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#DeTresDedos: El futbol y el viaje del héroe

Escrito por:Jafet Gallardo
Por fin terminaron las adivinanzas sobre el camino de la selección mexicana en Brasil 2014: México forma parte del Grupo A, junto al anfitrión Brasil, Camerún y Croacia. De primer momento, la suerte premia el pobre desempeño del combinado nacional en sitio con posibilidades reales de clasificación. (Tan sólo miren el grupo de Costa Rica, donde hay tres campeones del mundo.) México había sido colocado en el bombo 3, con los equipos asiáticos y del área de Concacaf. Sin que esto represente mayor misterio, el acomodo no obedece tan sólo a un criterio geográfico, sino que parece adaptarse a los equipos teóricamente más débiles y accesibles dentro del torneo.  
 
Si hace ocho años sentíamos que tocábamos el cielo cuando el Tri fue considerado como cabeza de serie, la inmovilidad de los resultados nacionales en las citas más importantes del balompié ha vuelto a situarlo en una especie de tercer mundo futbolístico. En los últimos cinco mundiales, México ha sido eliminado en la segunda fase. Tampoco demostró lo que debía en el hexagonal final, pero incluso quedando como primer lugar dentro de Concacaf, el destino habría sido el mismo. Engrosar la pecera de los peces pequeños que buscarían escapar de los tiburones. 
 
Si nos vamos a los números especulativos, el Tri parte como el lugar 17 entre los favoritos para ganar la próxima Copa del Mundo. De acuerdo con Betfair, las apuestas pagan 170 a 1 por verlo coronarse en Brasil 2014. Se trata de un patrón que coloca otra vez al futbol nacional en la zona muda de la tabla, en un sitio apenas por debajo del promedio. 
 
El nivel en que estas cifras colocan al futbol nacional no debe causar escozor. Es un punto de partida realista. La posición de México en el sorteo mundialista o en las casas de apuestas habla de números, pero involucra una cuestión de respeto. Cierto, a FIFA le interesa que México acuda a todos los Mundiales, pero no porque vea en él a una potencia futbolística, sino porque conoce su potencial económico en publicidad, mercadotecnia, venta de camisetas, número de aficionados y derechos televisivos. Es un equipo de tradición y apasionamiento colectivo por la pelota, donde hasta los presidentes tienen arranques de aficionados. En el campo ya es otra historia, México se estremece ante un triunfo relevante, se complica y se contenta con dejar una buena actuación o un sentimiento de sorpresa y desconcierto entre los otros.

Con el boleto asegurado, volveremos a hacer números y probabilidades para que México pase a la segunda fase mundialista en un grupo bondadoso, que lo llevaría, hipotéticamente, a enfrentarse a España u Holanda en octavos. Pero lo que debería ocuparle al futbol nacional mientras prepara su aventura a Brasil es su evolución de un personaje incidental a protagonista, es decir, su proceso de crecimiento y de transformación en un aspirante serio en la justa más notable del mundo futbolístico. 
 
Pensémoslo narrativamente: México es un personaje más que anhela volverse un héroe en un relato llamado “Mundial”. Como lo ha apuntado el mitólogo Joseph Campbell en su teoría del monomito o del viaje del héroe, todos los héroes pasan por un proceso de nacimiento, de aprendizaje, de reconocimiento e identificación de sus cualidades (mágicas, sobrenaturales, personales o cotidianas). Los héroes se prueban desde niños o jóvenes, se distinguen, son iniciados en sus artes y trabajos, dejan su casa o su mundo conocido, salen a vivir aventuras, tener experiencias y sufrir heridas, y entonces reconocen su grandeza al enfrentar batallas y desafíos. Si son afortunados, vencerán al dragón y a la muerte, liberarán de enemigos o maldiciones a los suyos y volverán triunfantes a casa para ganarse el respeto y convertirse en leyendas.

Siguiendo el viaje del héroe, ¿qué lugar le tocaría a México en el presente ciclo mundialista? ¿Dónde está colocado en su progresión narrativa? Uno diría que la selección mexicana había salido de su infancia y dejaría de ser un niño terrible para comenzar a hacerse hombre o vivir su iniciación entre los grandes. Que la evolución de su juego, la venta de jugadores al extranjero o la salud económica de su liga le ganarían el respeto de sus pares y podría sentarse a la mesa de honor a disfrutar del banquete. Eso, decían, construía el respeto.
 
Pero el futbol mexicano persiste en sus dolores de crecimiento. Con instantes de buen juego, sorpresas agradables, temores, fantasmas, fracasos, soluciones de un día y carpetazos directivos. Ya sus selecciones juveniles parecen haber dado un salto. ¿Y los demás? Mientras tanto, la FIFA organiza otro mundial y sigue viendo a México como un invitado amigable, ese niño bien vestido y simpático que siempre está presente en la fiesta más importante de palacio, que anima un  rato las viandas del rey, que coquetea con las damas más bellas, pero que nadie puede tomarse muy en serio porque a la hora del baile o del toque de guerra, se marcha temprano de la corte porque se pone “chipil” a medianoche u olvidó llevar su espada.
 

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