#DeTresDedos: Los puños de Julio Cortázar
Por:
Jafet Gallardo
05 Jun 2018
Un buen match de box puede ser tan hermoso como la metáfora más noble. Julio Cortázar El pasado 12 […]
Un buen match de box puede ser tan hermoso como la metáfora más noble.
Julio Cortázar
El pasado 12 de febrero se cumplieron 30 años de la muerte de uno de los grandes escritores latinoamericanos del siglo XX: el argentino Julio Cortázar (1914-1984). La vida de Cortázar da para un relato en la misma vena de su narrativa: su gigantismo, su pronunciación afrancesada del español, su empleo como profesor rural y traductor en la ONU, el exilio parisino, el abrazo tardío a la revolución socialista y hasta sus fobias y neurosis personales, que se transformaron mediante su pluma en grandes cuentos de las letras hispanoamericanas.
Poco se puede aportar al aura mítica del argentino. Su vida nutre historias, tesis y ensayos literarios; la industria editorial ha publicado prácticamente todo lo que él escribió, incluyendo cartas y traducciones. Cortázar, le pese a quien le pese, era un mago del lenguaje. Podía hacerte un cuento de la nada, donde la anécdota podía reducirse a su mínima expresión y el texto se sostenía tan sólo con ese fraseo sin igual y una mente donde se unían las asociaciones poéticas más variopintas y asombrosas, como en “No se culpe a nadie”, la historia de un hombre que se pone un suéter. Pero Cortázar también podía crear una catedral narrativa llena de giros, voces y propuestas que se leyera de dos modos diferentes, que pretendiera contener el mundo, el amor, la música, París y Buenos Aires en quinientas páginas y jugara a volverse inagotable, como “Rayuela” (1963).

El mundo de la creación literaria puede cerrarse de golpe cuando uno comprende que no tiene la música, el feeling o la inventiva de Cortázar. Y después del upper cut inicial, puede abrirse de nuevo para dejar de ver a Cortázar como un árbol enorme, en medio de un campo, que no nos deja jugar nuestro juego. Entonces uno puede sentarse bajo su sombra a disfrutar de sus mejores páginas y luego levantarse y agradecerle y continuar su camino creativo. Uno lo puede querer como a un viejo amigo al que llamamos desde una larga distancia telefónica y nos habla de una época de sueños, de inventivas, de experimentaciones y vanguardias que determinaron la madurez de la literatura latinoamericana y su reconocimiento fuera de nuestro Continente.
A mi parecer, lo mejor de Cortázar se encuentra en sus cuentos y novelas cortas. “Bestiario”, “Final del Juego” o “El perseguidor” están entre los libros imprescindibles de su bibliografía. Ahí late el estilo poético, natural y musical del mejor Cortázar. Un coctel donde la memoria, lo sobrenatural, lo fantástico y la vida cotidiana se mezclan de manera notable. Una orquesta concentrada en una página. Un oído genial. Un mundo mágico donde las novias cocinan extraños manjares para seducir mortalmente a sus novios, la gente vomita conejos, los hermanos son incapaces de cruzar la frontera de una casa, o los automóviles quedan atrapados en enormes embotellamientos que generan relaciones humanas entrañables y sociedades distópicas.
Desde el punto de vista deportivo, hay que agradecerle a Cortázar la valoración literaria del boxeo. Él fue aficionado desde niño, seguía las peleas por radio, leía todo lo que se publicaba en diarios y luego escribió sobre el pugilato en un tiempo en que la disciplina era despreciada como tema narrativo “serio” y se reducía a sus componentes violentos. El ring aparece directa e indirectamente en varios de sus cuentos más emblemáticos. “Torito”, uno de sus primeros relatos, narra a vuelo de pájaro la vida de Justo “Torito” Suárez, un boxeador argentino de peso liviano conocido como “El Torito de Mataderos”, hombre de origen humilde que tuvo una gran popularidad en los años 30, llegó al estrellato boxístico y murió tristemente antes de cumplir los 30 años por una tuberculosis.
La narrativa de Cortázar rememora también combates legendarios, como el conocido pleito de 1923 entre Jack Dempsey, campeón de peso completo estadounidense, y Luis Ángel Firpo, peleador argentino. Fue conocida en su tiempo como La Pelea del siglo y es recordada como un episodio oscuramente injusto del boxeo, ya que en el primer round, Firpo noqueó e incluso mandó fuera del ring durante 15 segundos al norteamericano, a quien el público y el referee debieron ayudar a incorporarse. Tras ese mal trago, Dempsey se recuperó y venció al argentino en un triunfo más que polémico. Los personajes de “Circe”, una de las joyas cuentísticas de Cortázar, lamentan el suceso.
La valoración positiva del box coincide con el quehacer literario de Cortázar. Vivió la narrativa como un espacio donde lo culto y lo popular, con sus distintos lenguajes y expresiones, podían convivir, fundirse y transformarse en literatura. Eso se ve en su gusto por el género policíaco, lo sobrenatural y lo fantástico, por su atención a las noticias curiosas de los diarios y a las vidas breves de peleadores que arriesgaban todo dentro del ring. Así lo demuestra “Último round”, un libro-collage donde mezcla distintos géneros literarios y que además contiene algunas de las mejores páginas sobre box del siglo XX. Incluso el deporte le sirvió a Cortázar para teorizar los géneros narrativos en una de sus frases más famosas: “La novela gana siempre por puntos; el cuento debe ganar por knock out”.
Distintos escritores actuales consideran que la narrativa más vanguardista de Cortázar es la que ha envejecido con mayor velocidad. Le ponen reparos incluso a “Rayuela” y se deslindan de su influencia como autor. Dicen que el virtuosismo y el humor fácil cortazariano están entre los peores males de su literatura. Otros opinan que su compromiso revolucionario condicionó negativamente el final de su carrera literaria. En lo personal, creo que se trata de un necesario acto parricida para la adquisición de una identidad después de Julio. La figura de Cortázar opacó a toda una generación de narradores y legó una legión de imitadores que jamás pudieron superarlo. Cortázar, como Rulfo en México, definió una ruta y un estilo que condiciona la literatura moderna de Hispanoamérica. Ahora vemos sus vicios, notamos sus engranajes, conocemos sus contradicciones, pero no podemos dejar de lado sus virtudes y descubrimientos.
Cortázar contribuyó a que las letras americanas recuperaran el atrevimiento lúdico y la inventiva, que se congraciaran con la música y el humor. Su trabajo teorizó narrativamente una época de cambios profundos en el mundo y nuestros modos de lectura, y sobre todo sus textos dejaron de tomarse tan en serio la literatura sin dejar de entregar muchas páginas perfectas, entrañables y amenas. Los puños de Cortázar nos legaron a Oliveira, la Maga, Johnny Carter, los famas y algunas historias boxísticas que trascendieron la sección deportiva para convertirse en reflejos fieles de la condición humana. Descansa en tu ring secreto, querido cronopio, a 30 años de tu partida.
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