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#LaPielImpresa: Facundo y su estatus de rockero frustrado

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Cuando Facundo era parte de Liquits, se le presentó la oportunidad de convertirse en conductor de TV. Aunque se inclinó […]
#LaPielImpresa: Facundo y su estatus de rockero frustrado

Cuando Facundo era parte de Liquits, se le presentó la oportunidad de convertirse en conductor de TV. Aunque se inclinó por la pantalla chica, en su corazón aún palpita la inquietud de convertirse en una ROCKSTAR.

Por Facundo

En este mundo hay dos tipos de personas: Los rockeros y los rockeros frustrados que terminaron siendo: abogados, arquitectos, meseros, taxistas, o conductores de televisión.

Seguro también existen los futbolistas frustrados que terminaron detrás de un volante como taxistas y miles de astronautas que en lugar de ver la Tierra desde a inmensidad del espacio exterior están dando clases de química en una secundaria.

Sin embargo, no todo es frustración en el mundo del rock. La portada de esta revista en este mes es ejemplo de esto, porque tiene a una de las bandas cuyos integrantes lograron olvidarse de los trámites de la prepa y demás estudios para poder treparse al escenario a embriagarse y exigirle a los demás que brincaran o sino serían putos. Sin duda el sueño de cualquier ser congruente, y yo no soy la excepción.

Para mí, la onda con la música comenzó en segundo de secundaria cuando mi actual compadre y yo hicimos una rola para burlarnos de nuestra maestra de inglés, quién según ella hablaba muy londinense. Entonces hicimos una rola que contenía una serie de palabras que se tenían que pronunciar al estilo de Sir Paul McCartney. Decía pura pendejada ( tipo: common liquit paper), pero en poco tiempo alcanzó récords de popularidad en el Instituto Escuela. Fue ese el momento en el que decidimos formar nuestra banda, aunque no supiéramos tocar nada; ni la puerta, ni un par de tetas y mucho menos un instrumento.

A los pocos meses ya llenábamos nuestros conciertos, obvio eran lugares para 20 personas, pero nuestros carnales ahí estaban. Sabíamos dos notas y con eso hacíamos todas las rolas. Además de tocar, teníamos que vender los boletos, las chelas, montar el escenario, afinar, tocar y guardar todo. El sueño de ser “Rock Star” comienza siendo “Rock Staff”.

La verdad es que yo nunca fui bueno en la guitarra ni en el micrófono, pero la faceta de chamaco cagado la desarrollaba muy bien al frente de Liquits y me hacía muy feliz juntarme con mi banda a componer, ensayar, planear los “chous”, subirme al escenario y ¿por qué negar? Las ventajas de ser un poco más popular.

La cosa se fue poniendo seria y cada vez teníamos más toquines de la banda, y lo que empezó como una onda de desmadre se convirtió en nuestra forma de vida. Gracias al grupo conocimos a Beatriz Acevedo, quién nos propuso ser nuestra manager. No pasó mucho con esa promesa, pero un día nos invitó a un casting para un nuevo programa que iba a producir. Yo la verdad es que no tenía problema con decir estupideces frente a la cámara, porque desde chamaco me la pasaba haciendo mis películas con la banda de mi colonia, así que me quedé dando la sección de música; y Diego, que era el guitarrista de la banda, daba los deportes.

Cuando tuve que tomar la decisión de qué me gustaba más, la cosa se puso difícil. Obviamente después de ver a Molotov en sus primeros conciertos en el “Bulldog” de Sullivan, eso era lo que yo más deseaba en la vida: la idea de rockear, ser feo y tener un chingo de viejas a tu disposición era genial. Pero después pensaba que si mi banda no llenaba el Metropólitan como lo hacía el cuarteto de balagardos panzones que rockeaban y rapeaban, pues yo no me veía dando clases de flauta en la secu Hermenegildo Galeana plantel II. Así que empecé a creer que lo que me gustaba del rock era sí y sólo sí llegaba al superéxito y nadie te puede asegurar algo así. Es más, creo que ni los de Molotov hoy en día tienen el éxito asegurado; cada disco es como una nueva rifa donde te puede ir poca madre o terminar como Cristian Castro.

Así que en un acto de madurez o de jotería decidí dedicarme a la tele, donde tenía muy claro que si no llegaba al éxito, sería feliz trabajando de editor o camarógrafo o de achichincle, y eso lo sé porque todo fue parte de mi formación. En Telehit, si no hacías de todo, tu programa simplemente no salía. Entonces fue ese canal como mi universidad de la televisión, además de trabajar de varios jales mal pagados en una casa productora.

Todavía recuerdo que cuando tenía unos años en Telehit y ya era medio famoso, Toño Berumen me invitó a ser parte de Mercurio porque iban a sacar a uno de la banda (obvio por feo) y pos yo en ese entonces estaba chavo y chulo. Era algo así como estar dentro del grupo de música con éxito que goza de las mieles de las fans y las giras. Ay… Deliciosas mieles.

Mi “no” fue rotundo, lo que me llevó a pensar que lo que me gustaba de Liquits no era sólo llenar escenarios y ser popular, sino la idea de poder tirar nuestro rollo, estilo y flow. Eso era lo que hacían de esa agrupación intelectual una onda tan chingona y divertida pa’ unos adolescentes imberbes.

Hoy, mi exbanda sigue tocando y ya tiene cinco discos muy chingones que si no los han oído están perdidos en la musicósfera, siguen siendo mis mejores amigos y la verdad, a veces me dan ganas de seguir en ese desmadre musical.

Dejar la banda fue difícil, pero creo que será imposible dejar la música, y por más que ahora sea un maldito televiso esclavo del sistema, logro meter mi mente, de vez en cuando, al jardín de la diversión y ponerme a componer, grabar y hacer rolas, que más allá de llevarme al éxito como músico me dan el placer de seguir rockeando (o en mi caso, rapeando).

Y por extraño que sea, puedo gozar de los placeres que de chamaco veía en las rockstars: uno de ellos es ser amigo de los pinches Molotov.

Y como ya lo dijo el filósofo Ismael (Tito): “El que no hace lo que quiere… puto”.

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Jafet Gallardo DIGITAL EDITOR Me gusta capturar historias en video y escribir mis aventuras de viaje. El conejito se volvió mi mejor amigo.
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