#DifícilDeCreer: En pelotas
Por:
Jafet Gallardo
05 Jun 2018
Pensar en ir a una playa nudista me provocaba sentimientos encontrados. Por un lado, mi intención no era sentir en […]
Pensar en ir a una playa nudista me provocaba sentimientos encontrados. Por un lado, mi intención no era sentir en pelotas el oleaje del mar, tomar el Sol para lucir un bronceado perfecto sin líneas que marcarán la ropa interior, sentarme a beber una cerveza rascándome la panza con el viento alborotando mi pelo o enterrarme en la arena para exfoliar mis partes más escabrosas, para nada. La razón por la que cualquier adolescente fantasea con una playa llena de personas sin ropa es ver a mujeres en traje de Eva y yo no era la excepción.
Por otro lado, me angustiaba imaginarme estar en cueros y que al observar a una exuberante mujer el deseo se materializará en mi cuerpo, o sea que mi virilidad levantara la mano diciendo “presente” y yo estuviera sin una pecaminosa hoja de parra como el goloso Adán. Lo bueno fue que siendo menor de edad no tuve ni el dinero ni los tamaños para lanzarme a esa aventura color carne, porque de seguro -igual que a Eva y Adán- me hubieran expulsado del paraíso por fisgón.
Pasó el tiempo y el destino me puso en la Playa de los muertos, llamada popularmente como Zipolite. Ya no era un adolescente con sobredosis de testosterona pero encontraba divertido estar ahí, donde el amor y paz hippies de los años setenta estaban intactos. Mi acompañante dudó en quitarse la ropa, así que me levanté y caminé hacia el agua, ya en el mar usé de biombo las olas para sacarme el traje de baño, algo que los naturalistas tacharían de ñoño o inaceptable según las reglas del nudismo.
Con el short en la mano caminé un poco por la playa casi vacía. Luego me senté como haciéndole casita a mis partes que nunca habían tomado un baño de Sol y no sabía si les podía poner una crema bloqueadora. Después decidí andar en cueros hasta dónde estaba mi compañera de viaje para animarla a despojarse del pudor. Lo curioso fue que cuando iba hacia ella, mostrando con orgullo mi herencia Sepúlveda, se cruzó en mi camino un hombre también desnudo con un look a la Bob Marley que caminaba como si el reggae marcara el ritmo de su andar, me saludó haciendo una V con los dedos, pero lo incómodo fue que sus ojos medio cerrados los dirigió sin recato hacia mi pene. En ese momento realmente me sentí desnudo y ultrajado, entonces me puse rápido mi traje de baño y ahí terminó mi primera y única vez de nudista en público. Como la mayoría, dejé el destape para mi departamento de soltero, ¿o me negarás que alguna vez has caminado hasta la cocina, visto la tele, has dejado secar tu cuerpo después de la ducha o hablado por teléfono totalmente encuerado?

No quise poner de a gratis imágenes de mi cuerpo en tu mente, uso esta anécdota para rescatar el desnudo como algo natural y en muchas ocasiones brutalmente bello, incluso con lo espantoso que es el miembro masculino, ¿o quién conoce un pene bonito? En este sentido, podría resultar curioso, pero seguro han observado que muchas de las esculturas masculinas antiguas muestran penes pequeños en cuerpos perfectos y poderosos. El mensaje de eso era que el dominio y la belleza van más allá de los genitales.
¿Y cuándo apareció la vergüenza por el cuerpo desnudo? Cuando el cristianismo sacudió Europa mutilando o censurando con una hoja de parra, hoja de higo, un taparrabos o una serpiente todo aquello que sugiriera pecado. Por fortuna llegó una revolución sexual, y no hablo de la desencadenada por el nacimiento de los anticonceptivos ni las tetas al aire expulsando al brasier, hablo de cuando Miguel Ángel Buonarroti esculpió el David y echó mano de varias decenas de hombres para cargar a su gigante por las estrechas calles de Florencia. Al exhibirlo de pie el escándalo fue tan mayúsculo como el racimo de hojas de parra con que le censuraron, luego lo apedrearon y hasta lo maldijeron, pero el David sigue erguido mostrando la belleza interna del hombre con una belleza externa excitante.
Conclusión, el cliché dice que es más fácil desnudar el cuerpo que el alma, pero si van a una playa nudista disfruten por una vez en la vida andar ligeros. Y si acaso tienen una erección métanse al mar, pónganse boca abajo, tápense con una toalla o huyan de los herederos pachecos de Bob Marley. Difícil de Creer.