Podríamos decir muchas cosas clavadas del nuevo Corvette Stingray, como por ejemplo que su chasis es 45 kilogramos menos pesado y casi 60% más rígido que el de la generación anterior. También escribir una tesina respecto al uso del aluminio en toda su construcción, pero no es el caso.
O sea, ¿para qué hablar de los aspectos técnicos de uno de los coches más excitantes en la actualidad, si podemos hacerlo de nuestra experiencia al manejarlo?
El Corvette es para Estados Unidos lo que el Porsche 911 es para los alemanes. Se trata del icono de iconos al momento de referirse a coches seriamente deportivos en la Unión Americana.
Lo anterior empezó en 1953, cuando este carro tenía un motor de seis cilindros en línea y contaba con tan solo 150 caballos, y trasciende hasta nuestros días. Chevrolet puede jactarse de que su querido auto haya conquistado pruebas tan duras como las 24 Horas de Le Mans, ganándole a Aston Martin, Ferrari, Porsche, y otros.
En un tono muy exigente, el Corvette ha sido en general un coche poco refinado. Sin embargo, su carácter espartano es cosa del pasado, pues el nuevo Stingray ha llegado.
Lo primero que destaca al subir en él, es la gran diferencia que existe en la cabina entre éste y las demás generaciones. La piel, los componentes, etcétera, tienen un tacto nunca antes visto en un Vette, además de ello, se trata de un coche lleno de gadgets e inmejorable ergonomía. En ese orden de ideas, aunque aún esté apagado, el auto ya causa muy buenas impresiones.
Lo más importante al empezar a tratar con una máquina de este tipo, es echar a andar el motor, cerrar los ojos y escuchar con mucha atención ese solo de metales debajo de su cofre.
Su V8 con 6.2 litros es capaz de generar 460 caballos y 465 libras pie de torque que este motor puede bajar al suelo. La potencia nunca debe ser menospreciada. Los únicos vehículos de la historia que tienen este poder son el Corvette Stingray y el Ferrari Enzo.
Aceleración máxima
Empezar a rodar, sea donde sea, es todo un acontecimiento sobre todo para el conductor. Luego de varios kilómetros (no muchos) la computadora del Stingray te alienta a sacar lo mejor de él al dar la lectura de que las llantas han llegado a su temperatura óptima de funcionamiento.
En nuestra experiencia, y aunque Chevrolet sostiene oficialmente que el auto acelera de cero a 100 km/h en 3.8 segundos, podemos decir que puede ser menos, de verdad. Lo único necesario es hacer los cambios de velocidad con mucha exactitud y claro, esperar a que la computadora del mismo coche dé el permiso.
Rompiendo el paradigma que sostiene que los autos de Estados Unidos sólo pueden ir bien en línea recta, el Corvette Stingray es todo un ilustre en la materia.
Su capacidad de cambiar de dirección es abrumadora, sobre todo si contamos con el paquete Z51, que hace a la ya muy deportiva séptima generación de este modelo, una pieza de precisión.
En resumen: el nuevo Corvette Stingray no sólo es superiormente poderoso, sino que es más fácil convivir con él.