¿Método egipcio o medieval?: descubre cómo otras civilizaciones avivaban la llama de la intimidad

Si existe algo que añade sabor y dinamismo a una relación sentimental es un juego sexual: a algunos les gustará untar alimentos en el cuerpo de su media naranja y a otros jugar al policía y al delincuente. Siempre que ambas partes estén de acuerdo, en la guerra y la intimidad todo se vale. 

La biología nos dice que alcanzar el placer está en nuestro ADN. En el libro “Sexo en las cavernas”, de Cristina Sáez, se revela que en Europa se han hallado numerosos dibujos y grabados que muestran los comportamientos afectivos del paleolítico, que van desde gestos sencillos como besos y abrazos, hasta actividades sexuales más intensas. 

Historiadores señalan que lo más cercano a un juego sexual prehistórico se remonta a 23 mil años a.c., cuando la ropa no era suficiente para el frío, las parejas mantenían una relación sexual para conservar el calor corporal. Como dato interesante sobre esta práctica  es que algunos lo hacían con una versión primitiva de lo que sería el primer consolador de la historia, fabricado con brea, piedra o madera. 

Se cuenta que en el Antiguo Egipto, el sexo se entendía como un acto igualiatrio. Ellos pensaban que el coito era una forma honorable de rendir tributo a los dioses y lo más cercano a la creación de una vida que el hombre podía estar. Los egipcios eran muy permisivos en cuanto lo que un hombre y una mujer podían hacer en la cama, así que practicaban varias maniobras sin tapujos. 

Entre los siglos V y VI antes de Cristo, en la zona del medio oriente que comprende Pakistán y la India, se originó el tantra, que significa armonía. En el tantrismo, la sexualidad es una experiencia corporal mística, al punto que las relaciones iban más allá de la estimulación de genitales en una unión que simboliza la exploración erótica y espiritual del cuerpo para ambos géneros. 

Durante la Edad Media, el sexo se recató por la introducción de distinos valores religiosos. De hecho, la única postura sexual avalada socialmente era la del misionero. Aunque se desconoce cuáles eran los secretos en la alcoba, cuando los matrimonios no encontraban dónde desbordar su pasión, se iban a escondidas a las iglesias debido a que estos eran lugares limpios y discretos. 

Una vez concluida la época medieval y con la llegada de la edad moderna, las nuevas generaciones se adentraron en la experimentación sexual postmatrimonial. Las necesidades eróticas encontraron salida en aventuras no penalizadas como el intercambio de parejas (que se conoce como swinging) o invitar a un tercero a la cama.

Ya en siglo XIX, las mujeres rompieron ciertos roles que se les habían establecido en lo económico, social y cultural. Lo anterior enfatizó el empoderamiento de las relaciones sentimentales, que derivó en un mayor progagonismo femenino en el sexo. Aquí se originaron algunos fetiches de pareja, como la sumisión o dominación del hombre y el sadomasoquismo.

Muchos años después, en la segunda mitad del siglo XX y tras la revolución sexual, la forma de entender el sexo cambió completamente. También se acentuó la figura de la mujer y se aceptaron orientaciones sexuales que se consideraban tabú. La educación sexual se implementó en las escuelas y las relaciones de los más jóvenes se orientaron en el entendimiento mutuo. 

En la actualidad, hay cientos de formas para compartir el deseo o salir de la rutina, ya sea a través de disfraces, juguetes, dinámicas o juegos. Uno de los más populares es el stripe poker, donde las personas se quitan las prendas una a una cada vez que pierden una partida. 

Incluso la pandemia no es excusa, pues una pareja bien podría citarse vía online para realizar partidas a distancia con cámaras web y utilizar Strendus, la plataforma de entretenimiento en línea con más de 4 mil juegos en línea, como su lugar de práctica para perfeccionar sus habilidades en el juego.