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The Cure: Nada nuevo bajo la oscuridad

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
The Cure confirmó que se presentaría en México el 21 de abril y Twitter pareció estallar de alegría. Los muros […]
The Cure: Nada nuevo bajo la oscuridad

The Cure confirmó que se presentaría en México el 21 de abril y Twitter pareció estallar de alegría. Los muros de Facebook se llenaron con los videos de “The Lovecats”, “A forest” e “In between days”. No es que el entusiasmo no sea comprensible. The Cure es una de las bandas consentidas para quienes disfrutan del rock británico de los ochenta y es muy probable que discos como Faith (1981) o The head on the door (1985) hayan iniciado a muchos actuales cuarentones en una afición musical, solitaria y sentimental. El fantástico Disintegration (1989) llenó nuestros oídos con su electricidad hipnótica y su vuelo brumoso; mientras que Standing on a beach llevó a algunos a leer El extranjero, de Albert Camus, novela en la que se inspira su tema inicial, “Killing an arab”. Hubo quien tuvo sus primeros acercamientos amorosos con “Catch” y “The perfect girl” como fondo.
En los 80, por sombríos que fuesen sus arreglos, la discografía de The Cure se mostraba sólida y generosa, casi sin rellenos y con periodos de no más de veinte meses de distancia entre un álbum y otro; ofrecía por igual temas para bailar a saltos o considerar la posibilidad de cometer un suicidio. Asociada a la música gótica, la densa atmósfera de su sonido nunca dejó de ser vivaz. Tras un periodo excepcionalmente productivo y de alta calidad (los ocho discos que van de 1979 a 1989) y una rotación de integrantes más acelerada de lo conveniente, resultaba predecible que el grupo tuviera una fecha de expiración cercana. Y así fue. Por lo menos desde 1996, con “Wild mood swings”, The Cure no ha dejado de ofrecer pruebas de una decadencia creativa.

Sonámbulo del éxito
La tragedia para algunos radica en por qué una banda, alguna vez brillante y original, quedó detenida en el tiempo. Qué nos motiva a verlos ahora, cuando no componen nada interesante desde su título homónimo de 2004, mientras su obra mayor, Disintegration, fue despachada hace más de 20 años. Pintarrajeado y coronado por una de las cabelleras definitivas en la historia musical, nunca sabremos a ciencia cierta quién es en realidad Robert Smith, aquel protagonista de un cuento retorcido, tironeado por angustias, melancolías y un espíritu romántico, marioneta en una trama de tinieblas; héroe de una generación enamorada de la tristeza que además encontraba en The Cure algo distinto a la monotonía de refrendar sus penas.
Los músicos siempre fueron mucho más versátiles, comparados con un actual Radiohead, para lamentarse de la existencia a ritmo de rock. En una fiesta en pleno 1987, se podía mezclar a Bananarama, Rick Astley y algún éxito de Kiss me, kiss me, kiss me, ya que The Cure también funcionaba en la pista de baile. ¿Por qué, entonces, Robert duerme y sólo despierta para tocar sus viejas canciones como sonámbulo de su éxito?

La historia en primera fila
Nada queda por hacer si los días creativos de Robert Smith se han ido. ¿Dio ya todo lo que podía? Entre tanto llega la respuesta, su visita a México cierra el círculo. Todos quienes experimentamos a The Cure como un antídoto para embellecer la vida en ciudades grises, tendremos un capítulo de historia en primera fila. Se sabe que los músicos cuidan muy bien su museo. Suenan poderosos y resueltos. Disponen de decenas de clásicos y el líder hipnotiza con su canto cuando interactúa con el bajista Simon Gallup. El resto (Roger O’Donnell en los teclados, Jason Cooper en la batería y Reeves Gabrels en la guitarra) gira sobreponiendo envolventes y sencillos mantos melódicos, hasta lograr pequeñas sinfonías, algunas mortuorias, otras de festivo humor negro.
En un mundo ideal, Smith todavía nos dejaría boquiabiertos con nuevos discos. En el mundo real, basta contentarse con su presencia y un puñado de álbumes donde uno se abraza a sí mismo, feliz por encontrar las melodías y letras perfectas para describir una existencia en la que el sol se olvida de asomar. No es malo a veces relamer el recuerdo. Lo equivocado es creer que ofrece un futuro.

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Foto perfil de Jafet Gallardo
Jafet Gallardo Digital Editor Periodista de formación. Creador de contenidos, analista, especialista en viajes, entretenimiento y estilo de vida.
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