Ésta ciudad está, sin duda, en mi top 5 de las urbes más hermosas en las que he tenido la fortuna de estar. Lo primero que pensé es que me encontraba dentro del escenario de una película majestuosa, pues la ciudad se asemeja mucho a esos escenarios palaciegos que solemos ver en las películas: lagos, casas señoriales, calles limpias, árboles por todos lados.
Al norte de Alemania, Hamburgo se encuentra, específicamente, en el extremo meridional de la península de Jutlandia. Justo está ubicada donde el río Elba confluye con los ríos Alster y Bille. De ahí que la ciudad esté enmarcada por enormes espejos de agua, lagos artificiales como el Binnenalster y el Außenalster.
A diferencia de muchas de las ciudades modernas, esta urbe alemana no tiene muchos rascacielos y quizá en eso radique su peculiar encanto. Su aire señorial proviene, en mayor medida, de sus construcciones profundamente europeas. Además, tiene muchísimos canales que se atraviesan mediante sus 2,300 puentes, más que los de Venecia y Ámsterdam, juntas.
Yo tuve la enorme ventaja de hospedarme en un hotel de ensueño que da justo al lago principal de la ciudad. Éste, está rodeado por tres avenidas atiborradas de edificios increíblemente elegantes, de esos de cuyas entradas crees que verás salir a un príncipe o, mínimo, a un conde o duque. Además, desde ahí es posible apreciar varias de las torres de las iglesias de Hamburgo que están cubiertas por láminas de cobre que, con el tiempo, han adquirido un tono verde precioso.
La majestuosidad del lugar justifica, en alguna medida, el carácter parco y poco amistoso de sus habitantes. Claro, son alemanes, no lo olvidemos. Si llegas a ir, no esperes una enorme acogida por parte de los teutones pues tienen, en menor medida, el síndrome de los parisinos: creen que viven en el lugar más hermoso del mundo… Y puede que tengan algo de razón…