2×1: Detectives en serie

Cuando el cine pasó de cinco millones de dólares a inversiones millonarias arriba de los cien dejó de haber un rango de riesgo para tratar de asegurar la inversión. Así las productoras decidieron que no se podía dejar a cualquier persona esa cantidad de dinero y que la película debería recuperar lo más pronto posible la inversión. Así, la inventiva comenzó a emigrar hacia la televisión. No nos extrañemos que ahora los grandes taquillazos sean productos derivativos, adaptaciones de series viejas, comics, remakes o “reimaginaciones” de historias que ya dejaron una taquilla segura.

 

Directores, guionistas y actores se refugiaron en la televisión. Si bien los sueldos no son iguales, la libertad de acción es más grande. Poco a poco la antes caja idiota se fue poblando de series que vinieron a llenar el vació de originalidad que el cine, su hermano mayor, había dejado. HBO se convirtió en sinónimo de calidad y otros canales de paga quisieron su tajada, FOX, Warner, Universal. Suecos, ingleses, japoneses, incluso Televisa y demás señales de habla española dijeron acá estamos. Ahora hasta servicios como Netflix han dejado huella en sendos programas serializados.

 

Así llegaron pronto los diamantes: The sopranos que vino a poner muy alto el nivel interpretativo, la trama y volvió entrañables a los malignos personajes. Pero fue The Wire, otra producción de HBO que pese a su baja audiencia dejó el listón muy, muy alto.

Con el éxito de Sherlock Homes, interpretado por Robert Downey Jr., los ingleses de la BBC se adelantaron al posible advenimiento de una adaptación norteamericana a la pequeña pantalla, por lo cual decidieron poner las manos a la obra y crear lo que a la postre sería una actualización de Sherlock. Sus creadores Steven Moffat y Mark Gatiss, tomaron respetuosamente la obra de Sir Arthur Conan Doyle para soltarlo en el Londres del siglo XXI, con Benedict Cumberbatch y Martin Freeman, como el detective y su mejor amigo. El resultado fue un tremendo éxito en ambos lados del océano.

 

Y es que este Sherlock es el más cercano a la obra de Sir Arthur que las cientos y cientos de adaptaciones existentes. Holmes produce fascinación y risa y Watson es el complemento ideal para sacar la humanidad que parece faltarle. Además las historias son tomadas con respeto e incluyen guiños para los seguidores from hell del personaje.

 

La tercera temporada acaba de estrenarse en Inglaterra y como es costumbre en los formatos ingleses, son tres episodios autoconclusivos de 90 minutos que tiene un tema en común, en este caso la familia de Holmes. Más rápida, más intrigante esta temporada aumenta en intensidad y no da respiro.

HBO vuelve este año a entregarnos una serie que es imposible perdernos, True detective. La historia creada por el joven escritor Nic Pizzolatto, nos muestra otra cara de Estados Unidos, alejado de las grandes ciudades en dónde es común ver la acción de la justicia. Aquí el creador se va a su tierra natal, Louisiana donde el white trash, los predicadores y las prostitutas blancas menudean al igual que la pobreza y el desastre que dejó a su paso el huracán Andrew. Pizzalotto ya había hecho un etrato similar en su aclamada novela Galveston.

 

La serie narra la investigación de un asesinato ritual contada a partir de los recuerdos de los dos detectives que llevaron las pesquisas. El antes insípido Matthew McConaughey se revela aquí como un obsesivo y adicto policía texano que asegura es la obra de un asesino en serie. Woody Harrelson, por el contrario es un típico hombre blanco que busca paliar el aburrimiento de su matrimonio y la presión de su trabajo con encuentros sexuales con jóvenes. Ambos actores alimentan de su propia historia personal a los personajes llegando a mimetizarse con ellos.

 

Lo que viene a complementar el cuadro es la fotografía que nos muestra la humedad y la destrucción del tiempo en esa comunidad venida a menos. Retorcida (a ratos recuerda a John Connelly, pero también a Cormac McCarthy), existencialista, cruel, True Detective se antoja adictiva y llena de sorpresas.