Camarón que se duerme, nunca llega a Presidente

El Secretario de la Defensa reconoció que la seguridad del país estaba comprometida y con ello dejó claro el paquete que pesará sobre los hombros de quien resulte elegido como Presidente en el proceso que arrancará en breve. Con su peculiar humor, el Payaso Tenebroso advierte a los aspirantes que sus frases de campaña, ¡se pueden volver contra ellos!
Por: Brozo
¡Ay, mi chamacada, jija del soplo divino! Eso de venirlos a visitar puntualmente cada mes, me hace sentir un payaso medio incómodo pero inevitable. Digamos fisiológico, pa’ arrancar elegantemente y muy lunar este nuevo ciclo menstrual.
Ya estando reunidos alrededor de esta fogata imaginaria que nos convoca pa’ intercambiar cuitas, cuetes, cuates y cuotas, quiero empezar refriteando lo dicho por el mero General Secretario de la Defensa Nacional durante un acto medio mastuerzo llamado “La marcha de la Lealtad”. Fue ese numerito donde Felipón el Calderón salió trepado (nunca montado) en un hermoso caballo, parodiando la cabalgata histórica de Pancho Madero. ¿Se acuerdan de ese evento donde los impecables cadetes escoltaban a trote lento a un señor que parecía pasear descuajaringado sobre un jamelgo en la Marquesa? Bueno pues, lo que el General dijo después de echar numerosas flores a la sensibilidad y al arrojo del Presidente, quedará grabado en nuestra manoseada historia.
Afirmó enérgico que en varias regiones de la Patria, las instituciones estaban superadas por el crimen organizado. Y remató contundente que la seguridad interior estaba comprometida. ¡Mangos de Manila, zúrrese en los calzones! Evidentemente lo que leyó el Secretario traía la bendición de Calderón y así las cosas, pos cualquier defensa que quiera hacerse a la estrategia belicosa de Felipe vale un quinto. Pásenme por encima si quieren, pero lo dicho por el señor Galván es la confirmación de un fracaso. De paso y como sin querer, sirvió de homenaje a la novelesca valentía de Felipe y a su deber chorreadamente cumplido. Y también de paso y mátalas callando se envió un claro mensaje, del infierno que le espera a quien le toque portar la banda tricolor en su pecho. O en sus pechos, según sea el caso.
Que nos quede claro. A partir de ese discurso lanzado por Galván Galván, el tamaño del chafalote entroles por las orejas y se dejó sentir en toda su tenebrosa dimensión. Y aquí es donde comienza la diversión, mis chamacos y chamacas. A estas alturas que me están leyendo, debe estar finalizando la tal “Intercampaña”, ese espacio donde los candidatos han tenido que guardarse 45 días para arrancar a todo galope con sus campañas. Y ahogándome entre cruda y pasones, cavilo: ¿Regresarán los y las suspirantes con los mismos chorizos huecos y setenteros, llenos de promesas chairas y visiones trastocadas que nos propinaron antes de la llamada veda? ¿Habrán hecho la tarea junto con sus equipos y asesores para dejar de parecer pinches productos milagro, y demostrarnos que el veinte del desastre nacional finalmente les cayó? ¿Tendrán por una vez la humildad de reconocer que ninguno de ellos o ellas son suficientes para dar el golpe de timón que ningún Tlatoani ha podido ejecutar? ¿Abandonarán por una vez las choteadas formas para entrarle cabrón a los hirvientes contenidos?
La desigualdad, la corrupción, la impunidad, la opacidad y la violencia han llenado los vacíos que la clase política entera jamás quiso resguardar. ¿Habrá llegado el momento de que renuncien a la visión dopada con la que han administrado nuestro chante, para que verdaderamente usen en nuestro beneficio el poder que temporalmente les endosamos?
¡Estamos pagando por ver! El país tiene 52 millones de pobres, carga con 50 mil cadáveres de oquis, no tiene educación que se note ni trabajos suficientes. Las leyes se negocian, la justicia no se imparte y la ciudadanía se pasma. El Estado pisa ñengo si es que pisa. Todo frágil.
Con este panorama terminal, nadie puede darse el lujo de promover su oferta de gobierno con estas premisas: “No seré más de lo mismo.” “No dividiremos a México.” “Por una República amorosa.” Cha Cha Cha Chaaaaales… ¡Órale!