Hay mujeres que no necesitan hablar para sonar. Que entran a una habitación como si pulsaran un beat invisible, y que, sin proponérselo, convierten el silencio en ritmo. Lucca, la DJ originaria de la República Checa, es una de ellas. Pero esta vez, su sonido no vino de tornamesas ni de sintetizadores. Vino de la luz, del agua y de un lente que supo traducir su energía en imágenes.
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La fotógrafa Alžběta Jungrová, también checa, encontró en Lucca no solo una musa, sino una melodía visual. Ambas, artistas de su propio lenguaje, se encerraron en un departamento elegante, bañado por la intimidad de lo sencillo y lo selecto. No hubo escenografías forzadas ni artificios teatrales. Solo una bañera, la textura del mármol, y una mujer que entendió que el verdadero desnudo no está en la piel, sino en la actitud.
El agua fue espejo y cómplice. La bañera —impecable, blanca, perfectamente iluminada— se volvió escenario de una historia que no necesitaba guion. Cada gota deslizándose por el cuerpo de Lucca era un beat sutil. Cada sombra, un eco. Alžběta disparaba como quien escribe un poema sin corregir: fluido, directo, visceral. En ese baño, el cuerpo de la DJ no fue exhibido, fue interpretado. Su piel, más que mostrar, sugería. No había prisa, solo compás.
El resto del departamento también habló. Los espacios respiraban elegancia europea: líneas limpias, texturas nobles, un mobiliario que no gritaba, susurraba. Lucca se movía entre estancias como si flotara en su propio track. No posaba, improvisaba. Como en una sesión en vivo, su cuerpo respondía al instante, libre de control, lleno de intención.
Y así, fotografía tras fotografía, Jungrová fue construyendo no un set, sino un concierto visual. Una narrativa íntima que nos lleva a pensar en la belleza como ritmo, en el erotismo como armonía, y en la imagen como un género musical que no necesita ser oído para sentirse.
Este shooting no fue un acto de seducción tradicional. Fue una exploración elegante del deseo desde la perspectiva del arte. Una coreografía de gestos, reflejos y silencios donde Lucca dejó ver no solo su cuerpo, sino su esencia: fuerte, femenina, magnética.
Ambas mujeres, desde su trinchera creativa, tejieron algo más que un editorial: tejieron una historia que se escucha con los ojos. Y como toda buena canción… una vez que empieza, no quieres que termine.