Cada quien su vida, parece decir nuestra experta en sexualidad y sí, en gustos se rompen géneros: cada quien es libre de compartir la almohada con quien se le antoje. Dibujemos un croquis de preferencias.
Me lo dijo un día con la determinación que da estar frente a una computadora, escribiéndole a alguien que no te conoce: “Desde hace años tengo ganas de tener un encuentro erótico con otro hombre. ¿Soy gay? ¿Bisexual? ¿Otra cosa?”. Comenzamos a charlar. Tenía 30 años, una novia y un deseo oculto. “¿Si lo llevaba a cabo le podría gustar? ¿Se volvería homosexual? ¿O ya lo era pero no lo sabía?”, me decía, disparando sus interrogantes como si fueran municiones de una cargadísima AK47.
Le angustiaba mucho qué diría su novia si se enteraba: “porque creo que hay más gays que lesbianas, y sería tremendo que la engañara con otra chica pero peor si fuera con otro hombre”, sentenció.
Sus dudas y angustia son bastante comunes. Con frecuencia recibo en mi correo electrónico mensajes con comentarios similares. Pero me llamó la atención la idea de mi lector de que hay más varones que mujeres homosexuales.
En el baño de mujeres se armó el revuelo: que si nunca tendrían queveres con una igual, que si con los años se van quitando esas barreras, que si el deseo es lo que impera y da lo mismo en qué puerto encalle, etcétera. Me gustó la respuesta femenina. No se asustaron y varias alegaron que lo importante era el amor, no el sexo de la persona que lo generara.
Salieron las historias: Rosaura se divorció y a los dos años se enamoró de otra mujer. Se hicieron pareja y aún siguen juntas. Rosalía y Claudia tienen, entre las dos, cinco hijos y tres ex esposos. Viven en unión libre desde hace dos años. Tal vez se casen pronto.
Aunque la apertura de ellas hacia “el amor” por una persona del mismo sexo es buena, y los hombres fantasean más frecuentemente de lo que dicen con tener un encuentro cachondo con otro, pocos saben diferenciar la orientación sexual de la identidad sexual, además de que es común que ubiquen únicamente la heterosexualidad y la homosexualidad. “¿Y la bisexualidad?”, le pregunté a Ángela. “Es un invento, ¿no? Para los que no se definen, porque o eres una cosa o la otra. No hay más”, me dijo.
Siempre me asombra cuando me dicen este tipo de cosas, porque la sexualidad es tan diversa como personas hay en el mundo. Igualmente, entender qué somos y asumir nuestros deseos no es tan fácil, pues hay que jugar con las múltiples posibilidades de dos aspectos: la orientación sexual, que puede manifestarse en forma de comportamientos, pensamientos, fantasías o deseos sexuales (o en una combinación de estos elementos) y la identidad de género, la cual define el grado en que cada persona se identifica como masculina o femenina, como hombre o mujer (sin que tenga que ver con sus genitales) o alguna combinación de ambos.
Cuando unimos ambas cuestiones, surge la identidad sexual, la cual incluye la manera como la persona se identifica como hombre o mujer (o una combinación de ambos) y su orientación sexual. Suele formarse con el paso de los años y nos permite formular un concepto de nosotros mismos sobre la base de nuestro sexo, género y orientación sexual. Por ejemplo, alguien que nace con genitales masculinos puede identificarse, sin embargo, con el género femenino y sentir que es una mujer, aunque se sienta atraída por otras mujeres.
Las posibilidades desde son amplísimas. Además, no es como dice Ángela y sólo existen la heterosexualidad y la homosexualidad. Tenemos la bisexualidad, la pansexualidad y la asexualidad (se abre cada vez más el mapa de posibilidades).
Pero resulta, mis queridos playboys, que eso no es todo. No hay sólo un tipo de bisexualidad. Está la bisexualidad bilateral (deseo/afecto dirigido a los dos sexos por separado); la unilateral (enfocado, por ejemplo, a personas transgénero); la bisexualidad mixta o pansexualidad (no se basa sólo en hombres y mujeres, sino en todas las identidades sexuales).
La sexóloga Rinna Riesenfeld dice que hay nueve bisexualidades e integra a quienes la reprimen, los que sólo lo son en las fantasías, quienes la practican de manera periódica, los que tienen a la par una pareja del sexo masculino y una del femenino, quienes lo experimentan una vez en la vida, aquellos que lo hacen por necesidad (están en la cárcel, en un campo de guerra).
Dijo el genial Woody Allen: “La bisexualidad inmediatamente dobla tus oportunidades para una cita el sábado por la noche”. Habrá que actualizarlo antes de que se nos vaya, porque de este mapa saldrían muchas películas… y opciones.
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