#Difícil de creer: Cada minuto que pasa

Por Sergio Sepúlveda
@sergesepulveda
La vida no es fácil, decimos sin dificultad alguna. Cada vez que tenemos el mínimo problema nos refugiamos en cualquier pretexto, le echamos la culpa a lo complicado de cada tarea cotidiana: amar, crear, educar, estudiar, ganar, mejorar, trabajar.
Somos más de siete mil 300 millones de humanos con vida en el sistema donde gira la Tierra, lo que nos hace únicos; un milagro de las coincidencias en el Universo. Entre nosotros hay de todo: buenos, malos, notables, mediocres, privilegiados y descamisados; pero la gran mayoría compartimos la habilidad de quejarnos, a veces como una válvula de escape, otras para aliviar nuestras conciencias.
Quejarse no es malo, pues todos buscamos desahogo.
Lo que es inaceptable es el lamento sin solución en aquéllos que tenemos alguna posibilidad de mejorar nuestra realidad.
Basta de echarle la culpa al otro o a lo otro. Basta de malgastar nuestra invaluable oportunidad de vivir. Basta de andar por la calle como víctimas sin hacernos responsables de nuestra propia felicidad; seamos honestos y aceptemos que el amor y el bienestar también exigen nuestra disciplina. Basta de soñar con sacarnos la lotería para ya no trabajar. Por qué no soñar con un mejor trabajo que nos merezcamos sin perder de vista que el merecer también implica que nuestra actitud sea positiva. No olvidemos que el destino desprecia a los pesimistas.
La competencia es cruel en cualquier ámbito: en la escuela, el trabajo, el deporte, el juego, incluso en el amor, aunque de nada sirve salir a buscar una oportunidad sin el compromiso de ganar. En las conferencias que imparto a universitarios he conocido a muchos jóvenes con la ilusión de triunfar y dispuestos a dejar la piel para comerse al mundo, pero también he notado nutridos grupos de chicos con miedo, aterrados ante la toma de una decisión; cierto que escoger es renunciar, pero tener la posibilidad de una elección es un capital generoso, si reflexionamos y vemos que en el mapa mundial o de nuestro país hay millones de personas que no tienen alternativas. Entonces quienes sí tenemos la mínima oportunidad para sentirnos bien en nuestro día a día, no podemos sólo estar llenando el buzón de quejas de Dios.
¿Cuándo nos vamos a dar cuenta de que en la mayoría de las cosas nosotros tenemos responsabilidad? ¿Qué necesitamos para tener el valor de hacer un plan B si las cosas no marchan? Algo que puede ayudarnos es subir la mirada para ver y escuchar otras historias más dramáticas que la nuestra.
Mientras lees esto, más de 60 mil personas en el mundo están muriendo, de ellas cada minuto fallecen cinco niños por mala nutrición, cada minuto la malaria mata a un pequeño, cada minuto un niño pierde la vida por no acceder al agua potable, cada minuto un niño es víctima por abusos del trabajo infantil, cada 40 segundos una persona se suicida.
Queremos un mejor panorama pero no nos hacemos cargo de las tareas básicas. Cada año se publican en el mundo poco más de un millón 500 mil libros y los mexicanos leemos menos de tres, el 54 por ciento no lee nada de manera cotidiana, el 35 por ciento nunca ha leído un libro, el 40 por ciento no ha pisado una librería; en otras palabras, de 108 países ocupamos el lugar 107 en cuanto a los hábitos de lectura. Y si es verdad que “un país que no lee está condenado a la extinción”, reflexionemos: si no leemos, no podemos aspirar a estar mejor en lo personal; sin lectura no hay rumbo.
¿Y qué hacemos con nuestra salud? muchas enfermedades aparecen incluso cuando nos cuidamos, pero otras nos carcomen por irresponsables. Cada minuto en el mundo se infecta de sida una mujer joven. En México, las estadísticas dicen que sólo tres o máximo cinco de cada 10 menores de 20 años usan preservativo, hecho que transforma las relaciones sexuales en una ruleta rusa.
Entonces, en un mundo donde cada minuto se gastan dos millones de dólares en armamento y cada minuto 30 personas buscan refugio en otro país, es muy fácil agobiarnos, buscar culpables más allá de nuestro espejo y elegir la zona de confort, lo cual es un callejón sin salida.
Mejor seamos de los arrojados, plantémosle cara a nuestra circunstancia y cambiemos lo que no nos gusta, demostrémosle al jefe que valemos más, elijamos otra carrera, disculpémonos, per-
donemos, pidámosle un beso a nuestro amor platónico, digamos “te amo”, evitemos pensar que no hay mujeres u hombres disponibles y mejor estemos dispuestos al sacrificio que implica enamorarse, abracemos al amigo, escuchemos consejos, hagamos cosas nuevas cada mes; y si la vida nos da la espalda, agarrémosle las nalgas.
No sé, ustedes, pero cada minuto que pasa yo quiero sentirme más joven y feliz, por mí y por todos aquéllos para quienes la vida no es fácil.
Difícil de creer.