Takeshita-d?ri es la calle principal del barrio de Harajuku, muy cercano de la lujosísima zona de Omotesando, también conocida por algunos como los Campos Elíseos de Tokio. A pesar de ser una amante de la moda, mis pasos no se dirigieron a las grandes tiendas de la zona lujosa por dos razones: odio con todas mis fuerzas la ropa y accesorios que todo el mundo trae, imitación o no (entiéndase Louis Vuitton, Coach, etc.) y, claro, debo confesarlo, porque tampoco me alcanza. Así que, impulsada por mi afán de originalidad y preocupada por mis tarjetas, dirigí mis pasos al corazón de Harajuku, el barrio del cosplay por excelencia.
La palabra cosplay viene del inglés costume y play, y consiste en vestirse de acuerdo al estilo de personajes de caricatura, videojuegos, cómics o siguiendo el estilo de alguna tribu urbana: Sweet Lolita, Goth Lolita Punk, Visual Kei, Cyber Rave, entre otras. Takeshita-d?ri es la calle donde prácticamente todos los teenagers japoneses interesados en este tipo de moda compran su ropa y accesorios. Si realmente te interesa todo lo relacionado con este –literal– otro mundo, lo mejor es ir dos veces.
Tu primera visita debe ser en cualquier día de la semana excepto domingo, y debes dedicarla a entrar a las tiendas para deleitarte con la ropa y accesorios sacados de las caricaturas que veías de niño y, claro, para comprar (los precios son bastante accesibles). La segunda visita debe ser en domingo, pues es cuando el verdadero ambiente del cosplay se manifiesta: la calle se llena de tal forma que encontrarás en la entrada a dos policías que regulan el flujo de gente; las colas de más de 15 personas formadas para entrar a las tiendas harán que me agradezcas mi consejo de ir en otro día de la semana. Pero lo mejor de todo es que podrás ver a hombres y mujeres luciendo sus mejores galas y compitiendo entre ellos para ver quién es la copia más exacta de Candy Candy, Dragon Ball Z o de una muñeca de la época victoriana.
Sin duda, vivir el ambiente cosplay es una experiencia de otro mundo que bien vale la pena, sobre todo si buscas entender, un poco, la lógica japonesa tan diferente de la nuestra.