El Valeverguismo Total

El problema de México es que su gente, por sus puros tamaños, pasa por encima de los demás. A Facundo, la actitud despreocupada de la Compañía de Luz le costó tirar a la basura la comida que se le echó a perder, pero al país le está saliendo más caro: ¡ojo!
Por: Facundo
Saben cuál es el verdadero problema de nuestro país? No… no es la obesidad, tampoco la corrupción, aunque sí es de lo más culero, no son los gobiernos chaquetos que nos han tocado. El problema más grave de este país se llama: Valeverguismo Total.
Lo vemos en todos lados: En los que trabajan, en los que no, en las relaciones, en las instituciones, en los adultos y hasta en los niños. Y es que cuando no hay consecuencias, cuando no importa lo que hagamos porque no hay repercusiones negativas para nosotros, entonces se presenta el escenario ideal para el valeverguismo.
¿Cómo se me ocurrió esta idea? La fui madurando a lo largo de muchos años de ser testigo y víctima de ejemplos de lo que les comento. El más reciente fue ayer por la tarde cuando llegué a comer a mi casa y resulta que me habían cortado la luz. ¡No mames, si yo ya pagué! –pensé. De inmediato busqué el recibo y en efecto ya les había dado mi dinero a cambio de su amada electricidad.
“Entonces, ¿qué pedo?”, exclamé en voz alta aunque no había nadie junto a mí. Llamé a la compañía de luz y primero dijeron que sí debía. Les dicté el número de referencia de mi pago y me dijeron: “¡Ah, sí es cierto! Perdón, fue un error en el sistema, ya levantamos el reporte y pronto se la irán a conectar”.
¿Cuánto tiempo tenía que esperar para que el error fuera corregido? Después de 4 horas me empecé a impacientar. Llamé de nuevo, la misma respuesta, pero ahora con cierta molestia, como diciendo: “¡Ah, qué bien chinga!”.
Pasaron más horas, la luz no regresó y me fui a dormir sin poder ver nada en la tele, sin poder trabajar porque no tenía pila en mi compu, sin internet y con un refrigerador con toda la comida pudriéndose a merced del calor. Seguí insistiendo, la respuesta fue siempre la misma: “Ya se pasó el reporte al área técnica, espérese.”
La electricidad quedó restablecida casi 30 horas después de que la cortaron por “error”. Tiré mucha comida a la basura, tuve que lavar el refrigerador y me tuve que bañar con agua fría porque el calentador es eléctrico. Yo nunca dejé de pagarles, pero ¿saben qué?: “Les vale verga.”
Lo mismo pasa con las compañías de teléfono, los bancos, el cable, los conductores de microbuses, los ninis y chingos de ejemplos más. Uno paga por un servicio y si ese servicio no es como debería ser, “les vale vergaaa”. Los empleados, escudados en su anonimato y en su desapego con la marca a la que representan, no tienen intención de ayudar, sino de quitarse el problema de encima, de pasárselo a otro, de ya irse a comer alguna garnacha.
La gente tira basura en la calle porque no le importa que la ciudad se vea sucia, güeyes grafitean monumentos y paredes con frases como “Pito al que lo lea” o “Sara tiene unas nalgotas”, porque les vale verga. No es su pared, no es su calle.
Lo obvio es decir que no todos son iguales… Y es cierto… Hay mucha gente que no tiene el valeverguismo arraigado y se preocupa por no chingar al prójimo, por dar un buen servicio y ser responsable, pero son minoría, porque parece que no hace daño eso del valeverguismo, que no afecta, que es una actitud aislada que no tiene repercusión en la sociedad en general. Pero es todo lo contrario, como lo comprueba mi siguiente historia que podría ser cierta:
Con gran valeverguismo, las señoras que llevan a sus hijos a la escuela en sus camionetotas se paran en doble fila mientras les limpian los mocos, les acomodan el suéter, les dan la bendición, provocando un caos vial y atrayendo las mentadas de madre de todos los que quieren circular por ahí.
Un señor que va tarde al trabajo la ve con odio y explota en ira por el hecho de que la señora le hizo perder 10 minutos de su tiempo, llega al trabajo muy tarde y su jefe le pone un cagón por impuntual.
El hombre reacciona enojado y se queda así el resto del día lo que provoca que se empute con su mejor cuate de la chamba y nunca más se vuelven a hablar, insulta a su supervisora y ella recomienda a otro para un ascenso, el hombre se quedará en el mismo puesto 15 años más. El hombre pierde la paciencia con un cliente y éste retira su lana de la empresa, lo que lo aleja de su bono anual por ventas. El hombre enojado llega a su casa, su hijo lo recibe con un abrazo, pero él, incapaz de ser amoroso producto de la ira, lo golpea sin razón, lo que genera un gran resentimiento en el niño, mismo que guardará durante años hasta que un día en un ataque de rabia acabará matando a un compañero de trabajo… Y ese compañero será nada más ni nada menos que… el hijo de la señora que se paró en doble fila.
Está bien… tal vez exageré con mi historia, pero sólo quería poner un punto muy claro… una acción mía tiene repercusiones que a veces ni imaginamos. El valeverguismo no vale vergalagarda. O lo que es lo mismo, sí importa que te importe.
Importa para que no se descongele mi refrigerador, para que nadie se entere que “Sara está nalgona” o para que nadie llegue emputado a su trabajo por un tráfico que se puede evitar. Importa para que no haya basura en la calle o para que no nos conozcan como corruptos, como huevones, como sucios, como descuidados. Importa porque si te vale verga…. Entonces va a valer verga.
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