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#DeTresDedos: La chilena de Jiménez

Escrito por:Jafet Gallardo

Minuto 89. Año 2011. Arde Torreón con 35 grados centígrados. Espericueta cobra un tiro de esquina por la derecha, Gracia prolonga el balón a segundo poste y el muchachito vendado con la cabeza sangrante ve la pelota incómoda, alta y atrasada, y se tira una chilena de pierna derecha. La pelota cruza angustiosamente el área alemana para entrar pegada el poste y decretar una remontada histórica de México en el Mundial sub17.

En aquel tiempo escribí un texto sobre ese gol de Julio Gómez, que selló el pase en semifinales y el posterior campeonato de México en el Mundial mencionado. Comparaba la chilena agónica del joven, con la excelsitud acrobática de la chilena de Hugo Sánchez en un partido contra el Logroñés. La de Hugo era una jugada de arte total, forjada en la preparación y los dotes técnicos, la elevación, el ángulo del cuerpo, la potencia del disparo, una pincelada extraordinaria en un partido ordinario.

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No pretendo decir que una chilena es mejor que otra, sino resaltar sus contrastes y el significado de ambas jugadas para el fútbol nacional. Sin duda, cuando miramos la chilena de Hugo nos dan ganas de aplaudir. Hay asombro. Hemos visto a un artista ejecutar una obra para enmarcar, reconocemos a un superdotado del juego. Pero cuando vemos la chilena del lastimado Gómez, tan frágil, vencer a la histórica Alemania, la piel siente un escalofrío, queremos reír, saltar, tirarnos al piso, nos sentimos conmovidos y emocionados. Pese a sus diferencias estéticas, la maltrecha chilena de Gómez es una de esas jugadas que nos acercan a la realidad imperfecta de la vida y que nos hacen vibrar con el dolor, la esperanza y la alegría de un triunfo extraordinario ganado en sudor y sangre, literalmente.
 
Toda esta reflexión viene a mí tras el crítico gol de chilena que Raúl Jiménez anotó el viernes pasado en partido eliminatorio contra Panamá. Un gol que, como resaltaba la transmisión televisiva, era de otro partido y le quebró la voz a más de uno. Una jugada extraordinaria por lo imprevisible del ejecutante y de su momento en el encuentro. Minuto 85, empate transitorio, un equipo cuya estrella mediática ha fallado un penal y que se ha quedado anonadado en el terreno. 
 
Jiménez es un jugador joven con gran físico y evidente talento, pero pocos esperaban que fuera el protagonista de tal acción, sobre todo, considerando la inoperancia del equipo en los partidos eliminatorios de este año y la ineptitud futbolística que arrastran los que se consideran sus futbolistas más capaces (entre los que, confieso, no situaba a Jiménez).
 
Al americanista hay que resaltarle las ganas de romper con el marasmo, la capacidad de volver a imaginar en un páramo desolado de ideas. El valor y la creatividad serían una obligación en quienes se visten la casaca nacional, pero en esta selección, la audacia, la imaginación y la valentía se han convertido en rasgos casi excepcionales, misteriosos. Son el atrevimiento y la capacidad del joven los que crean este golazo. La reacción instantánea e instintiva para zafarse de la inercia del partido que jugaban sus compañeros, con una dirección técnica que también parecía cautelosa y confundida, en un momento en que el Tricolor se alejaba más y más del Mundial.

La recompensa parece excesiva para una selección que comprueba su falta de juego colectivo, pero el gesto inesperado de Jiménez demuestra otra vez que los guiones tácticos se rompen cuando alguien recuerda que la pelota también es ludismo, creatividad, posibilidad que no se agota en la repetición ni los espacios reducidos. Ante Panamá, Jiménez le falta el respeto al automatismo y a los centros desesperados y frontales a dos delanteros que sólo pudieron entenderse una vez en el primer gol de Oribe Peralta.
 
¿Qué vendrá tras la chilena de Jiménez? Tras el arte depurado de la chilena de Hugo, o la emoción entrañable de la chilena de Gómez, la chilena de Jiménez es acaso más peligrosa. Es la chilena de la ilusión, del espejismo. Una chilena que brota de la inventiva y la espontaneidad y parece nublar un pésimo partido, la falta de riesgo, variantes e ideas en el campo, incluso la cuestionable alineación de algunos futbolistas en el combinado nacional. Es una chilena que alivia y alienta la esperanza de quienes ansían un repunte en el equipo, y quizá ahora también esperarán en Jiménez a un nuevo caudillo para los tiempos difíciles. 
 
El escritor uruguayo Eduardo Galeano ha narrado la conmoción que causó en 1927 la pirueta del delantero David Arellano, del Colo Colo, en los estadios españoles, y provocó que los periodistas peninsulares bautizaran la jugada como “chilena”. Lo cierto es que la chilena de Jiménez es admirable, pero por ahora es apenas un paliativo en la enfermedad futbolística de la selección mayor. Será en el campo de juego y en los manejos técnicos y directivos donde se decida su legado: una jugada que se vuelva un cimiento para los juegos futuros y un modelo para los seleccionados actuales y los que están por venir, o tan sólo una anécdota extraordinaria en una de las peores fases eliminatorias de la historia del balompié mexicano.