El Padrino: épica norteamericana
Por:
Jafet Gallardo
05 Jun 2018
Este marzo se cumplen cuarenta años del estreno de El Padrino, una película que marcó un antes y un después […]
Este marzo se cumplen cuarenta años del estreno de El Padrino, una película que marcó un antes y un después en la cinematografía norteamericana. La cinta es importante por muchas razones, la mayoría extra-cinematográficas, pese a que la película es en sí un manual de cómo hacer cine, su legado e importancia radican en qué logró conjuntar crítica social, retrato de costumbres y una dosis alta de épica histórica.
El Padrino representa el lado oscuro del llamado American dream. La escena de inicio, donde un atribulado funerario llamado Amerigo Bonasera, le pide “justica” al viejo Vito Corleone por la violación y golpiza que recibió su hija, simboliza muy bien el reverso del sueño. Bonasera en sus propias palabras “cree en América, porque América hizo mi fortuna”, pero cuando América le da la espalda por ser sólo un inmigrante recuerda sus orígenes sicilianos y exige, de mala manera, al todo poderoso capo le ayude en su venganza.
Italoamericano
Ya antes los grandes estudios habían intentado hacer una película que hablara sobre los italoamericanos sin lograr que las historias calaran en su público meta y mucho menos en el general. Cintas como Scarface, del director Howard Hawks del 32, o The Brotherhood, del 68, caían en el error más común de Hollywood: actores sajones interpretando los personajes principales. Sin embargo, cuando la Paramount compró los derechos del bestseller de Mario Puzo decidió utilizar un equipo totalmente italiano.
Varios directores rechazaron el proyecto hasta que finalmente la responsabilidad recayó en un joven y ambicioso Francis Ford Coppola quien tomó el proyecto. Según recuerda en varias entrevistas, el rodaje fue un infierno por las presiones de los productores que no terminaban de simpatizar con el guión (por lo cual corrieron a Puzo), con la elección de los actores y por los requerimientos monetarios de la filmación. Además de estar presionados por ligas de inmigrantes italianos y con el descontento de la mafia misma.
Coppola hizo algunas concesiones, como reducir los días de rodaje con tal que la productora consintiera su elección de Brando y Al Pacino como personajes principales. Incluso esperó por Pacino, filmando escenas posteriores con luz artificial para simular que eran hechas en la escena en la boda de la hija de Corleone. Además utilizó a su familia como extras en la misma escena con tal de rebajar costos y filmar lo más rápido posible.
Arovechó los errores de los demás para salvar escenas. Por ejemplo, el luchador profesional Lenny Montana, quien interpretaba a Luca Brassi, estaba nervioso por presentarse frente a Brando, lo cual hacía que olvidara sus diálogos.El director utilizó su nerviosismo para filmar la escena dónde el sicario repite una y otra vez en una jardinera lo que le dirá Vito a Corleone.
A Coppola le fueron impuestos algunos actores como Al Martino, quien interpreta a Johnny Fontane. Martino era un protegido del estudio, casi como su propio personaje. Era tan mal histrión, recuerda Coppola, que la escena con Marlon Brando tuvieron que hacerla de espaldas porque no podía completar con éxito los menos de dos minutos que se requerían de él. Desesperado, Brando, lo tomó por los hombros y lo sacudió diciéndole que se comportara como hombre. El exabrupto quedó filmado y lo vemos en la cinta.
No me preguntes por mis negocios
La película fue un éxito. Recuperó rápidamente la inversión y lo más importante caló hondo llegando a aportar frases que ahora son dominio popular y que se atribuyen directamente a la criminalidad.
Curiosamente lo que temían las asociaciones italoamericanas sucedió, El Padrino volvió románticas las actividades delictivas y creó clichés de los inmigrantes italianos. Estos personajes que en cualquier otro contexto nos parecerían detestables, aquí nos son redimidos por mostrar algunas características que atenúan su criminalidad: creen en la familia, (“un hombre que no sabe ser un buen padre, no es un auténtico hombre”), son profundamente religiosos y patriotas, les gusta la buena comida (“Deja el arma, toma los cannoli”) y son hombres exitosos y fieles a sus tradiciones.
Si bien leer a Mario Puzo podría aportarnos nuevos datos sobre la familia Corleone y la Cosa nostra, el pantagruélico libro “Historia de la Mafia: Un Poder En Las Sombras”del investigador Giuseppe Carlo Marino sería más enriquecedor, ya que nos cuenta los orígenes de esta organización y la interminable lucha de los policías de Palermo contra los grandes capos. Y lo que es mejor, nos muestra sin artificio los rostros de los asesinos y traficantes de esa pequeña isla en el Mediterráneo.
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