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5 minutos: Soda Stereo no regresa por dinero, sino por revanchismo 

Escrito por:Alejandro Mancilla

No me gustan los grupos tributo. Me parecen un acto de autoengaño tanto para quienes deciden imitar a un artista como para los ilusos fans que se hacen la idea que están viendo a su banda favorita cuando en realidad están frente a un grupo de personajes incapaces de hacer algo original. Es un poco como quienes contratan los servicios sexuales de escorts que se parecen —digamos— a Marisa Tomei, Belinda o Bryce Dallas Howard, y se imaginan que están en la cama con las originales. La anunciada reunión para una serie de conciertos bajo el nombre de “Soda Stereo” me da la impresión de que pertenece a ese universo del autoengaño. ¿Por qué diablos se está vendiendo una gira de Soda Stereo sin Gustavo Cerati?

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En una entrevista reciente que tuve con Andrés Giménez, guitarrista y cantante del grupo de metal argentino A.N.I.M.A.L —además de amigo cercano y colaborador de Cerati—, el músico me dio su opinión sobre el publicitado regreso de Charly Alberti y Zeta Bosio a los escenarios con el nombre de su ex banda. Según él, el baterista y el bajista tienen la suficiente solvencia económica como para que este retorno sea por dinero: “Son personas que están más allá del bien y el mal, no necesitan más o menos dinero en su vida, necesitan un cariño del alma, de estar arriba del escenario juntos”, me dijo textualmente.  En la web, las posturas se han radicalizado: los fans puristas (y los que tenemos memoria) repudian que los miembros sobrevivientes promuevan el supuesto regreso con el engañoso gancho de que se trata de ‘Soda Stereo’. Dicen —y con razón— que sin Cerati el grupo no está completo, por lo que la promoción de la gira bajo ese nombre es, sencillamente, falsa. Sí, se trataba de un trío, en eso todos estamos de acuerdo, pero el formato de la banda era asimétrico. Es decir, está claro que lo que aportaba cada quien no era proporcional, y aunque el baterista y el bajista eran elementos importantes, su contribución creativa era mínima. Basta revisar los créditos de discos emblemáticos como Canción Animal o Dynamo, donde sus menciones como compositores prácticamente no existen. Claro, por no decir quién era el cantante y guitarrista del grupo.

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Por otro lado, los seguidores que no vieron al trío en su momento celebraron la noticia como si de un verdadero regreso se tratase, sin detenerse a reflexionar que, en realidad, acabarán pagando un boleto para asistir cuando mucho a un karaoke masivo. Y es que, más allá de justificaciones futuristas (ni que estuviéramos en Blade Runner 2049, donde en un bar sci-fi recrean a Elvis Presley en holograma), el asunto de este “regreso” es de pésimo gusto y de hecho, injusto y desleal con la memoria del músico. Recordemos que Cerati era un tipo tan talentoso como celoso de su trabajo y de su liderazgo al frente de Soda. Como muestra, aquella anécdota con “Tweety” González, cuando Gustavo lo jaló de las piernas y lo tiró de lo alto de una bocina porque el músico invitado se estaba luciendo de más (está en YouTube por si gustan) y le quitaba protagonismo.

 

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Cerati era tan protector de su papel como lider en la banda que, según entrevistas y biografías póstumas, prefirió desintegrar al grupo antes que caer en la autocomplacencia o compartir su papel. Incluso se dice que en algún momento criticó a sus excompañeros por su falta de compromiso y su escasa disposición a componer o aportar ideas nuevas. Por eso, el regreso de sus ex colegas sin él es algo que seguramente nunca habría pasado por su cabeza que fuera posible. Que la generación actual no haya visto en vivo a Soda Stereo no es pretexto: muchos no vimos a David Bowie, ni a Cocteau Twins, The Beatles, Velvet Underground, Nirvana o a Rita Guerrero con Santa Sabina, y no por eso se acaba el mundo. Quedan los discos, los videos, la historia.

