#LibrosAlDesnudo: ¿Cómo un libro puede cambiar el mundo?

Los libros son parte fundamental de la cultura, pero más que eso son capaces de cambiar al mundo. Lee esto y convéncete.
Por Jaime Garba (@jaimegarba)
Hace unos días me reuní con varios amigos para beber unos tragos y ponernos al corriente de nuestras cosas. Con ellos, usualmente las charlas suelen graduarse según el consumo de alcohol: primero temas banales, cotidianos, sin mucho sentido más que decir algo; después tópicos que no saldrían tan fácilmente en la sobriedad, debates políticos, sociales, hasta llegar altema por antonomasia más complejo: la relación de pareja. Cuando el ruido comenzó a aumentar cada quien se abocó a conversar con quien tenía a un lado. Para mí mala suerte me tocó con un cuate que estimo muchísimo mas las copas lo ponen impertinente y enfadoso; en ocasiones pasadas saqué cuentas y llegué a la teoría de que una plática con él no puede durar más de veinte minutos, de lo contrario se corre el riesgo de perder los estribos. Sin alternativa, cerré mis ojos, suspiré y esperé lo peor, pero lo que me dijo me sorprendió. En un tono bastante bueno me preguntó qué consejo podría darle para mejorar su relación de pareja.
La sorpresa fue doble, pues además de no esperar que me saliera con eso, conociendo su relación, no imaginaba que estuviera pasando por una crisis. Recordé un instante similar, cuando un amigo escritor dado a tener una vida con su novia sumamente “emocionante”, ya saben, con salidas a lugares exóticos, visitas constantes a fiestas y cantinas, tertulias, comidas y cenas de gala; me confesó que planeaba en terminar con ella porque se estaba aburriendo. Di un trago y traté de comprender la situación que me parecía inverosímil, tomando en cuenta que mi ideal de diversión es beber un café con un buen libro escuchando alguna nueva banda de jazz. El consejo que di en aquel entonces fue que por qué no comenzaba a obsequiarle libros “no el típico, alguno particularmente interesantes”; a examinar en la literatura algo que pudiese servirle para “revivir la chispa”. Pensé en cierto momento que aquello era estúpido, peroextrañamente cachó la idea: hacer de lo ordinario algo extraordinario. Tiempo después me contó que la cosa había funcionado, comenzó a escabullirse para ir a librerías y exigirse horas enteras en la búsqueda del libro ideal, los cuales solía enviarle por paquetería a su oficina con breves y misteriosas notas, después ambos decidieron compartir las mismas lecturas y discutirlas en veladas románticas con un vino, buena música y una deliciosa cena, planeaban salidas a ferias del libro con la consigna de ver quién triunfaba eligiendo el título perfecto para el otro, competían por ver quién terminaba primero una novela de cientos de páginas,compartían reseñas, propuestas, y hasta abrieron un blog anónimo donde los dos escribían críticas satíricas contra escritores que les caían mal.
La literatura fue desde entonces un aliadoen su relación, uno que no se agotaría como aquellas cosas que luego las parejas solemos hacerpara darnos un segundo aire, como salidas costosas a restaurantes, regalos cuyo impacto nodura más de dos días, o cualquier plan que su logística desgasta tanto que no permite el disfrutetotal. Sin embargo, a los libros, infinitos, en sus historias y lo que representan, jamás podríanagotárseles esa fuente de curiosidad que puede extrapolarse no sólo a una relación, sino anuestra entera existencia. Quienes leen, ¿acaso no notan que no hay una línea de salida y de llegada?, no hay libro que nos haga decir un hasta aquí, por el contrario, hay páginas, párrafos,incluso líneas perfectamente escritas que nos abrazan y nos hacen entender el mundo de una manera diferente, llámenme cursi, pero tengo fe en que los libros, con los ojos adecuados,inspiran, alientan, enamoran, reconfortan. Repetí el consejo que de chiripa me resultó exitoso, ahora explicándole los beneficios de aplicarlo correctamente. Mi fastidioso amigo no habló y escuchó atento, si hubiese tenido una hoja estoy seguro que habría anotado cada paso, pero a pesar del alcohol en su sangre no tuve duda de que no lo olvidó. Después de un rato nos despedimos y al despertar al día siguiente con una sonrisa en mi cara confirmé lo genial que son los libros, lejos de aquellos estigmas de antaño cuando leer tenía una connotación gris, de aburrimiento.
Recuerdo una línea del escritor italiano Claudio Magris y de Mario Vargas Llosa:“La literatura es mi venganza”, una frase poderosa que proviene de un libro homónimo que tiene como premisa responder dos preguntas ¿Cómo puede una novela cambiar el mundo? ¿Todavía conservan los libros el poder de cambiar la realidad y a los hombres? Lo mejor de todo es que ambos cuestionamientos tienen respuesta y cada quien posee la ideal. La mía es: los libros YA cambiaron al mundo.