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2×1: Premios y monstruos

Escrito por:Jafet Gallardo
Esta semana hablaremos sobre las “nominadas” al Oscar, los premios y la adaptación al cine de Yo, Frankenstein.
 
La crítica desde dentro
Antes del internet y durante muchos años la gala de los premios de la academia norteamericana de cine, conocidos como “Oscars”, fue la más grande y respetada del mundo. Una de las razones es que fue la primera que se organizó (teniendo como fecha de inicio el 16 de mayo de 1929, antes que los Emmys, los Tonys o los Gramies) y la que entendió desde el principio que el glamor era el eje principal. Así, en la fecha programada cada enero se daban cita los dioses del Olimpo para autofestejarse mientras los mortales de todo el mundo lo veíamos en televisión. Pero el desgaste, el sonado premio a “mejor película” para obras que ahora ya nadie recuerda; los galardones que nunca se dieron a gente como Stanley Kubrick o Hitchcock, vinieron a dar al traste con el prestigio de estos.
 
La llegada de talentos literarios para mejorar diálogos o de plano escribir películas completas trajo también una crítica que rompía el amañando juego que aprende cualquier persona al llegar a Hollywood: nunca hablar mal de nadie… cuando menos, no de frente.  
David Mamet, veterano guionista de Hollywood dice en su libro nodal: Bambio vs Godzilla: “El joven burócrata en entrenamiento tiene la habilidad de aprender que el éxito no proviene de satisfacer a la audiencia, sino de aplacar a sus superiores hasta que se cumple un tiempo razonable para traicionarlos”.
 
Raymond Chandler, otro escritor metido a guionista y que llegó a L. A. en la miseria, tiene una visión aún más oscura: “Hollywood es una especie de palacio de gobierno sudamericano tomado por asalto por militares vestidos con uniforme de opereta. Cuando todo termina y se pueden contemplar los muertos andrajosos que pueblan por millares las calles ante los muros, uno comprende de improviso que esto no tiene nada de divertido: es un circo romano condicionado a marcar el fin de una civilización”.

La meca del cine
Sin embargo, hay que reconocerle algo a Hollywood: siempre se ha sabido rodear de los más grandes talentos del mundo. Actores directores, guionistas, artistas plásticos, músicos han llegado de todos los rincones del mundo y han tenido su participación de una u otra manera. Cineastas que en sus latitudes no han sido lo suficientemente valorados al llegar a la costa soleada de California reciben el dinero necesario para hacerse de una carrera.
 
La migración cinematográfica es común y corriente en nuestro país. El caso más sonado a últimas fechas es la de Alfonso Cuarón, ya que su película “Gravedad” ha sido postulada a Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actriz y Mejor Fotografía además de otras seis. En redes sociales comenzó a circular la imagen con la credencial que acreditaba al cineasta como alumno del CUEC; institución, que según el rumor, fue echado por filmar un corto en inglés llamado “Vengeance is mine”.
 
Ante la insistencia en redes sociales de este rumor el CUEC afirmó que sí fue echado, sin agregar nada más. Del mismo modo, Guillermo del Toro nunca encontró financiamiento en nuestro país para filmar El Espinazo del diablo y ni lo ha encontrado para algún otro proyecto.

Matrix+Underworld+Van Helsing
Adaptada de un comic con poca difusión de la pequeña editorial Darkstorm, el creador de Underworld vuelve a las andadas para contarnos la rocambolesca historia del monstruo sin nombre más famoso de todos los tiempos: Yo, Frankenstein.
 
El guionista ahora convertido en director, Stuart Beattie, calca tal cual la estética y lógica de Underworld (incluso el conflicto entre Vampiros y Licans es similar al de Demonios y Gárgolas), incluyendo un imposible e improbable Monstruo de Frankestein que acaba hasta con nombre bíblico. Eso sí, el monstruo es remozado y convertido en el apuesto actor Aaron Eckhart y dotado de una hermosa compañera (La australiana Yvonne Strahovski). No queda nada de auqel torturado ser que mató a la esposa de su creador y que fue perseguido por la muchedumbre enfurecida que lo quería matar por su fealdad.
 
Ahora “Adam” es el objeto clave de la lucha del infierno contra el cielo y reconvertido en una especie de elegido (quién sabe dónde aprendió Kun fu y Valetodo, tal vez uno de los donantes para el experimento era pariente de Jackie Chan), saldrá dar plazos en las calles de una París irreconocible. Simplona, repetitiva, con diálogos acartonados, Yo, Frankenstein se deja ver en 3D un día que no haya otra cosa en cine.

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