Y no, no creo que el regreso de Zeta Bosio y Charly Alberti presentándose como “Soda Stereo” sea (solo)  un asunto económico. Parece más bien un acto de revancha artística, una manera de volver a sentir los reflectores encima y de convencerse de que siguen siendo Soda Stereo, aún a costa de una ausencia irreemplazable. Un mensaje silencioso, revanchista, pero evidente para quien antes tomaba las decisiones creativas: “Tenemos el control por fin y nada puedes hacer”,  Eso me parece este “regreso”. Quizás legal sí, porque tienen los derechos comerciales para hacerlo, pero no respetuoso con la memoria de Gustavo Cerati. Incluso peor que el reciente video de Benito Cerati cantando un cover de Leo Dan, otro atentado al buen gusto que revela que al talento no se da ni por asociación como sus ex compañeros, ni por ADN.

No es The Office pero podría crecer

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Terminé de ver la primera temporada de The Paper, una tardía secuela de la versión norteamericana de The Office, otra vez en formato de falso documental. La serie si bien no sorprende, cumple con alimentar la nostalgia y agregar historia a un universo que ya tiene sus propias (y no tan buenas) versiones locales alrededor del mundo: recordemos que la original es inglesa y no tuvo tanto éxito como la estadounidense (la adaptación australiana acaba de ser cancelada después de una sola temporada). La serie —que desde antes de su estreno ya tenía asegurada una segunda temporada, aún sin fecha confirmada— no alcanza, al menos en esta primera entrega, los niveles de la versión protagonizada por Steve Carell. Lo cierto es que tanto The Office como su serie hermana, Parks and Recreation, tardaron en arrancar mientras sus personajes iban creciendo, así que es cuestión de ver si el embrión se convierte en ingeniero (pero déjenlo crecer, por favor).

Lo bueno de The Paper, digamos, lo interesante —para quienes nos dedicamos a escribir en medios, sobre todo— y que al menos la diferencia de la original, es su directa crítica hacia el periodismo actual, sus convenciones y su caída. Con diálogos y situaciones donde se exhibe que el papel, los periódicos y las revistas impresas son material digno de guion de sitcom, y que los comunicadores amateurs y los influencers son los reyes de la información, la serie nos hace reflexionar sobre los pecados editoriales pos-internet. Lo malo: solo queríamos reírnos de la vida en una hipotética oficina de redacción en 2025, pero acabamos sobre analizando en qué momento se acabó todo, cuando los medios tradicionales (impresos y digitales) fueron devorados por TikTok, el contenido ligero y el algoritmo. Si no te clavas en eso como yo —la serie es entretenida—, aunque la verdad le faltan personajes más patéticos como queríamos, pese a que muchos episodios sí tienen esa dosis de cringe y comedia de pena ajena (en el buen sentido… si es que lo hay) que buscábamos en una serie de Greg Daniels, el creador del universo The Office en Estados Unidos. Por cierto que el regreso de Oscar Martínez, interpretado por Oscar Núñez, el único personaje que regresa de la serie original se siente forzado y fuera de lugar.

En The Paper (HBO, 2025) actúan Domhnall Gleeson como Ned Sampson, el nuevo redactor jefe del Toledo Truth-Teller; la comediante italiana Sabrina Impacciatore como la detestable (hasta que le encuentras la gracia y te empieza a caer bien) Esmeralda Grand, directora editorial del Toledo Truth-Teller y TTT Online; y Chelsea Frei como Mare Pritti, la redactora del periódico. Sí, la serie es un poco ñoña, pese a que el ácido Ricky Gervais —el artífice original— repite como productor ejecutivo. Y sí, tiene el elemento romance-oficina infaltable y predecible, pero tengo esperanza de que la serie crezca y le empiece a pisar los talones a su predecesora. Mientras tanto, me acabo de enterar de que la versión mexicana de The Office es una realidad, y que se acaban de estrenar algunos avances que ya vi y que ya me convencieron… de no verla.