¡FELIZ ANIVERSARIO MR. TRUMP!
En medio de cuestionamientos políticos —especialmente por la intervención rusa en las elecciones presidenciales—, Donald Trump llega a su primer año de gobierno con planes a medio articular, algunos en crisis o francamente estancados, pero con una base firme de “voto duro” que admira que su mandatario sea proclive a la libre posesión de armas (pese a las constantes matanzas en iglesias, conciertos, escuelas o bares estadounidense) y a una actividad económica con desempeño positivo y del que se beneficia México con crecientes exportaciones, a pesar de la retórica contraria al Tratado de Libre Comercio.
POR: Mauricio Flores
@Mfloresarellano
El triunfo de Trump generó miedo en nuestro país y en los inversionistas con activos mexicanos, como mostró el encarecimiento del tipo de cambio a niveles nunca antes vistos en noviembre de 2016, la paridad, y se ha movido erráticamente cada vez que el presidente americano ha intentado acciones para deportar a millones de mexicanos (cosa que hasta el momento no ha sucedido), para edificar un muro fronterizo (del que apenas existen los prototipos, pero al que le falta un presupuesto de 19 mil millones de dólares adicionales) o tirar definitivamente el TLC (mientras la Cámara de Comercio de E.U.A., las agricultores del medio oeste y empresas automotrices cabildean a favor del libre comercio con México y Canadá), sin que hasta ahora haya logrado concretar alguno de esos propósitos.
La queja comercial básica del empresario presidente es que su país tiene un monumental déficit con México. Pero, a pesar de amenazas y amagos que han logrado frustrar y posponer proyectos de inversión en nuestro país por cerca de 4 mil millones de dólares este año, Estados Unidos tendrá este año el nivel de déficit comercial (más compras que ventas) más alto de la historia con México, y se calcula que llegará a 50 mil millones de dólares este año. De hecho, el déficit comercial de nuestro vecino crece a tasas agigantadas (11 % anual) con todo el mundo, como resultado de los mejores ingresos y mayor gasto de sus habitantes.
Así que los arrebatos Trumpistas están dejando saldo positivo para quienes vivimos de este lado del Río Bravo. Vaya, la misma fluctuación del tipo de cambio y el abaratamiento del peso ha generado una ola de turistas estadounidenses que han colaborado a que “México esté de moda” entre los viajeros internacionales. Pero, sin lugar a dudas, la mayor aportación de Trump a México es que sus invectivas antimexicanas generaron una corriente de nacionalismo renovado que gusta de los productos y servicios locales, al tiempo que procura elevar la calidad de los mismos a niveles internacionales; provocó a que gobierno y empresarios buscaran con ahínco nunca antes visto diversificar el destino de exportación y origen de inversiones. El gobierno de Enrique Peña está reactivando los acuerdos comerciales con la Unión Europea, con la Gran Bretaña Post Brexit, el acercamiento con los proveedores canadienses y de América del Sur, así como ligándose a un acuerdo transpacífico para un intercambio organizado con China y los tigres asiáticos.
Sin embargo, eso no es todo. En su desesperación para ganar aceptación y poder catapultarse a un segundo periodo, Donald empezó a acariciar su arma secreta. De hecho, ya la paseó por el Congreso y exhibió al mundo como muestra de poderío —que está por verse— ante la cual el mundo está expectante. Se trata de su plan de reforma fiscal, con la pretende reducir radicalmente los impuestos para las clases altas y medias de sus país, así como rebajar el gravamen para inversiones en activos y la transferencia de herencias.
Ese plan puede inducir una crisis presupuestal en el corto plazo en E.U.A. (como constata la oposición demócrata), pero ganaría a los simpatizantes que Trump ha perdido, pues elevaría el ingreso disponible de las personas. Y ello, a su vez, fortalecería la economía de familias y empresas estadounidenses (como constata la oposición demócrata) en el mediano plazo.
Para los mexicanos eso representa el reto de enfrentar la competencia fiscal de Norteamérica, que con ello captaría mucha de la inversión productiva que hoy llega a nuestro país, atraída por los bajos costos comparativos, incluyendo los salarios. La oportunidad radica, tal y como lo harán otros países, en aligerar el esquema fiscal en México y dar paso a la reforma tributaria que el gobierno de Peña se abstuvo de realizar: aplicar impuestos generales al consumo para así ampliar la base de contribuyentes y restar la carga a la generación de riqueza y empleos de la clase media.
Bien podría resultar que, contrariamente a lo que percibimos, Trump se volviera en un aliado de los mexicanos, cuando menos por algunos años.
