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#DeTresDedos: Pasolini, Vucetich y el futbol poético

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Aficionado irremediable del Bologna FC, Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 5 de marzo de 1922 – Ostia, 2 de noviembre de […]
#DeTresDedos: Pasolini, Vucetich y el futbol poético
Aficionado irremediable del Bologna FC, Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 5 de marzo de 1922 – Ostia, 2 de noviembre de 1975) fue un destacado escritor, poeta y cineasta italiano. Los cinéfilos lo recordarán por películas como Teorema, Mamma Roma o sus polémicas cintas sobre clásicos literarios como El Decamerón y Saló o Los 120 días de Sodoma. Hay mucho que decir sobre la obra multifacética y provocadora de Pasolini, pero reservo este espacio para la intensa relación del creador italiano con el futbol.
 
Como una brillante excepción entre el gremio intelectual, existen muchas fotografías de Pasolini pateando el balón. Aparece con niños, con actores de sus películas, hasta con jugadores de su querido Bologna. Además de que se divertía jugando en distintos equipos y organizando partidos, Pasolini legó para los corazones futboleros un texto interesantísimo, “El futbol es un lenguaje con sus prosistas y poetas”, donde intentaba explicar las razones por las que Brasil había arrollado a Italia en la final del Mundial de México 70.

En ese texto conviven con libertad la teoría literaria, la lingüística y la pelota. Pasolini interpreta con inteligencia el balompié como un sistema de signos. Él dice que existe una “lengua del futbol”, donde cada jugador es una unidad mínima que puede lograr miles de combinaciones y le da forma a la sintaxis de un partido, ese juego dramático o aburrido que podremos ver en la televisión o los estadios. 
 
Siguiendo sus ideas, el futbol tiene momentos “instrumentales” –dominados por el código y las reglas– y momentos “expresivos”, donde laten la emoción y la creatividad. Para él, puede haber un futbol prosístico y otro poético. En el futbol “de prosa”, hay catenaccio, triangulaciones, juego colectivo y organizado, “y su único momento poético es el contraataque que culmina en un gol”. En cambio, “el momento poético del futbol parece ser (como siempre) el momento individualista (regate y gol; o pase inspirado)”. Por eso Brasil había vencido a Italia: los brasileños estaban llenos de poetas, mientras los italianos eran prosistas colectivos. 
 
Pasolini se atrevió a decir que el futbol de prosa se había convertido en el sistema de juego europeo. Candados defensivos, pases geométricos ejecutados según las reglas, conclusiones efectivas. En cambio, el futbol poético era el futbol latinoamericano, que requería una “capacidad monstruosa de driblar” y donde “cualquiera puede inventar el gol desde cualquier posición”. 
 
Algunos podrán reprocharle a Pasolini su división tan marcada entre la prosa y la poesía. Otros dirán que, por el tiempo en que escribió estas líneas, no había visto jugar a la Holanda de Cruyff y mucho menos vería a la España (o al Barcelona) de los últimos años. Y por supuesto, que desgraciadamente no todo el futbol latinoamericano actual es poesía.
 
Pero el núcleo de las ideas de Pasolini persiste con actualidad y clarividencia, porque establece la división entre un futbol efectivo, frío, calculado y basado en sistemas; en contraste con ese otro futbol donde se privilegia la creatividad, el talento, la técnica individual, la espontaneidad y la improvisación. Aunque reconozco que la táctica tiene su encanto para analizarse y se ha convertido en parte indiscutible del balompié moderno, también creo que la mayoría de los aficionados buscamos un futbol con poesía. Un futbol en extinción, que sólo aparece a cuentagotas en la liga mexicana, e incluso se esconde en las grandes competencias, como los Mundiales más recientes.
 
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Ahora que Víctor Manuel Vucetich ha llegado a la selección mexicana para enmendar los entuertos de la calificación mundialista, me pregunto qué “sentido del discurso” futbolístico buscará como técnico. Los éxitos de Vucetich están probados en clubes, pero me gustaría pensar que cuando los jugadores asimilen su sistema, todavía habrá uno que se atreva a romper el esquema y a empezará a driblar al rival de enfrente, sin que la pelota le queme los pies ni que su mente se haya convertido en un mero pizarrón de indicaciones robóticas. 
 
La posibilidad de poesía también pasará porque el técnico convoque y ponga a jugar futbolistas “poéticos” y pueda equilibrarlos con los prosistas cumplidores (aunque sé que los poetas pueden ser emotivos, irascibles, intermitentes y tampoco sobreabundan). Y habrá que considerar otros imponderables que, en su momento, no hallaron sitio en la maravillosa reflexión de Pasolini: carácter, responsabilidad, ritmo de juego, cansancio por la cantidad de partidos y viajes, disciplina, convencimiento y unión grupal.
 
El futbol, en la época de Pasolini, pasaba de ser un juego de masas a un negocio multimillonario. El actual negocio del balón, con su “miedo a no perder”, ha contribuido a la mediocridad y a la desaparición de los destellos y las locuras en el campo de juego. De todas formas, los diagramas se rompen cuando uno que sabe toca la pelota. Y aunque el primer objetivo es llegar al Mundial, habrá que recordarle al Vuce que aunque no lo parezca, la gente también va a los estadios para encontrarse con una dosis de poesía.
 
 

 

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Jafet Gallardo Digital Editor Periodista de formación. Creador de contenidos, analista, especialista en viajes, entretenimiento y estilo de vida.
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