EXAGERO COMO WARRIOR: ADIÓS DE ALGUNOS GRANDES

MICHAEL PHELPS, USAIN BOLT, PEYTON MANNING, BIG PAPI O EL FIN DE LA MALDICIÓN DE LOS CHICAGO CUBS. NUESTRO COLUMNISTA REMEMORA UN 2016 EN QUE LA GLORIA DEPORTIVA DESPIDE A ALGUNAS DE SUS MÁXIMAS FIGURAS Y SE LLENA DE ESPERANZA EN LAS HISTORIAS POR VENIR.
POR CARLOS GUERRERO WARRIOR @carloslguerrero
CON SUMO CUIDADO para evitar quemarme, tomo el vaso y doy un pequeño sorbo al exquisito chocolate caliente. Por la pequeña abertura de la tapadera sale un aromático vapor digno del spa más zen del planeta. Lo disfruto al máximo. Siento paz y saciedad a la vez. Tiempo ideal para respirar profundo, para reflexionar y para bajar las pulsaciones que me tienen a tope.
Mientras camino sin rumbo definido, observo cómo los árboles —que han perdido algo de furor por un invierno que no perdona— van de un lado a otro danzando con el frío viento que nos incita a pe- car con un panecillo para acompañar la espumosa bebida.
Es la temporada del año en la que, por alguna razón, la nostalgia llega abruptamente sin haber tocado la puerta. Días donde somos más autocríticos que de costumbre. Instantes donde, voluntaria o involuntariamente, nos vemos frente al espejo para sumergirnos en un recuento anual de logros y pendientes.
Entonces, en ese ejercicio mental, llegamos al punto de considerarnos afortunados y privilegiados por haber sido testigos presenciales de grandes carreras deportivas escritas con letras de oro por atle- tas que, por alguna extraña coincidencia, eligieron este año para decir “basta”, “hasta aquí”. Ya no más horas de entrenamiento, no más competencias de alto rendimiento, no más títulos y no más sufrimiento; dejando a otros la responsabilidad de crear nuevos capítulos.
Y señalo al tiempo como culpable, por ser ese recurso limitado y no renovable. Imprudentes y atrevidas manecillas que ponen fin a los años de gloria deportiva de ciertas figuras. Aunque también —siendo objetivo— agradezco a ese mismo tiempo por permitirles un adiós en plenas facultades y en momentos de esplendor. Como protegiéndolos para que siempre los recordemos con uniformes de héroes. Así que con el correr de los días, los meses y los años venideros, seremos los portavoces y los aventureros que contaremos con absoluta certeza lo que vimos y vivimos, lo que relatamos a través de un micrófono o lo que escribimos con un puñado de letras en algún diario.
Hablaremos entonces de aquel hombre caribeño, gran aficionado al cricket, que durante tres Juegos Olímpicos consecutivos arrasó con todos los oros que el tartán podía ofrecer. El hombre que desafío a la velocidad de la luz hasta convertirse en el más rápido de la Tierra. El más felino de los humanos que inspirado en los incesantes beats de la música electrónica —otra de sus pasiones—, dejó inscri- to su nombre para la posteridad con apoteósicos récords.
También recordaremos al hombre de Santo Domingo, nacido en 1975, fanático de la nba que se convirtió en el mejor bateador designado de todos los tiempos, formando parte del selecto grupo de jonroneros con más de 500 batazos de vuelta completa. Piedra angular para ayudar a los Red Sox a romper el maleficio del Bambino con tres anillos de Serie Mundial.
Hablando de beisbol, otra historia que llegó a su fin en este 2016 fue la de “Murphy” la cabra, aquélla que por 71 años jugó en contra a los Cubs hasta que en este otoño sucumbió ante el poderío de la no- vena de Chicago que no abría sus vitrinas desde el muy lejano 1908.
No dejaremos de contar sobre el niño maravilla de Baltimore, quien con sólo quince años de edad fue seleccionado para integrar el equipo olímpico de los Estados Unidos. La representación de Neptuno, dominante de los mares que en Beijing, alcanzó la inmortalidad con un brillante pecho bañado en oro por tantas medallas obtenidas. Basta decir que es hoy el atleta con más preseas en toda la historia. Un Poseidón de las piscinas.
Y qué decir de aquel espigado joven de Filadelfia que soñaba con jugar futbol soccer en Italia y que terminó sobrevolando las duelas hasta convertirse en el tercer mejor jugador de todos los tiempos. Veinte temporadas de alto nivel competitivo siempre con los Lakers de Los Ángeles. Tan asombroso que, en su último duelo como profesional, anotó más de sesenta puntos.
No olvidaremos la historia de casi 20 años del mariscal de campo nacido en Nueva Orleans. El del brazo mágico que tuvo la osadía de convertirse en el mejor pasador. El de la mente privilegiada que lo hizo apoderarse de la marca de más anotaciones por aire. Su adiós no pudo ser de otra forma sino conquistando el campeonato de la NFL con los Broncos de Denver.
Historias, todas ellas con momentos de crisis, de rendición, de abandono, de abusos, de silenciosas enfermedades y de dolorosas lesiones. Pero nada tan grande como el deseo de superación, con la insaciable victoria como el común denominador. Nada ni nadie pudieron vencerlos. Afrontaron la vida, desafiaron los límites, aprendieron de sus errores y transformaron sus debilidades y temores en fortalezas.
Gracias Usain Bolt.
Gracias David Ortiz Big Papi.
Gracias Michael Phelps.
Gracias Kobe Bryant.
Gracias Peyton Manning.
Y gracias al deporte que no descansa, que no duerme. Ya se escriben nuevas historias como la de Simone Biles, la pequeña gran gimnasta que, a sus 19 años, se habla de tú con la señora perfección. Mi chocolate caliente se ha ido al igual que el 2016. De la misma forma en que removí los recuerdos, lo hago con el vaso para aprovechar lo que se ha asentado en el fondo. Es el último sorbo. Y es el más dulce de todos.