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#DifícilDeCreer: Calzones, tatuajes y otras exquisitas cochinadas

Por: Jafet Gallardo 20 Ene 2020
Mi despertar sexual se dio cuando recién entré a la adolescencia. Una de las primeras imágenes que me animaron la […]
#DifícilDeCreer: Calzones, tatuajes y otras exquisitas cochinadas
Mi despertar sexual se dio cuando recién entré a la adolescencia. Una de las primeras imágenes que me animaron la libido fueron los calzones de Gabriela. Les cuento que una tarde jugábamos tochito en la calle con sus hermanos y amigos. En algún momento ella, de escasos doce años pero con nalgas de quinceañera, corría con el balón y antes de que anotara touchdown la alcancé por atrás, le jalé con fuerza el short a la altura de la cadera y de manera fortuita pude ver su ropa interior. La imagen de su braga blanca y de corazoncitos cubriendo sus glúteos me impactó tanto que terminé por soltarla. Entonces ella se fue sola con el balón, dejando una imagen imborrable en mi memoria de niño y un apetito por la lencería que conservo hoy en día.
 
Pasó el tiempo y en la secundaria conocí a Rosy, hermosa, inteligente, divertida y sexy. Nos convertimos en grandes amigos y con el tiempo en amigos con derechos. Es curioso recordar que ella no usaba ropa interior negra por “el qué dirán” heredado de las costumbres de su familia, pero un día hizo que mi imaginación perdiera el control al hacer la travesura de enseñarme los calzones de encaje color azul pastel que su mamá le regaló. En ese momento sólo vi, no toqué. Con el tiempo fueron un trofeo de guerra.
 
Llegó el tiempo de la universidad y mi afición por el rock mexicano me llevó a adoptar el gusto por la ropa de color negro, combinaba la mezclilla con playeras de rock y chamarras con cierres. En ese tiempo me empezaron a gustar las rockers. Su look pandroso era un atractivo especial sobre todo si lo completaban con algún tatuaje impreso en la espalda baja o en el vientre. Debo ser sincero y nunca tuve una chica con la piel decorada.
 
¿Quién tiene estos gustos por los calzones, tatuajes y otras exquisitas cochinadas? ¿Quién ha hecho su colección de tangas y bikinis? ¿Quién dejó a su novia en casa y se quedó con su ropa interior en la mano? ¿Quién se atrevió a entrar a una tienda y pedir ayuda a la dependienta para saber si el 34 B y el calzón M eran los apropiados? ¿Quién acepta que es imposible desviar la mirada ante el asomo de la ropa interior en un cruce de piernas?
 
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¿Quién se prende con un tatuaje en la frontera de nalga y espalda? ¿Quién fantasea con ser el único que ha visto ese tatuaje tan íntimo? ¿Quién piensa que una mujer tatuada es más caliente? ¿Quién envidia las manos y los ojos de un tatuador? Si ustedes contestaron “yo” a estas preguntas, les informo que compartimos lo que antes eran llamadas perversiones, lo que mi abuela tachaba como cochinadas y lo que hoy los especialistas llaman parafilias, es decir, el gusto por algo que nos provoca placer de tipo sexual.
 
Se dice que todos los seres humanos tenemos parafilias o fetiches y el catálogo es amplio. Por ejemplo, la alorgasmia es la excitación al pensar en otra persona mientras coges con tu pareja, amomaxia es el deseo de echar brinco en un automóvil, androidismo es el placer al ver muñecos o robosts con aspecto humano, asfixiofilia es cuando te atrae la estrangulación erótica, capnolagnia es la atracción por gente fumadora, dacrifilia es el deseo que surge por el llanto o las lágrimas, frotismo es el gusto por restregar los genitales a desconocidos (o sea el arrimón de camarón), hipnofilia es el deseo por personas dormidas y la oculofilia –contrario a cómo se escribe– es la atracción sexual por los ojos. ¡No cabe duda que en gustos se rompen tangas!
 
Hoy que estoy casado me sigue excitando la ropa interior, pero me basta la de mi amada Laura; lo malo es que ella no tiene ningún tatuaje, clara muestra de que no se puede tener todo en la vida. Pero si algún día me concede el antojo le pediría que se tatuara una frase en el vientre, algo así como: “Bienvenido/Welcome”, “Abierto las 24 horas”, “Ruta 69”, “N.R.D.A.”, “Autoservicio”, “Apaga la luz al salirte”, “No saques las manos ni asomes la cabeza”, “Apaga tu celular… o ponlo en vibrador”, “No aceptes imitaciones”, “Happy hour”, o como soy fanático de los Beatles, me encantaría que al bajar su ropa íntima pudiera leer con tinta negra “All you need is fuck”.
 
Conclusión: Hay que tener calzones para hacerse un tatuaje y no hay tatuaje más hermoso que el que deja el sol cuando se marca la tanga con el bronceado.
 
Con este texto cumplo un año escribiendo para @PlayboyMX. Soy muy feliz al hacerlo y agradezco siempre el honor de ver mi nombre en el directorio de esta revista. Gracias a Raúl Beyruti, Alfredo Cedillo y Gabriel Bauducco, es Difícil de Creer.
 

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Jafet Gallardo Digital Editor Periodista de formación. Creador de contenidos, analista, especialista en viajes, entretenimiento y estilo de vida.
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