La generación Molotov

Este 23 de mayo se llevó a cabo la premier del documental Gimme the power, casi al mismo tiempo el movimiento #YoSoy132 se reunía en la Estela de Luz. Una gran coincidencia los emparenta: buscar que la televisión no decida quién mande en México.
Por Arturo J. Flores
Si hubiera que ponerle un nombre tendría que ser Los Emputados. No como los Indignados, de España, porque en México privan mucho más la rabia y el enojo entre sus habitantes que el descontento. Así lo resume Tito Fuentes, guitarrista de Molotov, en la entrevista que Olallo Rubio le hace a la banda para el documental Gimme the power: “Empiezas a analizar y te empiezas a emputar; vas creciendo y te vas emputando”.
Por eso, mientras en la pantalla instalada en el Auditorio Blackberry aparecían las imágenes de la matanza estudiantil perpetrada en 1968 Gustavo Díaz Ordaz (quien después aparece en pantalla declarando con todo cinismo: “Cada quien acaba con las cucarachas a su modo), el Halconazo de 1971 firmado por Luis Echeverría y la brutal prohibición a cualquier reunión juvenil que trajo como consecuencia el Festival de Avándaro en septiembre de ese mismo año, los presentes participaban activamente: rechiflaban, aplaudían, se reían, abucheaban y a Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Felipe Calderón (que en alguna escena aparece estrechando calurosamente la mano de Enrique Peña Nieto) les gritaban, sin más, los títulos de las canciones de Molotov: ¡Chinga tu madre, puto!
Eso no parecía una proyección de cine sino un concierto de rock. El documental no es bajo ninguna perspectiva un promocional de más de dos horas acerca de una banda, se trata de una curiosa reflexión de tipo social acerca del surgimiento de un grupo de rock que representó con sus canciones, acciones y hasta silencios, el encabronamiento sistemático que inundaba a una juventud que creció en los 90 y que en las últimas semanas parece haber revivido. Escenas de conciertos sí las hay, pero pocas y puestas únicamente para justificar las palabras dichas. Aparece Que no te haga bobo Jacobo para después dar pie a que Molotov y otros entrevistados, como el Warpig, Rulo, Xavier Velasco, Juan Villoro o Javier Solórzano, expliquen lo que Jacobo Zabludowsky representó para la sociedad mexicana: los medios rendidos ante el poder. Lo mismo pasa con Gimme the power, la canción que bautiza a la película, que igualmente reflejó, desde su estreno, el sentimiento que inundaba a esos adolescentes de ayer que son los treinteañeros de hoy: “la policía te está extorsionando, pero ellos viven de lo que tú estás pagando”.
Olallo hilvana un relato ágil, por momentos cargado de ironía y en otros de indignación, en el que repasa sutilmente la historia de nuestro presidencialismo bajo una premisa: el dictador, en este caso el PRI, ha sido el mismo y sólo ha cambiado de rostro: desde Porfirio Díaz hasta Felipe Calderón.
Al mismo tiempo que tenía lugar la alfombra roja y proyección de Gimme the power, en la Estela de Luz se reunían miles de estudiantes mexicanos, emputados y mucho, para quejarse de lo mismo de lo que se quejaba en la pantalla el documental: de los gobiernos y los medios de comunicación. Gimme the power concluye algo que no es nuevo, pero que a mucha gente se le olvida: desde siempre la televisión ha decidido quién será el presidente de México y las elecciones por venir no presentan un panorama distinto. Los twitteros de #Yo Soy132, los estudiantes de la Ibero que increparon a Peña Nieto y muchos quienes asistieron a la protesta del miércoles han sido estigmatizados de la misma forma que a Molotov se le criticó en los 90. Ni siquiera Olallo se salvó del mismo señalamiento: ¿Cómo es posible que unos niños ricos hablen de política y de inconformidad social cuando lo han tenido todo en la vida? Por una sencilla razón que el Warpig devela ante la cámara de Rubio: “porque los fresas también lloran”.
Esto queda mucho más claro cuando Randy, el baterista estadounidense comparte el origen de Frijolero. Escribió la rola después del primer viaje que realizó a su país en compañía de su esposa mexicana y la hija de ambos. A la niña la catearon e interrogaron como si se tratara de una reencarnación de Osama bin Laden. Randy, emputado hasta las cachas, les escribió una canción a sus compatriotas: “Te sacaré un susto por racista y culero, no me llames frijolero pinche gringo puñetero”.
De eso se trata Gimme the power. No es la historia de una banda de rock o el documento de cómo se ponen hasta la madre sus integrantes en un backstage (lo cual se aborda apenas de refilón y para sostener la tesis de que Molotov es una banda de gente “normal” que habla de lo que emputa a la gente “normal” que una vez fue joven, punk y que con el paso del tiempo engorda, tiene hijos y se desesperanza); es más bien un documental que habla de política y que toma a Molotov como ejemplo de lo que sucedió en la música, pero sucedía en otros aspectos sociales a mediados de los 90, el enojo. Fue ese sentimiento de coraje el que desató la revolución zapatista en Chiapas (en la que Marcos empuñó la palabra como arma de concientización) y fue el enojo lo que dio a luz a Molotov (que hizo de la mala palabra un arma efectiva de venta de discos, pero también de combate a la censura). Pudiera ser que esa generación no cambiara el mundo, pero cuando menos se desfogaba gritando las groserías y los reclamos que supuestamente no se debían gritar.
La generación Molotov acudió al estreno de la película, no cabe duda, porque ardía de coraje cuando le tocaban el vals adecuado y se soltaba gritando en el cine. Para la generación que vino después, la de este momento, el documental funciona como clase de historia, porque le explica perfectamente de dónde vienen los candidatos a la presidencia y sus partidos. Son todos, especialmente el PRI contra quien el director enfoca sus baterías, reencarnaciones de un mismo ejecutor.
La conclusión es interesante. La televisión decide nuestra vida y en la música ya no se puede confiar, porque las bandas de rock en la actualidad ya no incomodan ni pretenden incomodar. Sin embargo, parece que el cine es quien tomará la estafeta como instrumento de insurrección, particularmente el género documental. Lo fue Presunto culpable y Gimme the power algo logrará. No es extraño, si consideramos que la juventud actual nació visual y se inclina particularmente por todo aquello que encierre imágenes. Un video es poderoso, pesa más que mil palabra publicadas con saña en un diario. Por eso los estudiantes de la Ibero pelean sus batallas (y las ganan) en YouTube. Por eso el candidato llamado a preservar la extirpe priista pierde las propias en las redes sociales.
Los punks de la actualidad se visten no de estoperoles, sino de celuloide.
GIMME THE POWER
Director: Olallo Rubio
Productor: José Nacif / Olallo Rubio
Producción ejecutiva: Rodrigo Hernández
Guión: Olallo Rubio
Director de fotografía: José Casillas
Editor: Abraham Neme / Juan Fontana
Música original: Javier Umpiérrez
Productor asociado: Abraham Neme
Formato HD
Duración 101 min.
Estreno: 1 de junio
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