres al borde de un ataque de besos

Por: Playboy México 16 Abr 2020
“Sabía que las dos estábamos excitadas, porque eso se siente en los besos (sin mencionar que, la verdad, yo estaba […]
Mujeres al borde de un ataque de besos

“Sabía que las dos estábamos excitadas, porque eso se siente en los besos (sin mencionar que, la verdad, yo estaba súper mojada) y porque esas falsas caricias con las que jugamos antes, se hicieron reales.”

Desde hace más de seis años, Melissa es mi mejor amiga. Fue chistoso que, por la misma época, las dos nos separáramos de nuestros novios.

Jueves, viernes y sábado andábamos en bares, fiestas y conciertos. Podíamos estar tres días bebiendo, con la cruda persiguiéndonos de un día para otro, y sin parar. También desempolvamos nuestros vestidos escotados, cortos y pegaditos, aunque no por eso nos besuqueáramos con cualquiera. Cuando llevábamos seis meses separadas de nuestros respectivos, comenzamos a salir con unos compañeros de la Facultad. Un mes después, Melissa ya se estaba tirando a uno y yo al otro. Estábamos tan contentas que pensamos en salir con ellos de forma seria, pero los mensos nunca dejaron de vernos como unas facilotas y sólo nos usaron para pasar el rato.

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Obviamente, salimos lastimadas. Un día, nos enteramos que habría una fiesta a la que estos dos sujetos asistirían, así que decidimos ponernos nuestros modelos más sexys y llevar toda nuestra actitud vengativa.

Desde antes de llegar ya andábamos hasta atrás. Entramos a la casa de nuestra amiga y vimos a los susodichos, sentados en un sillón, bebiendo mezcal. Al mirarnos, se rieron, por lo cual decidimos quitarles la sonrisita de la cara y Melissa y yo comenzamos a manosearnos y abrazarnos, según nosotras, de forma muy sensual.

“¿Así o más falsas?”. Esa declaración nos hirió en el alma, por lo que decidimos dar el siguiente paso. Sin pensarlo dos veces, nos dimos un besote. Al principio ninguna de las dos supo cómo hacerlo. Fue superficial, en los labios, pero cuando sentí la lengua de Melissa en mi boca, el asunto se transformó en algo más que una venganza. La tomé de la cabeza y nos besamos lento, con delicadeza, deliciosamente. Ninguna de las dos paró y el acto que había comenzado como exhibicionismo puro, se transformó en algo demasiado agradable. Era como si mi amiga me conociera mejor que nadie y supiera justo lo que me gustaba en un beso: con pausas precisas, el espacio correcto para cada lengua, el roce exacto de éstas, la suavidad de la piel, de los labios. Nada como los atascados besos que siempre me tocaban con los hombres. Éste fue casi perfecto… Y lo habría sido, de no ser por el fuerte aliento alcohólico que traíamos.

Sabía que las dos estábamos excitadas, porque eso se siente en el beso (sin mencionar que, la verdad, yo estaba súper mojada) y porque esas falsas caricias con las que jugamos antes, se hicieron reales.

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Sobra decir, que los dos idiotas estaban con la boca abierta. Ellos y la mayoría de los caballeros en la fiesta se encontraban atónitos, las mujeres se reían y otras nos veían con cara de: “pobres viejas urgidas”. Cerca de las 2 de la mañana, le pedimos a la chica de la fiesta que nos dejara dormir en su cuarto: “Vale, pero no me llenen de fluidos las sábanas”, respondió.

Nos subimos a dormir (sí, a dormir) y como a las 5 de la mañana, llegó nuestra amiga para decirnos: “Alejandro y Arturo me pidieron que les diera chance de subirse con ustedes para armar una orgía. Se calentaron mucho con su beso. Pobres pendejos, estuvo buena la aplicada, chicas”. Nosotras medio nos reímos y seguimos jetonas.

A la fecha, cada que nos encontramos a los lelos de nuestros ex, hacen comentarios como: “Ya llegaron Madonna y Britney”.

Por qué las chicas van juntas al baño | Por Irlanda Vargas

Besar a una mujer es un experiencia que casi cualquiera juzgaría como algo placentero. En mi caso, no lo sé. Cuando la juventud florece en nuestros cuerpos, la curiosidad por explorar sexualmente cualquier territorio se vuelve muy intensa. Fue muy curioso comprobar, en primera persona, que en efecto las personas más tranquilas resultan ser las más corrompibles.

He de decir que en la vida suelo ser inofensiva, pero cuando se trata de experimentar nunca me ha gustado ponerme límites. Mi primer beso con una mujer fue más bien con dos. Entradas en copas y en la plática, decidimos que la mejor forma de comprobar cómo besábamos era besándonos entre nosotras. Si alguna vez se han preguntado por qué las mujeres van juntas al baño, ¡hagan sus apuestas, señores!

Sexualmente no podría decir que hubo una respuesta de mi parte, pero si hubiéramos tenido hombres enfrente hubiéramos provocado un buen disturbio. La segunda ocasión que besé a una chica, comprobé que las mujeres somos hermosas, pero no son lo mío.

La fuerza y pasión que se siente al dar un buen beso es algo que sólo he sentido con los hombres. Al besar a una mujer, en cierta forma siento que me estoy besando a mí, es como si algo en mi cuerpo de manera instintiva estuviera mandando señales a mi cerebro de que algo no cuadra. Cuando pienso si volvería a hacerlo, llego a la conclusión de que no tendría caso a menos que fuera por motivos artísticos. Si, como dicen las actrices, el guión lo amerita.

