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2×1: Scorsese y la historia americana

Por: Jafet Gallardo 05 Jun 2018
Esta semana recorremos la filmografía de Martin Scorsese y hablamos sobre su más reciente película, El lobo de Wall Street. […]
2×1: Scorsese y la historia americana
Esta semana recorremos la filmografía de Martin Scorsese y hablamos sobre su más reciente película, El lobo de Wall Street.
 
Querida Francesca
La semana pasada el veterano cineasta Martin Scorsese publicó una carta abierta dirigida a Francesca, su hija más pequeña. En ella le contaba sobre cómo él veía el futuro del cine. En la misiva, tierna y esperanzadora, Scorsese da palmadas de aliento a cineastas tan dispares como: Wes Anderson, Richard Linklater, Alexander Payne, los Coen, James Gray y Paul Thomas Anderson y de una manera muy especial recordaba a su maestro, John Cassavetes; tan olvidado a últimas fechas.
 
El cine para el director italoamericano ha dejado atrás la distribución y la producción a la que estamos acostumbrados, es decir, el sistema de estudios y las salas múltiples. El séptimo arte, según el neoyorquino, en un futuro cercano será hecho exclusivamente con cámaras digitales y distribuido en línea.
 
Una de las cosas en las que es enfático es que los avances tecnológicos no lo son todo: “…debemos recordar una cosa importante: las máquinas no hacen la película, la película la haces tú. Tomar una cámara, rodar y después organizar el material con Final Cut Pro es liberador. Hacer una película (la película que tú necesitas hacer) es otra cosa. Y para eso no hay atajos.”
 
La carta es una declaración de amor al cine que pese a su brevedad deja muy claro su futuro. Pero la producción, la historia del cine ya eran un tema que traía desde hace tiempo como lo atestigua su anterior película, La invención de Hugo Cabret, donde rinde un homenaje a George Melies.
 
 
La avaricia y el crimen
Hay un tema que es el más recurrente en la filmografía de Scorsese: la criminalidad en Estados Unidos. La historia reciente de su país lo apasiona y le ha brindado sus mayores éxitos cinematográficos. Su primer campanazo fue Calles Salvajes, donde un bravucón Johnny Boy, encarnado por Robert De Niro, hace todo lo posible por joder su vida, mientras su amigo, un joven Harvey Keitel intenta rescatarlo. Aunque es con Taxi Driver donde es ya considerado un genio cinematográfico (y de paso catapulta la carrera de Jodie Foster y De Niro). Con Toro salvaje su genio solo vino a consolidarse.
 
En las tres, italoamericanos desafían las duras calles de Nueva York y son tragados por el sistema que los escupe apenas dejan de servirles. Su ascendencia italio-católica lo conmina a filmar La última tentación de Cristo; película que se vuelve un gran escándalo al grado que la película fue prohibida en muchos países. En ella echa mano de la historia bíblica para presentarnos a un Jesús humano, y una vez más, debido a su atinada dirección de actores, proyecta a un Williem Dafoe que llena toda la pantalla.
 
Luego vendrían Buenos muchachos y Casino, ambas épicas de la criminalidad y de la avaricia, lo que forjó a la nación más poderosa del mundo. Películas en las que la maestría técnica, la solidez en el guión y el entendimiento con sus actores (de nuevo De Niro y Joe Pesci, el hacer actuar a la insustancial Sharon Stone o darle un buen papel al desaprovechado Ray Liotta) hacen sólidos trabajos.

El rey del mundo
Pero es luego de Kundun que el amorío entre De Niro y Scorsese termina y su nuevo actor fetiche pasa a ser Leonardo DiCaprio. El director asegura que desde aquella olvidada cinta en donde DiCaprio contaba con poco menos de veinte años, ¿A quién ama Gilbert Grape?, fue que descubrió su talento.
 
En El lobo de Wall Street, la película más ambiciosa de Scorsese hasta la fecha la pareja por fin cuaja del todo. DiCaprio ofrece una de sus actuaciones más arrebatadoras. La cinta, imparable y vertiginosa, pese a sus tres horas, es un recorrido por la ambición humana, por la avaricia y los excesos. Scorsese, siempre sobre la línea de la censura, muestra con lujo de detalles la glamurosa y enfermiza vida de Jordan Belfort, un bróker que estafó a miles de personas y que apenas si tocó la cárcel.
 
Como pieza cinematográfica es arrebatadora, con una banda sonora increíble, llena de humor, de ironía y personajes pintorescos. Scorsese no se repite sino que se reinventa y no parece acusar sus ya 72 años. Sin embargo como pieza de denuncia (que así es como la han presentado, director y actor) resulta todo lo contario. Más parece una apología la vida disoluta y consumista de Belfort.
 
Incluso el final ficcional es diametralmente opuesto al real. Lo que si nos deja ver es que hay Scorsese para rato.

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Jafet Gallardo Digital Editor Periodista de formación. Creador de contenidos, analista, especialista en viajes, entretenimiento y estilo de vida.
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