La literatura de todas las épocas nos ha heredado un tema permanente a la hora de contar historias. Desde las fuentes bíblicas, las vidas de los Césares, la Atlántida, las caídas de grandes imperios o reinos, hasta la revolución Francesa y la modernidad, hemos oído de un personaje que aparece con la promesa de la buena estrella, brilla por unos momentos y luego se apaga, devorado por su circunstancia, su tiempo o sus errores. El deporte abunda en ejemplos de este estilo y el relato es útil para analizar el momento que viven algunos hombres del combinado nacional, en el contexto del primer partido de preparación que jugó la Selección Mexicana el pasado miércoles, con miras al Mundial de Brasil.
Cuando Andrés Guardado debutó en el Atlas de Guadalajara en 2005, me cuento entre los que quedaron impactados por sus condiciones futbolísticas. Tenía frescura, atrevimiento, clase y además su dinámica lo volvía polifuncional en el campo. Sus galopadas por el flanco izquierdo, su velocidad y su excelente disparo a distancia sobre la carrera me hicieron pensar que veía a una joya del balompié nacional. Pronto, esas condiciones lo catapultaron al estrellato mediático y lo llevaron a jugar su primer mundial con México en Alemania 2006, apenas a los 19 años de edad.
Dicen que Guardado era un antiguo 10 convertido en carrilero por izquierdo debido a necesidades tácticas. Un zurdo de gran categoría futbolística, un joven que cuidaba su alimentación, seguía un programa de entrenamiento y era disciplinado. Tras el Mundial, como era de esperarse, Guardado dejó a los rojinegros y emprendió la aventura europea. Aterrizó en el Deportivo La Coruña, donde después de un tiempo de adaptación y un doloroso descenso, cumplió sus mejores campañas y se convirtió en un motor reconocido del equipo. Sus goles y asistencias devolvieron al Dépor a primera división y trasladaron al llamado Principito a un equipo de mayor jerarquía, el Valencia. Mientras tanto, en Selección, Guardado adquiría un sitio indiscutible en el cuadro titular.
Pero la estrella de Guardado, repentinamente, se desdibujó. Primero fueron las lesiones, luego la falta de ritmo, la presión por llenar el hueco que Jordi Alba dejó al marcharse al Barcelona, después la innegable baja de juego que lo convirtió en un futbolista más en la plantilla y lo arrinconó en la lateral izquierda. Anotó apenas 1 gol en 44 partidos con los valencianos. Ni siquiera la Selección Mexicana, ese equipo donde había cumplido sus mejores actuaciones jugando como lateral, medio volante e incluso como contención y suplente en el equipo del Vasco Aguirre, pudo salvarlo de la debacle. En 2013, Guardado fue borrado de las convocatorias por el entonces técnico nacional, José Manuel “Chepo” de la Torre.
Diremos que quizá la caída del Imperio Mexicano en el Hexagonal Final de Concacaf arrastró a Guardado. O que la caída de Guardado y muchos de sus compañeros llevó al derrumbe del futbol nacional en la eliminatoria. Lo cierto es que la vida y el futbol le han dado una nueva oportunidad al exrojinegro y acaba de ser transferido a préstamo con opción de compra al Bayer Leverkusen de Alemania por lo que resta de la temporada.
El equipo de la aspirina suena como un paso adelante en la trayectoria del jalisciense. El conjunto marcha como segundo de la competencia detrás del todopoderoso Bayern Munich y es reconocido por su calidad de juego ofensivo y dinámico. Guardado tiene la posibilidad de reinventarse en un futbol más competitivo y potente que el actual balompié español, además de que podría jugar Champions League este año, lo que significa que elevará sus bonos para ser nuevamente llamado a la lista definitiva para Brasil. Si “El Principito” recupera su nivel, no hay duda que será considerado por Miguel Herrera dentro del equipo nacional por su experiencia mundialista y su capacidad dentro del campo. Siempre he creído en Andrés como ilusión, ahora falta que se convierta en una realidad y despunte por fin como un jugador determinante en la selección, en un Mundial que lo encontraría en la plenitud de sus capacidades físicas.
Pero mientras Guardado lucha por ascender de su caída, nuevos jugadores se catapultan en el frente de ataque mexicano. Tras el reciente partido contra Corea, Alan Pulido, un talentoso seleccionado juvenil que por fin ha recibido minutos en Tigres, se despachó con tres goles y parece ganar una repetición en la convocatoria. Además, resalta el surgimiento de Isaac Brizuela, un joven que explotó el año pasado a préstamo con el Atlas y se ha vuelto indiscutible con su encare y habilidad para el desequilibrio del Toluca; ahora mismo, Isaac acumula esperanzas de jugar su primer mundial con la casaca verde. Además de ellos, el gran desempeño de Carlos Peña y Luis Montes en sus clubes y en los recientes encuentros con la camiseta nacional los han adueñado sorpresivamente y con todo merecimiento de la media cancha mexicana.
Este video te puede interesar
Al igual que Guardado, otros hombres más esperan salir de su descenso y subir en la rueda de la fortuna futbolística que los transporte a Brasil. Chicharito Hernández, Gio Dos Santos, Héctor Moreno y acaso Carlos Vela se encontrarán hipotéticamente de vuelta en un imperio que ha dejado de ser suyo y ha regresado al dominio de un antiguo rey: Rafael Márquez. Junto a Oribe Peralta, Carlos Peña, Luis Montes y la base americanista de Miguel Herrera, todos parecen determinados a hacer de este equipo su Selección. La primera opción es que los antiguos caballeros regresen a poner su mejor futbol por el bien del equipo y asuman su nuevo papel en el emergente conjunto mexicano. La segunda posibilidad es la tensión y la fractura. Pero no adelantemos vísperas. Entretanto, espero un repunte en el juego de Guardado y sus demás compañeros, al lado de las buenas actuaciones de jóvenes como Pulido o Brizuela. Lo demás, como diría el poeta español Jorge Manrique, ya será “verdura de las eras”.
