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Montage of Heck

Escrito por:Jafet Gallardo

Huele a buitres nada adolescentes

El nuevo documental sobre el líder de Nirvana se estrenará el 21 de mayo y se proyectará hasta el día 27 en Cinépolis.

 

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Por Arturo J. Flores

@arthuralangore

 

“En unos minutos pasamos. Será en la sala 13”. No hacía falta que nos lo dijera. Hubiéramos llegado solos. Dicen que Dios los hace y ellos se encuentran. A Víctor y a mí nos bastó con mirarle las piernas a la chica que era primera en la línea, para saber que estábamos en el lugar indicado. Llevaba unas medias negras de red que no sólo hacían juego con su minifalda y la blusa, también con el duelo que se ha extendido por 21 años. El vacío que dejó Kurt Cobain.

Ahí estábamos, en la exhibición para prensa del documental Montage of Heck. Víctor y yo alimentamos una fila que rápidamente se fue llenando de melenas revueltas, jeans con agujeros, camisas cuadriculadas y tenis Converse en cuerpos de más de tres décadas. El mismo outfit que hoy utilizan los llamados lambersexuales, pero sin ser sometido a los ciclos de la lavadora. Porque un buen grunger sabe que Cobain se vestía como los leñadores de su deprimente pueblo natal, Aberdeen, Washington.

 

When I was an alien…

Ya no somos aquellos escuincles que se emocionaban cuando ponían Nirvana en el estéreo. De entrada, porque ya no existen los estéreos. Lo que hay es un sonido dolby en el cine. El mismo que nos obliga a sacudirnos en las butacas cuando la película de Breet Morgen arranca con Territorial Pissings. Miento: si seguimos siendo los mismos escuincles. Sólo que con más lonjas, menos cabello y más gastritis. A lo mejor por eso un colega, aparente cincuentón, se queja con los publirrelacionistas del cine de que por motivos de salud no puede beber refresco y, entre las palomitas y bebidas de cortesía, no hay botellas de agua.

Montage of Heck es el esperado (por los fans de Nirvana) documental que el realizador estadounidense hizo a partir de fotografías, grabaciones y películas en súper 8 que la familia del músico le facilitó. También incluye entrevistas con la viuda Courtney Love, que insiste en quejarse por ser calificada como “la mala del cuento” (y los “pinche vieja” que se susurraron repetidamente durante la proyección nos dicen que no se equivoca); con Don y Wendy, sus padres; con Chad Channing y Krist Novoselic, el baterista original y único bajista de Nirvana, además de Tracy Marander, la primera novia formal de Kurt, con quien vivió y la que estuvo dispuesta a mantenerlo económicamente con tal de que tuviera tiempo de escribir canciones, poemas y pintar cuadros (“qué buen pedo de chava”, se susurró e la oscuridad cada vez que salía a cuadro) de fetos.

 

Kurt Cobain of Nirvana (Photo by Kevin Mazur/WireImage)

He we are now, entertain us…

El documental, creo, es totalmente irregular. Nada que ver con un disco de Nirvana, que nos gustan completitos. Si bien las animaciones con que se ilustran las grabaciones de Kurt componiendo algunos de sus futuros éxitos o contestando el teléfono de su casa (¿?) resultan espectaculares, muchas otras imágenes de archivo las hemos visto ya en otros películas como Live! Tonight” Sold Out! (1994), Kurt & Courtney (1998) o All apologies (2006).

Tal parece que los buitres que sobrevuelan el cadáver mediático del compositor de Smells like teen spirit, hubieran querido que se volara los sesos después de la invención de los celulares. Así dispondrían de un inagotable archivo de selfies, Vimes y clips de Instagram con que seguir alimentando nuestra insaciable nostalgia. Pero no es así. Ya hemos visto todas las imágenes que hay de Kurt. Se murió a los 27. Consiguió ser cadáver hermoso y muy rentable.

 

I think I’m dumb…

Por muy feligrés que sea de su religión, he comenzado (sí, apenas) a resignarme a dejarlo descansar. En todos estos años no hemos tenido nuevas canciones. Y aunque de vez en vez nos obliguen a ir al cine a ver nuevos documentales, la mayoría son nuevas revolcadas de la misma gata.

Hasta Víctor, que igual que yo lleva un Kurt tatuado en el corazón, se echó un par de cabeceadas durante las más de dos horas 15 minutos que dura Montage of Heck. A mí me traicionó el subconsciente. Me distraje mientras en la pantalla se proyectaba un video casero de mi ídolo musical balbuceando cuando era niño “Soy Kurt Cobain”. También con la película en súper 8 de Courtney y él jugando con la pequeña Frances Bean. Por mucho que se trate de Cobain, la memorabilia familiar siempre me han inspirado una hueva tremenda. Por eso comencé a divagar en plena proyección respecto a si la ropa interior de la chica en la fila haría juego con sus medias de red.

“Es mejor explotar que irse desvaneciendo”, escribió ese rubio de ojos azules en la carta suicida que nos dejó. Citaba a Neil Young.

Por desgracia, no contaba con la magia del cine.

 

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