Mujer contra mujer | Por Anahí  Álvarez

¿Soy gay?”, me pregunté. “¿Podrían etiquetarme de esa forma?”, sería lo más normal. Sin embargo, más allá del término, existen simplemente la tentación, las ganas, la excitación, la necesidad de un suave roce de sus labios, de acariciarla y fundirme en una explosión de sensaciones. Entonces, una sola palabra no puede definir lo que soy, puesto que soy una mujer atraída por otra mujer en un momento de locura.

Probablemente la música, el calor del momento, unas copas y su presencia tuvieron la culpa. Fue uno de esos momentos en los que no titubeas, sólo actúas. La razón sale del panorama para dar paso al más puro contacto físico. Luego mi cuerpo empezó a excitarse y mis labios expresaron con ese beso mis más íntimos y ardientes deseos.

La sencilla necesidad de sentir esa boca suave y tersa, de oler su cabello oscuro y permitir que mi piel estuviera tan cerca de la suya como me fuera posible. Un beso provocó la fusión de nosotras dos en una.

Una amiga no es sólo aquella confidente incondicional, también puede ser una compañera pasional, un ser que despierte en mí deseos difíciles de describir, pero excitantes y hasta perversos, de una forma plenamente sexual. La imagen mental de su cuerpo desnudo, de recorrerla hasta llegar a sus labios y animarme salir de la imagen mental y convertir mis fantasías en realidad, me animó a descubrir lo que ya sabía: que era correspondida, que ella también me miraba con deseo.

Poco a poco; entre risas, frases al aire y miradas seductoras, la situación fue convirtiéndose en la idónea. Purple Rain de fondo, copa de vino en la mano y la tentación en el ambiente lo dijeron todo. Fue uno de esos instantes en la vida que te generan un quiebre que te nubla todo menos el sentido del tacto o del gusto, incluso el de la vista, todo encaminado al profundo contacto con esa persona, en este caso…ella; mi amante, mi amiga, mi tiempo de placer, de excitación y exaltación.

Un beso con un hombre no se acerca remotamente al de una mujer con otra. El hecho de sentir cerca de mi amiga, su respiración agitada, extasiada y húmeda, me trastocó. ¿Gay? ¡Qué más da! Sólo soy una mujer que se sintió atraída por otra.

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Acuérdate de Acapulco | Por Penny Lane

Mi primer contacto con los labios de otra mujer fue en tierra caliente, específicamente en Acapulco. Era sábado por la noche y nos encaminábamos a un antro de música electrónica. En ese tiempo aún no contaba con una identificación oficial. Como dice la canción: tenía 17 años. Iba en compañía de mis primos y una estadounidense pelirroja que habíamos conocido en el viaje.

Mi primo mayor se hizo el farol entrando todo rodeado de mujeres y nos encaminamos a una noche de perdición. De inmediato nos dedicamos a absorber como esponjas la barra libre. Caballito tras caballito, mi prima y yo nos dejábamos ir por la “idiotizante” música electrónica que junto con el tequila que se apoderaba rápidamente de nuestras venas.

De pronto la estadounidense, como buena “gringa loca”, me estiró la mano para invitarme a bailar encima de una plataforma. Mi primer impulso fue sacudirme descontroladamente, pero ella se acercó a mí hasta que me tomó del rostro y comenzó a besarme con sus labios pintados de rojo intenso. Ésos son los momentos en los que razonar es lo menos conveniente y no hice más que seguirle el fogoso jugueteo de boca a boca.

A pesar de la ebriedad de mi pequeño cuerpo de diecisieteañera, recuerdo con absoluta seguridad que el beso de esa mujer se sintió totalmente distinto al de un hombre. Por más tersos que puedan ser los labios de un macho, no son nada comparados con la delicadeza que el beso de una mujer puede imprimir en otra. Y sí, lo volvería a hacer

1. El de Natalie Portman y Mila Kunis en la película Cisne negro encabeza una lista de los mejores besos entre mujeres en una película, realizado por el sitio bellomagazine.com. Otros memorables y apasionados momentos que aparecen en el conteo son el de Scarlett Johansson y Penélope Cruz en Vicky Cristina Barcelona o el de Megan Fox y Amanda Seyfried en Jennifer’s body.

2. El beso entre Madonna y Britney Spears en los MTV Video Music Awards 2003 fue elegido como el mejor de la década en una encuesta realizada por las tiendas Selfridges del Reino Unido. Las rubias superaron los besos de Tobey Maguire y Kirsten Dunst (Spiderman, 2002), Heath Ledger y Jake Gyllenhaal (Brokeback Mountain, 2005) y Angelina Jolie y Brad Pitt (Mr. and Mrs. Smith, 2005).

3. “Mujer contra mujer”, de Mecano, ha sido la canción extranjera que más semanas ha estado en el número uno de las listas de éxitos de Francia, bajo el título “Une femme avec une femme”. En su momento, la iglesia católica amenazó con excomulgar a los integrantes del grupo por escribirla.

4. El tema “I kissed a girl”, de Katy Perry, fue el séptimo sencillo más vendido de 2008 con 5.7 millones de descargas pagadas, además de 8 millones de copias legales a nivel mundial. En Malasia tuvo que ser editada con el título “I kissed…”.

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