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Bran Van 3000

Escrito por:Jafet Gallardo

El colectivo canadiense ofreció una propuesta renovada en la que equilibró sus antiguas glorias con lo más vanguardista de su trabajo

Por Jimena García Fotografías de Fernando Aceves/ Cortesía de Ocesa

Cuando nos visitan grupos que fueron famosos en décadas pasadas, llámense 70, 80 ó 90, la mayoría de nosotros acudimos a verlos por una muy simple razón: la nostalgia.
A todos nos pega cuando nuestra banda favorita de antaño, anuncia su regreso a los escenarios y lo más importante, vendrá a nuestro país. No importa que se haya separado hace años, que sólo queden dos miembros originales, que el vocal, quien solía ser un dios sexual ahora sea un gordo que a duras penas se mueve en el escenario; la nostalgia es más poderosa y siempre nos jalará a las garras de aquella agrupación o solista que nunca visitó nuestras tierras cuando estaban en su mejor momento.
En el caso de Bran Van 3000, la espera por escuchar esa mezcla tan peculiar de electrónica con elementos de rock, hip hop y hasta un poco de jazz que les dieron gran éxito en los 90, se transformó en un concierto lleno de emociones, saltos, gritos, pero donde la sensación de estar viendo y oyendo a otra banda, permeaba por encima de todo.

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Cantar en el jardín
La cita fue en el Plaza Condesa a las nueve de la noche, pero el colectivo (como ellos se llaman), comenzó a tocar casi a las once. La entrada de visuales que mostraban desde escenas de películas de Disney hasta leyendas invitando a la reflexión de los asistentes, logró emocionar al público, quienes desde el inicio nunca dejaron de bailar y saltar, a pesar de no conocer del todo (o casi nada), el disco del cual sonaron más temas: The Garden.
La primera rola que escuchamos fue A tryst. Una hermosa corista, una bailarina llena de energía, un guapo y acertado tecladista que en ocasiones cantaba excitando a las asistentes, un baterista que de vez en cuando se alejaba del sonido del grupo, un bajo preciso, más la voz siempre inconfundible de DJ James Di Salvio, quien por instantes jugó con bongos que cambiaban el ambiente, captaron al instante la atención y energía del público.

Beber en Los Ángeles
No sólo con temas de The Garden, los canadienses atraparon a los asistentes, sino con reinterpretaciones novedosas del álbum, Rosé. El ánimo de la gente, se transmitió a la banda, quienes subieron al escenario a un grupo de personas para hacerlos bailar y cantar junto a ellos. Este ambiente se contagió al público que casi había llenado la pista, quienes también bailaron y gritaron al unísono.
Otros temas que sonaron fueron, More shopping, Go Shopping (que muchos identificaron gracias a Y tu Mamá También), More shopping, Grace, La Dolce Vita y Saltwater Cat, pero el gran momento de la noche llegó con los primeros beats de Drinking in L.A., la canción más emblemática no sólo del colectivo, sino de los charts de los noventa.
“Hi, my name is Sterero Mike”, fue suficiente para llenar al Plaza Condesa de gritos. Esta vez, todos se sabían la canción, tal vez para mantener esa emoción, los integrantes decidieron alargar el tema por casi diez minutos.
Glee nunca apareció
De ahí, el show continuó con éxito, pero sin alcanzar el gran clímax provocado con Drinking. Aunque hubo un momento en el cual pensamos que escucharíamos Love Cliché, sólo se trató de una breve mención de la letra por parte de Di Salvio. Ni siquiera el clásico acto de pedir más, funcionó para que el grupo se aventara algunas rolas de su primer, mejor y más famoso álbum, Glee.
La noche se convirtió en una mezcla de ritmos como funk, jazz, blues, soul, disco, todos siempre con el toque de electrónica característico del grupo. Sin embargo, ese elemento rock que los hizo tan emblemáticos en los noventa, nunca estuvo presente. Fue muy interesante ver que el proyecto liderado por el siempre carismático, DJ James Di Salvio, no se ha quedado estancado en lo que alguna vez fueron, pero faltó un poco del revival gratuito que las bandas, todavía amadas por nosotros, nos ofrecen cuando al fin llegan a nuestro país.

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