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El lujo del deporte: El ‘malo’ de la película

Escrito por:Jafet Gallardo
Mis felicitaciones para usted si le va al América, porque a semanas de distancia los fans continúan embriagados de felicidad por la ‘peliculesca’ manera de coronarse en la Liga MX contra el Cruz Azul. Pero también lo felicito si le va a La Máquina, cuya indudable entrega no le alcanza para ganar los Títulos que añora. Y aún así lo sigue queriendo.
Para entender cómo sucede este tránsito de afectos es necesario introducirse al factor antropológico de los sentimientos de identidad que involucra este deporte con los aficionados mexicanos, algo así como su genética social.
 
Es cierto que la rivalidad deportiva se fermenta con los episodios vividos sobre la cancha durante muchos años plenos de intensas anécdotas. Sin embargo, ayuda la ‘manita de gato’ del marketing.
 
El más grande genio de la industria deportiva moderna en México es Emilio Azcárraga Milmo, padre del actual presidente de Grupo Televisa. El Tigre es el verdadero progenitor del actual Clásico entre el América y Chivas de Guadalajara.
 
Su visión empresarial fue fundamental para el impulso del llamado deporte nacional, cuando al lograr México la sede de los Juegos Olímpicos en 1968 echó a andar la construcción del Estadio Azteca y toda una maquinaria con balón de por medio. Para sacarle jugo a esta magna joya había que ir por la organización del Mundial de 1970, hecho que sumó apoyado en ‘su brazo derecho’ Guillermo Cañedo de la Bárcena —y el hito sería repetido por ambos en 1986 para convertir a México en el primer país en albergar dos Finales de Copas del Mundo.
Azcárraga Milmo hizo una inversión anterior: En 1959 le compró a Isaac Bessudo, dueño de los refrescos Jarritos, la franquicia del América.
 
La idea del Tigre, fabricante de sueños e historias a través de telenovelas, quiso producir un primitivo ‘reality’ que resultaría trascendental. Pensó que ya había en el medio el ‘bueno de la película’, las Chivas, el equipo del pueblo, que venía de ser Campeonísimo y que era más mexicano incluso que el Tri porque nunca ha aceptado naturalizados. Sólo le hacía falta algo: el ‘malo’. Y entonces construyó el nuevo América, que para contrarrestar que los mejores mexicanos jugaban en su archirrival, quedaba obligado a traer a extranjeros superiores, y que si los rojiblancos eran los más amados, entonces y “a mucha honra” en el equipo de Televisa lucirían los más odiados.
 
El Tigre puso al mismo Cañedo de la Bárcena como presidente de ese América que comenzó a hacer bien su papel. De la mano del Clásico nacía otra buena mancuerna: el fútbol y los ratings de TV. Con la llegada de la televisión comercial, el fútbol pasó a ser el negocio-espectáculo.
 
Los aficionados han respondido favorablemente para alimentar estas pasiones.
“Apoyar a un equipo en particular representa una marca sociocultural que dice mucho acerca de la manera en que los aficionados se perciben a sí mismos” , cita una investigación analítica de Edelman, incluida en el libro Afición Futbolística (Universidad Iberoamericana, 2012, p. 46).
 
Dicha obra contempla que mientras Chivas es el “equipo más mexicano” y se adscribe un nacionalismo-regionalismo muy especial, el caso del América es distinto y amplificado, porque sus fans no requieren asumir una condición nacional o geográfica. Aunque su sede es la Ciudad de México, generalmente la hinchada no hace referencia a esta categoría, porque no cuenta con un gentilicio específico y eso le hace tener una condición abiertamente nacional. Sus aficionados tampoco apelan a su adscripción institucional y por ello nunca presumen que Televisa le otorgue identidad al club, aunque es cierto que toda la parafernalia estructural de esta empresa procura publicitar cuanto puede a “su” equipo como “una estrella más”.
 
La cualidad del fan americanista es la superlatividad, es decir, que magnifica a su favor todas las características posibles de su club: el “más” grande, el “más” odiado, el que “más” dinero invierte y el “más” polémico, entre otras.
 
El prestigiado comentarista de ESPN, compañero y amigo Heriberto Murrieta, comenta: “odiando al América los antiamericanistas se integran al equipo de mercadotecnia más efectivo de México, el de los promotores del orgullo águila y la mejor muestra la dan algunos detractores de medios informativos, que critican con fervor casi religioso a este club… Sin detractores, el América sería un equipo más”.
 
Del Cruz Azul, hablaremos en otra ocasión. Mientras tanto, lo invito a ver la TV detrás de la TV y el juego detrás del juego.
 
Porque en el deporte y en la vida, lo que no se mide no existe.
 

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