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De contadora de impuestos a contadora de historias de sexo

Por: Arturo J. Flores 24 Feb 2020
Son varios los que me dicen: ¿de dónde sacas todo lo que escribes? ¿vas a escribir sobre mí? Lo malo de escribir sobre sexo es que es muy repetitivo: ¿Qué puedo decir? “Es que hoy me pusieron así”, ¡pero siempre me ponen así!
De contadora de impuestos a contadora de historias de sexo

Se dice que los caballeros no tienen memoria. Samantha, en cambio, lleva un diario pormenorizado de sus encuentros sexuales.

Escribió Pablo Neruda en su poema Siempre: “Ven con un hombre a la espalda, ven con cien hombres en tu cabellera, ven con mil hombres entre tu pecho y tus pies, ven como un río lleno de ahogados que encuentra el mar furioso”.

Entre los senos de Samantha flota el recuerdo de decenas de ahogados. Desde que hace unos decidió cambia la contabilidad por el llamado “oficio más antiguo del mundo”, suman ya varios piratas los que han desfilado por su borda y saltado al océano del placer.

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–Puede que sí sea el oficio más antiguo del mundo, porque no es sexo, sino tiempo. Yo vendo tiempo. Todas las profesiones se tratan de eso: cuando era contadora también vendía mi tiempo, pero entonces ganaba en una semana lo que ahorita gano en una hora.

Es alta, risueña y no para de hablar. Entre risas se lleva a la boca suya, atleta del buen besar, el cuello de vidrio de una cerveza belga. La tercera de la velada. Pienso mientras la observo en las palabras de Joaquín Sabina: “Y, si la Magdalena pide un trago, tú la invitas a cien que yo los pago”.

 

3,600 segundos de placer

Samantha vende tiempo. Una hora, para ser específico. Lo que dura un “servicio”, eufemismo con el que se refiere al trabajo de las acompañantes de lujo. Sesenta minutos –3,600 segundos–, de los que el comprador puede disponer para hacer realidad las fantasías que rara vez se atreve a sacar a pasear.

Sorprendentemente, me cuenta que no todos quieren un orgasmo a cambio de su dinero. Le ha tocado que la contratan para pedirle consejos, para beberse una copa, para contarle una pena de amor, para que siente a su lado a ver un partido de futbol o para que, como Sherezada, ella les cuente un cuento.

–Son varios los que me dicen: ¿de dónde sacas todo lo que escribes? ¿vas a escribir sobre mí? Lo malo de escribir sobre sexo es que es muy repetitivo: ¿Qué puedo decir? “Es que hoy me pusieron así”, ¡pero siempre me ponen así!

 

Como en la TV

Samantha escribe y lleva un diario. Uno en el que cuenta las aventuras y desventuras que vive una escort. Siempre le gustó escribir. Antes, cuando padecía una existencia Godínez, redactaba desde su encierro en un despacho contable, entregada a la tarea de llenar de cifras las celdas de una hoja de cálculo de Excel. Fue así que dio con el blog de Fernanda Siempre, después vio la serie española 700 euros, diario de una call girl y fue tanta la comezón de la curiosidad, que la única forma de rascársela fue dar el paso definitivo.

Renunció a su trabajo y se hizo estríper. Quitarse la ropa al ritmo de una canción no parecía la gran cosa. Además, la proveía de material para su blog. Así comenzaron a escribirse sus ahora famosas Crónicas Sensuales en WordPress. Las mismas que un día habitarán las páginas de un libro como sucedió con el poema de Neruda.

Al principio, Samantha sólo bailaba asida del tubo, y cuando paseaba por la calle, se le quedaba mirando a los hombres, especímenes de todas las tallas y moldes, preguntándose “¿me atrevería a estar con alguien así?”.

Un día se atrevió. Curiosamente fue un político. Como astronauta rebelde, cortó el cordón que la unía con la nave de su vida anterior.

–Me animé a hacer un servicio y me fue bien. Además, así ya no tenía que desvelarme ni beber tanto. Renuncié al table y me dediqué a ser sólo escort y escribir.

 

Entre el perrito y la vaquerita

Lo que la distingue es su sentido del humor. Lo mismo para contar la vez que la dejo plantada un chaka, hasta la primera vez que se acostó con otra mujer.

Esa misma desfachatez le sirve para describir las vicisitudes de una vida que dista de ser fácil, como se dice, pero tampoco define como tormentosa. Porque en su caso, a diferencia de cuando era oficinista, Samantha sí es su propia jefa. De su experiencia, concluye: la mayoría de quienes la contratan, son casados. Ni demasiado jóvenes, ni muy viejos. Limpios por lo general. Las posiciones que prefieren es el perrito y la vaquerita. Casi todos le quiere hacer un cunnilingus, porque hacer venir a una chica como ella se piensa que es imposible. Ella, sin embargo, rara vez tiene un encuentro sin venirse.

Lo que no hace es lluvia dorada, ni de meteoritos. Anal, sí, pero igual que todo lo demás, con riguroso condón. Porque además es hipocondriaca. Se desvela hasta muy tarde leyendo artículos sobre enfermedades extrañas, teorías de la conspiración, libros de ciencia ficción y, por encima de todo, invierte su insomnio crónico metiéndose por los ojos la saga literaria de Game of Thrones.

 

Lleve su Pokepack

Además de su compañía, vende packs. Tal vez sea de las pocas que piensa en un público cautivo: los otakus, coleccionistas voraces de ánime, manga y cosplay, jugadores compulsivos de consolas electrónicas pintados por el cine y la televisión (el dueño de la tienda de historietas de Los Simpson es un ejemplo), como obesos cuarentones dueños de una virginidad a prueba de balas.

Sam se ha hecho fotos eróticas vestida de Pokémon y Mario Bros, pero entre las aventuras de las que también ha tecleado también figura su paso fugaz por el BDSM como dominatriz uniformada de riguroso látex negro.

–Lo hice hasta que uno de mis sumisos se cansó de que lo pusiera a hacer el quehacer de mi casa y se me acabó la diversión.

Le pregunto cómo se ve en diez años. ¿Hará lo que hace por siempre? Ya una vez uno de sus clientes la retiró durante un par de años con la promesa de amor eterno pero la fuerza del destino, diría Mecano, la hizo repetir y el cuento de hadas llegó a su fin. Volvió a remontar el mar lleno de ahogados del que habla Darío.

–Si esto se acaba, puedo ser otra vez contadora y si lo legalizan, ¡por lo menos ya sé hacer declaraciones de impuestos!

 

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