Inesperadamente, Chava Rock aparece en el escenario con micrófono y teléfono en mano. Él es el encargado de presentar a los festejados de la noche. La gente le grita, le aplaude y hasta le mandan besos. En las primeras filas del Teatro Metropólitan una pareja lleva a su pequeño y se turnan para subirlo a los hombros.
Parece que la mayoría de las personas están inquietas, pues entran y salen del reciento. Algunos van por chela y regresan con cuatro o cinco vasos. Una chica encargada de revisar que el boleto sea el correcto para ingresar a la sección A del Metropólitan platica con su compañero sobre Gondwana. Trae el setlist del concierto en las manos. Marca cada canción que pasa y se sabe todas.
En el escenario, Gondwana presenta bloques de canciones sin parar. “¿Cómo está D.F.?”, saluda uno de los vocalistas. En el público hay quienes traen sus banderitas tricolores: verde, amarillo y rojo. Las agitan. “Quiero ver palmitas en el aire”, anima a la gente. “Mucho verso” y “Reggae is coming” son interpretadas por los músicos. La banda sorprende con un popurrí compuesto por “Chainga”, “K-In” y “Fuego”.
EL TIEMPO NO ALCANZA
Los músicos sonríen al público y algunos lanzan miradas coquetas a las chavas. Sus rastas se menean en el aire al ritmo del reggae. Todo indica que el tiempo destinado para el concierto no les es suficiente para su celebrar sus 30 años de aniversario, ya que deciden cantar fragmentos de otras canciones, pero no faltan clásicos como “Traficantes de fe”, “Verde, amarillo y rojo” y “Sentimiento original”. En su mayoría, las luces del concierto son verdes.
En el baño de mujeres, una chica aborda a todas las que entra y les pregunta: “Oye, ¿traes un encendedor que me prestes?”. Todas le responden que no. Ella se enoja y llora de rabia. En la mano trae su churrito, solamente necesita un poco de fuego para relajarse. Algunas parejas se olvidan del concierto y se encuentran en el bar de la parte de abajo del Metropólitan.
ESE AROMA TAN CONOCIDO
Entre el público, se comienza a respirar un olor de mota, pero poco a poco se va. Los de seguridad revisaron bastante bien a cada uno al entrar y pidieron que tiraran toda la droga. Con un vestido entallado azul y unas botas de tacón, tienen como invitada a la guapa chilena, Carolina Molina, quien se roba algunos suspiros y chiflidos de los caballeros.
“Si tuviera dinero, la invitaba a salir”. “¡Qué hermosura de mujer!”. “Está bien mami”. Se escuchan varias pláticas de hombres mientras ella canta “Felicidad” con Gondwana. Sale una botarga con rastas en el escenario para animar al público. La mayoría abandona sus butacas, menea sus caderas y su cabeza, levanta y baja su mano derecha. Carolina permanece para acompañarlos con “Could you be love”. Por fin, todos se animan y entran a la buena onda. Cabezas de izquierda a derecha y algunas manos el aire. Otros prefieren ver el concierto a través de su celular.
“Chale, no nos dejaron pasar la hierba”. “Me quitaron mis cigarros”. “Tocaron todas las chidas”. “Tengo un espejo en círculo con todos mis boletos alrededor. Aún conservo el del concierto de hace dos años”. “La neta si pagaría otra vez por verlos”. Algunos comentan rumbo al metro Juárez.
Jacqueline Ponce
Fotografías de Chino Lemus / Cortesía de Ocesa