LAS ALAS DE MI LIBERTAD
Queridos amigos: ha pasado más tiempo del habitual entre mis columnas en Playboy. Muchas cosas sucedieron en los últimos tiempos, algunas positivas, algunas negativas, que me hicieron entrar en un tiempo de reflexión, de análisis y, por qué no decirlo, en un tiempo en el que quien suscribe estas líneas no encontraba la inspiración para escribir algo que estuviera a la altura de ustedes, mis maestros lectores.
Creo que de todo lo anterior tiene buena parte de responsabilidad el 19 de septiembre, que a muchos nos dejó más tocados por dentro de lo que pensábamos. Pero como gran reto o crisis en la vida, se erigió como gran oportunidad personal, oportunidad que creo que lo es también para México.
Es por todo esto, que quiero mostrarles una visión espectacular, poco habitual del gran México, el que ven las aves y algunos pocos afortunados: México desde el aire. Y me pareció una excelente alegoría: primero la tierra hace temblar los cimientos del país y, posteriormente, renace para sacar lo mejor de sí mismo. Y es que México es un gigante edificado por un crisol incesante de culturas, de tradiciones milenarias que dejaron excelsos granos de arena en una nación que asombra al Mundo.
México a 17,000 pies
Por todos aquellos que me conocen es bien sabido mi predilección por los deportes de aventura, pero eso no me convierte en un fanático del riesgo. Quizás por ello aún me tiemblan las piernas al enfrentarme a algunas cosas. Y una de ellas fue ponerme en la puerta de un avión, mirando al vacío a 17,000 pies de altura sobre la majestuosa laguna de Tequesquitengo, en Morelos.
Por fortuna, fui con los mejores, los chicos del Club Albatros Paracaidismo, quienes cuentan con un avión de lujo y el mejor equipo para garantizar la mejor experiencia. Y es que era mi segundo salto, el primero fue hace un par de lustros. Y les puedo garantizar que el cómo y el con quién lo es todo a la hora de llevar a cabo esta experiencia.
Todo es emoción cuando uno está en la pista, cuando uno sabe que va a saltar. Pero todo cambia cuando uno entra en el avión y ve que este sube y sube. Cada uno reacciona de una manera, los hay que se ponen pálidos, los hay que hablan sin parar (mi caso jejeje) y los hay que hacen bromas. Sea como fuere, el cuerpo, la mente, el alma son conscientes de que algo grande, especial, se acerca. Y entonces, uno se ve de frente a una puerta abierta de un avión con un lago debajo. Casi un minuto de espectacular caída libre te espera y una manera asombrosa de contemplar el mundo como lo hacen las aves.
El caso es que dicho salto se convirtió en una de las mejores experiencias de mi vida. Durante la caída libre grité todo el estrés acumulado de los últimos meses. Pero fue cuando mi paracaídas se abrió, cuando comprendí la magia de las tierras que uno normalmente pisa y que en ese momento sobrevolaba. Y es que creo que está en nuestras manos honrarla siendo cuidadosos y cariñosos con su naturaleza, con sus gentes y por ende, con nosotros mismos.
Mejor les dejo unas fotos… y ya ustedes opinan. Mi recomendación, dense el regalo de sus vidas.
Albatros Paracaidismo
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Teotihuacán en globo
Teotihuacán, “El lugar donde los hombres se convierten en dioses”. Así denominaron los mexicas al majestuoso conjunto urbanístico que encontraron y que no les permitía salir de su asombro. Y es que las pirámides de Teotihuacán llevan más de quince siglos fascinando a todo el que pasa por allí, desde civilizaciones prehispánicas hasta emperatrices.
Pero ninguno de ellos tuvo la suerte que ahora podemos experimentar: verlas a vista de pájaro. Y desde un globo aerostático. Y es que todo adquiere una perspectiva diferente desde el aire. Esta vez sin adrenalina, ni gritos, tranquilamente en una de estas melancólicas máquinas que siguen despertando los sueños de los más pequeños y de los que ya no lo somos tanto.
Volare Teotihuacán
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Por Luis de Cristóbal
