Isabel Miranda de Wallace

“Que hagan un monumento a la justicia en México, es para Ripley”

Ésta es la madre desesperada que tapizó el D.F. con espectaculares en los que denunciaba a los secuestradores de su hijo. Siete años después, habla del dolor que todavía siente, de un México más que surrealista y de la frontera de la maldad.

Por: Patricia Ponce
Fotografías de: Miguel A. Manrique

Dicen que Dios aprieta, pero no ahorca. A Isabel Miranda de Wallace estuvo a punto de dejarla sin un solo respiro, cuando el 11 de julio de 2005 su hijo Hugo Wallace fue secuestrado. Al mismo tiempo, el padre de Isabel se encontraba internado en el hospital, recién operado del corazón. Cuando su marido, Enrique Wallace Díaz, se enteró de lo que sucedió con Hugo, sufrió un infarto. Muchas cosas pasaron por su cabeza entonces, incluso quitarse la vida. En vez de eso, Isabel puso manos a la obra e hizo el trabajo del que las autoridades de este país no pudieron o no quisieron encargarse.

Isabel encontró a los secuestradores de su hijo. Muchos la recuerdan por los anuncios espectaculares que colocó por toda la Ciudad de México, con la fotografía de Jacobo Tagle Dobin, involucrado en el secuestro de Hugo. Con recursos propios, la ex profesora de secundaria realizó un trabajo que debió corresponder al Estado.

Hoy dirige la Asociación Alto al Secuestro y participó en la Ley Antisecuestro. Pareciera un final feliz, pero nada más alejado de eso. Isabel sabe con certeza, porque así lo confesaron los criminales, que su hijo está muerto. Sin embargo, su cuerpo nunca fue encontrado. En cambio, ella tiene dos fotografías de Hugo con las que a diario platica. Con eso vive, y sabiendo que los daños colaterales no han terminado: uno de sus nietos viajaba con ella el día que balearon su camioneta como represalia por haber denunciado a los secuestradores. Hoy, los pequeños se meten a Internet para conocer a quienes asesinaron a su padre.

Isabel vive paranoica. Nunca se sienta de espaldas a una puerta y para encontrarnos con ella en su oficina tuvimos que atravesar muchas puertas y controles. Ahora no escucha música, no va al cine y su matrimonio ha pasado una crisis.

En esta habitación cuelga las fotografía del día en que el presidente Felipe Calderón le entregó el Premio Nacional de Derechos Humanos y una cruz que representa a ese Dios del que, en un momento de desesperación, llegó a renegar.

1 ¿Cómo consigue dormir por las noches?
Desde niña tengo una costumbre, que es orar. Mi papá nos hincaba a todos mis hermanos y a mí; para irnos a dormir rezábamos. Desde entonces antes de acostarme rezo y además hago un poco de meditación, eso me ayuda a relajarme, a apagar toda la angustia y las imágenes de mucho dolor que todavía tengo.

2 Habla mucho de Dios. ¿Cómo explica la maldad y perversión humana en términos divinos?
Los seres humanos tenemos partes oscuras y partes de luz, así es la vida. Entiendo la maldad como parte de la vida y parte de un todo.

3 John Lennon escribió “Dios es el concepto a través del cual medimos nuestro dolor”. ¿Cómo hubiera sido ese dolor sin su fe?
No sé. Me lo he cuestionado mucho y he pensado si realmente hubiera tenido la misma fuerza. Me ayudó tener una familia que me contuviera; tener a mis hermanas, sobre todo a una de ellas. Estuvo todo el tiempo junto a mí, en las noches y en el día. Dejó de ir a su casa para quedarse conmigo. Esa combinación de familia y fe fue lo que me ayudó a sobrellevar el dolor.

4 En momentos de desesperación, ¿renegó de sus creencias?
Sí, cómo no. Al principió no sólo renegué, me peleé con Dios. Fui tan soberbia que me sentí dueña de mi vida y de la de mi hijo. Preguntaba por qué nos pasó a nosotros, si hay tanta gente mala. Es tan fuerte el dolor que no te cabe en el cuerpo, por eso tienes que sacar esa rabia, esa impotencia con alguien que no puede contestarte, que es Dios. Bueno, sí puede contestarte pero guarda silencios que nos hieren. Tuve una crisis existencial tremenda en la que me cuestione todo, incluso estar viva.

5 ¿Qué o quién la hizo desistir del suicidio?
Mi hija. No darle un nuevo dolor: perder a su hermano al que adoraba y a su madre. Eso me hizo seguir viva.

6 ¿Buscó refugio en el alcohol, las drogas o los medicamentos para paliar el sufrimiento?
Jamás en mi vida he tomado una pastilla para los nervios. No sé qué es tomar un sedante. Cuando pasó lo de mi hijo, lo que pedía era tener los cinco sentidos alerta para estar consciente de lo que estaba viviendo. El alcohol no me gusta, nunca lo he consumido. Así que como dicen los cantantes me la eché a capela. Drogas mucho menos. Hasta cuando nació Hugo pedí que no me anestesiaran, quería sentir lo que es parir y ver a mi hijo nacer.

7 Tiene una fotografía de Hugo sobre su buró y todas las noches platica con él. ¿Por qué se flagela de esa forma?
Para mí es una forma de consolarme, de mantener comunicación con él. Tengo una foto en mi buró y otra al bajar las escaleras de la casa. Siempre me despido y le digo que mi día va por él. Se lo ofrezco a Dios, pero también a mi hijo. Tengo una imagen de él tatuada en los huesos. Creo que la gente realmente muere cuando te olvidas de ella.

8 La venganza es un plato que se come frío, dice el refrán. A medida que se ha dictado sentencia contra los secuestradores, ¿ha comenzado a saborearla?
La venganza es un sentimiento de una vibración muy baja. La gente va labrando su propio destino, estoy convencida de que cuando alguien actúa mal se le revierte. Yo pude haberme vengado de ellos cuando los encontré. Pero yo sí tengo mucho respeto por la vida, su único dueño es Dios y la naturaleza. Sólo podría justificar arrancar una vida, y no sé si me atrevería a hacerlo, en defensa propia. No sería capaz de, con la cabeza fría, fraguar un plan para vengarme. El “ojo por ojo” no resuelve nada.