Good night… wish, México
Nuevamente, la banda finlandesa estuvo en México para ofrecer el primero de dos conciertos sold out en el Teatro Metropólitan. En sustitución de la cantante Anette Olzon vino la ex vocalista de After Forever, Floor Jansen.
Por Arturo J. Flores
Fotos de Germán García
Son tan grandes los brazos de Morfeo que alcanzan para arrullar a tres mil personas que, rigurosamente vestidas de luto para dolerse por la muerte del día, se reúnen al amparo de un teatro antiquísimo del centro de la ciudad, para dormir el sueño seductor del metal gótico finlandés.
Durante hora y media, aunque con los ojos abiertos, los voluntarios abordan una gigantesca escoba de bruja para rozar con los dedos la superficie de la luna de manos de cuatro cuentacuentos venidos de Kitee (Tuomas en los teclados, Marco en la voz, Emppu en la guitarra y Jukka en la batería) más una bellísima fabricante de espectros holandesa, Floor Jansen, que con su voz aporta el ingrediente perfecto para que la noche nos caiga encima con la contundencia de un manotazo de Dios.
No hace falta sino que la de rojos cabellos levante la mano para decir hola, cuando el océano de mexicanos –porque así debe vernos desde la playa del escenario –la bañe de pies a cabeza con sus gritos. Storytime es la primera canción de una noche a la que sólo podemos reclamarle que no sea infinita.
El grupo está en perfecta forma. Representa a una partida de piratas bribones que se trepan a la cubierta de nuestro cerebro para tomarlo por asalto. ¿Por asalto? Es un decir porque en su camino no encuentran resistencia. Gustosos nos reconocemos prisioneros de sus canciones: Dark chest of wonders, Wish I had an angel, Amaranth y Dead to the world, entre otras. Pretextos cada una para que eche a andar el cinematógrafo de nuestra mente y nos imaginemos que corren rollos enteros de película, porque si algo tiene la música de Nightwish es su naturaleza de banda sonora; los ires y venires del teclado que lleva la batuta de los demás, las subidas majestuosas y el bajón baladístico en el que nos sume intempestivamente, como si le metiera el freno de mano a nuestro corazón cuando primero lo obliga a descender en caída libre.
A 45 minutos de comenzar a dormir, ya nadie se acuerda de la sueca Anette Olzon. Fue una movida magistral de ajedrez la de Tuomas de invitar a Floor a concluir la gira de promoción del disco Imaginaerum. Y después de verla desenvolverse en escena, pareciera que siempre estuvo ahí y ninguno de nosotros quisiera despertar y descubrir, a diferencia del dinosaurio de Monterroso, que ella ya no está ahí.
Floor no exagera, no teatraliza. Canta, sonríe, salta y por momentos se convierte en un torbellino en llamas cuando agita en círculos el cabello. Planet Hell, Nemo o Everdream. Cada una de esas antiguas oraciones labradas en metal representa el pretexto perfecto para que de sus labios escapen los fantasmas que acarician nuestra alma.
El grupo no se comunica con nosotros. Ni falta hace, porque Marco nos anima a gritar cuando levanta sus brazos y Tuomas levanta la cabeza y echa el pecho hacia adelante para recibir, entre mártir y masoquista, esa descarga de energía cual si lo fustigaran con un invisible látigo de placer.
En un punto ciego del sueño, la banda se esfuma. Pasa incluso en las mejores noches de sueño, que te revuelves en la cama y despiertas, hecho un nudo de vigilia con retazos de letargo, para al fin abandonarte de nuevo a la inconsciencia. Por eso los cinco regresan al abordaje e interpretan un Ghost love score y un Last ride of the day que a dos que tres les arrancan la flor de un par de lágrimas.
Cinco minutos después de la despedida, existen quienes no se quieren levantar. Gritan otra, otra, otra como el niño que luego de soñar la noche entera con caramelos y juguetes, se rehúsa a ir a la escuela. Good night… wish, México.
