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ExageroComoWarrior: ven, te invito a mi casa

Por: Carlos Guerrero Warrior 15 Ene 2020
¿Qué nos falta? Ocuparnos más de lo nuestro. De no sólo embellecer el Autódromo una vez al año, sino de mantenerlo vivo apoyando al deporte mexicano.
ExageroComoWarrior: ven, te invito a mi casa

Tenemos todo y hacemos todo bien. Una vez más, México demostró que es el mejor anfitrión en el mundo entero. Basta deleitarnos una y otra vez con la tremenda postal de la Plaza de Toros México con la presencia de Roger Federer. Una cosa de locos. Una imagen convertida en poema. El mejor tenista de todos los tiempos, rendido ante la algarabía del pueblo mexicano. Nos pintamos solos.

No es obra de la casualidad que hacemos de cualquier evento deportivo, el mejor del año dejando con la boca abierta a todo el planeta. Siempre sucede. Nunca fallamos, nunca bajamos los brazos. No sabemos rendirnos. Hacemos hasta lo imposible por hacer que el vecino que visita nuestra casa, la vea pulcra, cómoda, funcional y acogedora para que se lleve la mejor de las impresiones.

No importa cuánto estemos sufriendo, no importa cuánto estemos batallando por encontrar paz, estabilidad y serenidad social, no importa cómo se encuentre nuestra economía ni cuánto polvo tengamos acumulado por debajo de las camas. Todo sea por dejar la sala reluciente para recibir con una gran sonrisa y con los brazos abiertos a todo el que toque a nuestra puerta.

No tenemos un solo tenista en el top 100 de la ATP, pero somos capaces de recibir al número uno. No tuvimos NFL el año pasado por un mal cálculo con la cancha del Estadio Azteca, pero nos reivindicamos de inmediato en este 2019. No dimos oportunidad a los altos mandos del deporte de las tacleadas para que no volvieran a tomarnos en cuenta. Si fallamos, sabemos pedir perdón y mejoramos.

Con mucho esfuerzo individual, sólo contamos con un piloto de F1, pero atestamos el Autódromo Hermanos Rodríguez con más de 300 mil espectadores por día. No tenemos jugadores en la NBA, pero llenamos la Arena de la Ciudad de México con la presencia del equipo que sea mientras provenga del mejor básquetbol del mundo. Sean los ­Mavericks, Pistons, Suns o Spurs.

No tenemos a un número uno del planeta en el golf desde los tiempos de Lorena Ochoa, pero paralizamos al país con la presencia del WGC en el Club de Golf Chapultepec. No sé cómo los convencemos pero México es capaz de traer a Tiger Woods y de hacer repetir año tras año a monstruos como Dustin Johnson, Phil Mickelson y Rory Mcilroy, entre otros.

Algo hacemos muy bien como mexicanos para provocar que Lewis Hamilton, habiéndolo ganado todo y habiendo conocido todo, siga sorprendiéndose con el cariño de nuestro pueblo. Acá la capacidad de asombro nunca se pierde, por el contrario, se incrementa. Los pilotos de Fórmula 1 se pintan las caras con motivos del Día de Muertos, se involucran en nuestras tradiciones, las disfrutan y las comparten.

Jugadores de la NFL, tan acostumbrados a los fastuosos escenarios de primer mundo, a los estadios repletos de tecnología, grandes y funcionales, se maravillan con el viejo Estadio Azteca al cual comienzan a pesarle los años. No es más que el empuje y el cariño de nuestra gente. Somos leales, fieles y agradecidos con el espectáculo ofrecido. Tenemos camaradería y don de gente. Los hacemos sentir amigos, les abrimos los brazos y ya nunca los soltamos.

¿Qué nos falta? Ocuparnos más de lo nuestro. De no sólo embellecer el Autódromo una vez al año, sino de mantenerlo vivo apoyando al deporte mexicano. De no sólo hacerle mejoras al Estadio Azteca cuando se acerca la NFL, sino generarle al aficionado de la Liga MX una sana y agradable experiencia que los haga volver quince días después.

Nos falta encontrar los mecanismos adecuados para no estar esperanzados a que alguna vez un número uno del mundo nos visite en un juego de exhibición. Requerimos de esas fórmulas y estrategias que nos permitan aspirar a tener al menos a un tenista entre los mejores 50 del planeta, luchando por ganar puntos en el ATP y metiéndose a los grandes escenarios.

Sueño con el día en que no tenga que ser Roger Federer, sino un mexicano el que lleve a más de 40 mil espectadores a la tribuna para dejarse querer ante su gente. Sueño con el día en que Abraham Ancer crezca lo suficiente para arrebatarle el título en casa a Phil Mickelson. Sueño con el día en que los equipos de la NFL que vienen cada año lo hagan porque en sus filas hay talento azteca. Sueño con el día en que 300 mil personas tengan la piel erizada cuando vean la bandera de México ondear en lo más alto del podio en el Hermanos Rodríguez.

Ser anfitrión, el mejor de todos es fantástico, pero seamos sinceros, extrañamos la otra parte. La de poderle gritar al nuestro: ¡Venga, no te falta nada! ¡Tienes el triunfo! ¡Aquí estamos todos contigo!

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